Capítulo 6

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[Keo]

Y apenas caigo en cuenta de que Saen no está mirándome como yo creía.

Debí suponerlo. No gritó. No huyó. Sé que esa no es la única reacción que surge cuando alguien me ve como realmente soy, pero sí es la más común, sobre todo en las personas jóvenes.

—Perdóname. Todo fue un mal entendido — bajo la mirada con vergüenza. — un estúpido mal entendido —murmuro entre dientes.

—¿Cómo va a ser eso? Me acabas de decir que estás aquí por mí y un montón de cosas más que no tuvieron el más mínimo sentido.

—No era nada, Saen. Sólo me alegra ver que te encuentras bien.

No entiendo. Cuando ella lloró las dudas que me quedaban se fueron. Creí que no veia mi rostro y que sabía lo que eso significaba, pero... si no vio eso ¿Entonces por qué me ha mirado con tanta tristeza desde la tarde? Cuando pasé por la cafetería me di cuneta de como me veia, por ello me acerqué temindo lo peor, y creí que asai habia sido, pero ya no se que sucede.

—Discúlpen por molestarlos —escucho decir a una mujer mayo a mi derecha— ¿no quiere comprarle una flor a su novia, jovencito?

La mujer acerca una rosa hacia mí y a la vez me enseña la pequeña canastilla de paja llena de las mismas en su otra mano.

—No sea tímido — agrega— a ella le encantará que acepte hacerlo.

—No es mi novia —le dije recordando a la enfermera del hospital, la mujer baja la cabeza. Creí que sólo se había sentido mal al confundirnos, pero cuando sigo su mirada me doy cuenta que en realidad mira nuestras manos aun sujetadas e inmediatamente suelto a Saen.

—¿Está seguro o sólo no quiere comprarle una rosa?

—Sí, estoy seguro.

—Pues no parece muy convencido. Vamos, cómprele una.

—Que no quiero una rosa. Ni siquiera nos conocemos.

—No necesitan conocerse, aquí hay amor. Los corazones recuerdan —susurra mirando a Saen y después a mí— Pero está bien, no les insistiré más

La mujer se aleja poco a poco, pero mi cabeza aun escucha lo que dijo recién. "Los corazones recuerdan", esa vez en el hospital... Me sentí bien cerca de ella; aun entre mis lamentos encontré paz mientras compartimos la misma habitación. Y ahora, desde que tomé sus manos, siento el calor que no se me concedió. Un calor cálido que me gustaría conservar para siempre.

—¿Por qué siempre me miras tan extraño? —pregunto.

Parece que la he tomado desprevenida. Me mira, pero ahora con una mezcla de sorpresa y nervios.

—Desde que te vi el día del accidente... me pareciste conocido. Cuando desperté en el hospital, después de que te fuiste, le pregunté a Hikō de donde te conocía y me dijo que fuiste al mismo colegio que él.

—¿Tú tambien fuiste a la misma escuela? — pregunto y ella niega con la cabeza.

—Yo trabajaba en a la biblioteca.

Entonces si la había visto antes, no solo en la cafetería sino hace mucho más tiempo.

—Oh, tú eras la amiga de Hikō de ese entonces. Tengo vagos recuerdos de él platicando con alguien en el mostrador, pero no me acuerdo muy bien de tu cara.

—No eras de ir mucho a la biblioteca ¿cierto? —murmura con una sonrisa tímida, tratando de romper el hielo.

A mí se me escapa una pequeña risa porque despues de todo tiene razón. Sólo una vez entré a ese lugar después de enterarme que Sherlock Holmes no comenzó como una serie si no como libros.

—¿Te lo dijo Hikō?

—Bingo —ella se agacha y toma en brazos a su gato. Me mira y sé que me preguntará de nuevo — Entonces lo que dijiste... —Yo doy un suspiro y bajo la mirada.

—No quería que Hikō sufriera otra perdida... tenía miedo de que tu golpe se volviera algo más grave.

Saen me mira con duda. Desvía la mirada y abraza a Makiato con más fuerza.

—Kunhi... también era amigo tuyo ¿verdad?

—Sí — suspiro — si él no hubiera murto, tendría la edad de Hikō... Estoy seguro de que él también lo piensa. De los cinco amigos que éramos, fue a él a quien más le afectó.

Levanto la vista y los ojos de Saen se han cristalizado, veo como intenta buscar las palabras adecuadas, más yo la interrumpo antes de que hable nuevamente.

—Ya es muy tarde. Tengo que irme.

Saen permanece quieta unos momentos hasta que finalmente termina asintiendo y yo me alejo mientras cubro mi boca con la bufanda.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora