CAPÍTULO 11

7 1 0
                                    


[Keo]

Abro los ojos poco a poco. Hoy no me ha despertado la corriente del río, tampoco lo han hecho las aves que aterrizan en el techo en busca de hojas para sus nidos, si no que el culpable han sido los gritos de un molesto conocido.

Me siento en la cama y abro la ventana que queda a la altura de mi cara, pero mis ojos siguen más cerrados que abiertos.

—¿Cómo llegaste? —bufo casi seguro que miro a la dirección correcta. Me niego a hacer un esfuerzo por abrir los ojos para verle la cara.

—Bueno, no es difícil averiguar donde vives cuando se que es una cabaña cerca del río. No se si te has dado cuenta, pero es la única cabaña por aquí.

Me cubro la cara con las sábanas mientras me arrepiento de haberle dado dicha información.

—Lárgate. ¿No ves la hora que es?

—No, Keo. —replica alargando la última letra de mi nombre — Tienes que ayudarme, no quiero morir.

Lo escucho pero mi boca no quiere pronunciar nada más. Claro que lo ayudaré, pero ahora mismo el sueño no quiere abandonar mi cuerpo ni yo quiero que se marche. Anoche llegué muy tarde, creí que me quedaría dormido de inmediato pero no, no sentía sueño. Nada de nada.

Desde muy niño mi parte favorita ha sido la noche, ahí es cuando se duerme y para mí, es un momento en el que puedo morir, al menos por un momento. Pero anoche, después de ver a Saen, me quedó una sensación extraña. Me sentía inquieto. Me moví en la cama de un lado a otro sin obtener la posición perfecta para dormir, cosa que nunca había sido necesaria. Creo que el reloj cucu sobre la chimenea sonó cinco veces hasta que la sensación que no me dejaba dormir se fue disipando poco a poco.

—Sí no abres la puerta tendré que entrar por aquí entonces — dice Tao sacándome del recuerdo de la noche anterior.

Sólo bromea. O al menos eso pienso hasta que la luz del sol que caía en mi cara se apaga. Me quito la sábana rápidamente y lo veo en el borde de la ventana e inmediatamente me quito de la cama. El tonto rebota lo suficiente para finalizar su caida en el suelo, aunque el jsuto tamaño para una persona en la cama no habrá ayudado a evitar su caida, eso y su alta imprudencia.

—¿No sabes distinguir cuando no eres bienvenido?

—Sí sé hacerlo, pero te ignoro.

Me voy a la cocina a preparar un té y Tao me sigue como un gato que ha escuchado un plato de comida, con la diferencia de que este si me molesta.

—¿Por qué has venido tan temprano? ¿No se supone que ayer te regañaron por irte del trabajo?

—Si, por eso no me dejaron faltar hoy, pero conseguí la mañana libre por decir que iría con el psiquiatra.

Juzgo a Tao con la mirada ante su mentira y este se encoge de hombros.

Tao asiste a consultas desde que lo conozco, su jefa lo sabe y está al tanto de sus sesiones por lo que le insiste mucho en que el asista a cada una de ellas

—Era decirles eso o que iría con mi "amigo muerte" para averiguar quien planea matarme.

Bien, tiene un buen punto.

Doy un suspiro y tomo asiento, él se acuesta en el sofá, tomando a Samy y acomodandolo en su pecho.

—Bueno. Entonces ¿tu ex es la única posible culpable que se te viene a la mente?

Tao no me contesta, mira a minino por un momento y yo trato de no estrellar la cabeza contra la mesa por el sueño mientras espero su respuesta la cual no llega. Froto mis ojos con los puños una última vez y lo miro concentrado en la nada. Sus manos inquietas no dejan de acariciar a Samy, mismo que le ronronea.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora