CAPÍTULO 10

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[Keo]

Agarro a Tao del brazo, intenta huir nuevamente y le susurro:

—Si no escuchas lo que tengo que decirte entonces sí morirás. Asi que, por tu bien, sigueme.

Tao traga saliva y asiente mientras mi agarre pierde fuerza poco a poco. Ya no parece que quiera correr, pero el miedo aun no se va de su rostro. Rápido busco algun lugar donde podamos hablar y veo la estación del tren subterráneo, lo empujo un poco para que avance y me sigue el paso. Con forme más avanzamos más gente haay, llegamos a las escaleras donde el paso es lento ante la fila que espera para entrar por los torniquetes y antes de que pasemos nosotros jalo a Tao hacia una banca alejada de la multitud.

Ambos nos sentamos y espero unos segundos, Tao permanece con la vista fija en el suelo, sus labios se abren un poco, duda, pero finalmente dice:

—¿Entonces eso es todo? ¿Se acabó... moriré?

— Me viste así por poco tiempo nada más — susurro y el me mira atónito, antes de que pueda decir algo más o vuelva a huir, me sigo explicando —, si fueran tus últimos días de vida seguirías viendo esa calavera —apunto a mi cara con el dedo índice, él alza la mirada y me examina de la frente a la barbilla.

Escucho como Tao vuelve a controlar su respiración. Le he dicho que sus dias no están contados, sin embargo, sabe que haberme visto de esa manera, así haya sido por un breve momento, no es bueno.

—¿Entonces por qué...? —murmura esperando que termine con su miedo.

—Alguien quiere matarte.

—¿Qué dijiste? —grita levantándose de la banca, y un eco envuelve la estación, muchos nos miran y jalo a Tao para que se siente de nuevo.

Él suspira, está asimilando lo que acaba de escuchar.

—¿Quién?

—Eso no lo sé —ruedo los ojos pensando que era obvia mi ignorancia ante esa pregunta al— soy una parca, no un adivino.

—¿Entonces comos sabes eso?

— Los homicidios no es algo que haya planeado el destino, sino que es causa del libre albedrío que tienen los humanos. He aprendido que es una especie de advertencia.

Tao se queda perplejo. Cabizbajo. De nuevo.

Sólo una vez me había sucedido esto, o al menos que yo me haya dado cuenta. En ese entonces aún estaba en el colegio. Recién iba de camino a la escuela y me detuve a comprar un té caliente. Ya en la fila, preparando el dinero para pagar en cuanto llegase a la caja, una moneda se cayó de mi mano y la chica formada frente a mí se agachó a dármela, pero cuando levantó la mirada y me vio pegó un grito que resonó en toda la tienda. Tiró la moneda y cayó hacia atrás. Su expresión de miedo pasó a ser uno a de confusión.

—¿Se encuentra bien? —murmur. Sabía que no lo estaba, mas no tenía idea de lo que había pasado. No era normal que se calmaran de la nada cuando me veían así.

—Eso creo... —balbuceó ella al ponerse de pie— creí haber visto...

—¿Qué vio? — miré sus manos temblando, la chica también se percató de lo mismo y cruzó los brazos.

Ella dijo que seguramente sólo había sido obra de su cansancio, se disculpó conmigo y se fue de la tienda sin comprar nada.

Conocí su nombre diez días después, cuando pasaba por una tienda de electrodomésticos con una tele de muestra prendida en el canal de noticias, había sido asesinada por su pareja la noche anterior.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora