CAPÍTULO 2

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[Keo]

Soy un imbécil. No intenté ayudar para no intervenir en lo que tuviese que pasar, y ahora estoy en un cuarto de hospital sentado cerca de la ventana que cerré hace unos minutos, no entiendo como es posible que aquí haga más frío que afuera.

Al llegar dejé mi gabardina y el suéter en el perchero , me dieron una manta, pero ni así fue suficiente para que dejen de tiritar mis dientes.

No debí venir.

Definitivamente no debí hacerlo, después de todo ella estará bien, le hicieron una pequeña sutura en la cabeza. Durante el viaje la paramédico me dijo que era casi un milagro que no haya muerto al instante. Por otro lado, el conductor no contó con la misma suerte. Poco después de que llegamos, los chicos que se habían quedado en el accidente también lo hicieron, dijeron que el hombre perdió mucha sangre, suponen que por la lluvia habrá perdido el control y la bolsa de aire falló. Ahora lo han dejado en la habitación de al lado, pronto tendré que venir por él, pero no ahora, así que tomé el aventón de la ambulancia en vano. No me queda mas que arrepentirme de lo estupido que fui y decido irme a casa. Dejo la manta en el perchero y me pongo la hoodie aun húmeda gracias a la lluvia, menos mal ya que ya ha parado.

Veo a la chica, después al suelo cuando creo que la he visto suficiente, podría despertar y lo primero que veria seria a un extraño mirandola fijamente. Pero sin darme cuenta ya la estoy mirando de nuevo. Para que me hago el tonto, vine porque queria tocar su mano de nuevo, me sentí extraño, pero un tipo de extrañes que quieres volver a sentir. De echo, no me di cuenta antes por concentrarme en sentir la presencia de mí compañero, pero algo en ella produce tanta paz que me calma, pocas veces me he sentido así, algunos humanos tienen almas excepcionales.

No puedo quedarme por más tiempo o provocaré un alboroto, este es el peor lugar en el que puedo estar sin cubrirme la cara. Camino hacia la puerta, pero a un paso de salir, los eufóricos gritos de un chico hacen que me detenga.

—¡Saen! —resuena en todo el pasillo—¡Saen! —vuelven a gritar y el chirrido de sus zapatos acompañan el eco de su voz hacen que me imagine un partido de basquetbol.

Frente a mí pasa la paramédico que atendió a la chica y se dirige hacia la voz escandalosa.

—Joven, no puede entrar corriendo y mucho menos hacer todo ese rui...

—¿Saen Yuu? ¿dónde está? —vuelve a gritar el chico interrumpiendo a la mujer.

Saco un poco mi cabeza y logro ver al causante de tanto alboroto, se encuentran un poco lejos, y sus lentes están llenos de gotas de lluvia, pero aun así, puedo reconocer su cara, después de todo no ha cambiado mucho.

—Saen... —piensa la mujer unos instantes— oh si, está descansado.

—¿Se encuentra bien? ¿Dónde está? — él levanta la mirada hacia acá y entro completamente a la habitación de un brinco. Maldita sea, espero no me haya visto. Estaba muy ocupado buscando a su amiga a si que puede que ni me haya notado.

—Cálmese —vuelve a decir la mujer— ella se encuentra bien. Justamente se encuentra en esa habitación.

Camino hacia la puerta lentamente, una vez vea donde se ha metido puedo escabullirme evitandolo a toda costa.

—¡Joven, por favor, no corra!

A menos que venga hacia aquí...

—¡Saen! —vuelve a gritar, pero ahora está justo frente a mí.

Él me ve y en su rostro puedo distinguir la duda, casi me pregunta quién soy, pero no hizo falta, me ha reconocido.

—Tú... —murmura y yo bajo la mirada.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora