Capítulo 4

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[Saen]

Llevo dos días de reposo, mi incapacidad no ha terminado, sin embargo tengo que ir al trabajo. Ayer por la tarde, la encargada me pidió que fuera, me dijo que necesita mis huellas ya que tuvo algunos problemas para aprobar mis días de incapacidad. Hikō ha estado preocupado por mi desde que salimos del hospital e insistió en llevarme en su auto, pero ha estado en su laptop desde que despertó, ni siquiera ha tocado su desayuno.

—¿Estás seguro de que puedes llevarme? No tengo problema en ir yo sola —murmuro bajando a Makiato de mis piernas y las sacudo un poco tratando de quitar el pelaje muerto del pantalon.

—Si, perdoname. Dame un minuto, sólo edito una imagen más que necesitan los chicos de publicidad — dice y yo asiento.

—¿Tú estas segura de que te encuentras bien para ir, Saen? La jefa entenderá si vamos mañana o pasado.

—No te preocupes, ella dijo que sólo será un momento.

Hikō suspira y finalmente guarda su portátil, se mete toda la comida a la boca y aun sin haber acabado de tragar me dice por tercera vez que si me siento mínimamente mal le llame inmediatamente. Despues de tanta espera al fin salimos del apartamento, subimos al coche y mientras Hikō sale del estacionamiento le pregunto algo que quería saber desde que estabamos en el hospital y que no habia tenido oportunidad porque ha estado ocupado muy ocupado desde entonces.

—Oye Hikō... ¿de dónde conoces al chico que llamó a urgencias el día del accidente?

Él me mira y me dice:

—Fuimos amigos cuando éramos niños.

—¿Se puede saber como se conocieron?

—Ya no lo recuerdo. Keo y yo fuims al mismo bachillerato. Seguro llegaste a verlo alguna vez. No era la clase de chico que fuera a la biblioteca, pero tal vez en algún momento lo viste por la escuela.

Entonces por eso me resultaba conocido.

Yo no estudié con Hikō, de echo soy dos años mayor que él. Antes de trabajar en la cafetería fui recepcionista en la biblioteca de su escuela. A los meses de que entré ahí fui distinguiendo a Hikō del resto de estudiantes al ser constante en sus visitas en busca de libros de fotografia.

Quise preguntarle por qué habían perdido el contacto, o por qué parecía estar tan enojado con él ese día, pero antes de que pudiera preguntarle algo más Hikō desvía su mirada. Lo he conocido lo suficiente para entender que cuando hace eso es porque no quiere hablar de un tema. Tal vez no lo hace conscientemente, pienso que no se ha dado cuenta que al hablar con alguien siempre mira directo a los ojos, como si no quisiera perderse ni el pestañeo de la persona con la que está charlando. Era algo que me ponía muy nerviosa cuando recién lo conocí.

Aún recuerdo la primera vez que intenté preguntarle por su amigo Kunhi. Llevaba varios días sin ir a la biblioteca, yo salí a comprar algo de comer y lo vi solo, sentado detrás de un edificio. Me acerqué a su lado, le hablé, pero escondió su cara en la chaqueta de su uniforme deportivo.

—¿Qué sucede? —susurré poniéndome en cuclillas, encontrandome a su altura. El levantó la cabeza, pero aún sin mirarme.

Me pidió que me fuera, y antes de que pudiera insistir de nuevo se puso de pie y se marchó. Pasaron unos cuantos días más hasta que Hikō volvió a ir a la biblioteca. A partir de ese día pasaba casi todo su tiempo libre ahí, ojeando los libros en alguna mesa de las orillas.

Llegamos a la cafetería diez minutos antes del mediodía y sólo había dos mujeres en una de las mesas de afuera y una más dentro del local. Por el ventanal vemos a Dae siendo el unico detrás de la barra, está contando el efectivo de la caja registradora.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora