Los Kim.

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Me despertó la tenue luz de otro día nublado. Tenía mi brazo cubriendo mis ojos, drogui y confuso. Algo, el atisbo de un sueño digno de recordar, pugnaba por abrirse paso en mi mente. Gemí y rodé sobre un costado esperando volver a dormir. Y entonces lo acaecido el día irrumpió en mi mente.

-¡Ah!-

Me senté tan deprisa que la cabeza me empezó a dar vueltas.

-Tu cabello tiene la capacidad de desafiar a la gravedad- la voz divertida procedía de la mecedora de la esquina- En tu superpoder particular.-

Automáticamente levanté mi mano para acomodarlo un poco.
Se sentó con las piernas cruzadas en la silla, exhibiendo una sonrisa.

-¡Te quedaste!-

Era como si, después de todo, aún siguiera soñando.

-Por supuesto. Es lo que querías, ¿no?-

Salí de la cama a paso tambaleante, no muy seguro de adónde iba, sólo de que necesitaba estar cerca de él. Apoyé la palma contra un lado de su cara. Él se apoyó contra mi mano, y sus párpados se deslizaron sobre sus ojos al cerrarse.

-¿Karl?- pregunté. Ambos hablábamos a un volumen normal.-

-Se fue hace una hora, con un montón de equipamiento.-

Estaría fuera todo el día, así que Taehyung y yo estábamos solos, en una casa vacía, sin necesidad de salir a ningún lado. Era mucho tiempo. Me sentí como un loco anciano avaro, regodeándose en los montones de monedas de oro que poseía, sólo que en lugar de monedas, yo acumulaba minutos.
Hasta entonces me di cuenta de que se había cambiado de ropa. En vez de una camiseta fina, vestía un suéter de color negro.

-¿Te fuiste?- pregunté-

Él abrió los ojos y sonrió, colocando una de sus manos sobre la mía para que la mantuviera sobre su rostro.

-Difícilmente podía salir con la ropa con la que entré. ¿Qué pensarían los vecino? De todas maneras, sólo fue durante unos minutos y en ese momento estabas profundamente dormido, así que estoy seguro de que no me perdí de nada.-

-¿Qué dije?- rezongué-

Abrió un poco más los ojos, y su rostro mostró una expresión de mayor vulnerabilidad.

-Dijiste que me querías- murmuró-

-Eso ya lo sabes-

-Fue distinto escucharte decirlo-

Lo miré a los ojos.

-Te quiero.-

Se inclinó hacia mí y apoyó con mucho cuidado su frente con la mía.

-Ahora tú eres mi vida.-

Nos quedamos así un largo rato, hasta que mi estómago rugió en protesta. Se incorporó, risueño.

-La humanidad está muy sobrevalorada- me quejé-

-¿Deberíamos comenzar desayunando?-

Me llevé la mano a la yugular, con los ojos desorbitados.
Él dio un respingo; sus ojos se entrecerraron para dedicarme una mueca airada.

-Vamos, no me digas que no te pareció gracioso- reí-

Mantuvo su ceño fruncido.

-Para nada. Voy a reformular la frase; hora de desayunar para los humanos.-

-De acuerdo. Pero concédeme otro minuto humano, si no te importa.-

-Por supuesto-

-Quédate.-

Crepúsculo K.T×J.JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora