Quién lo iba a decir, ¿no? Que soltar un grito al cielo pudiera ser tan liberador como abrir un grifo.
Esa noche grité y sentí cómo algo dentro de mí se soltaba, como si quitara una pieza clave de un juego de Jenga y viera cómo todo lo demás se venía abajo. Y después de ese grito, pareció como si empezara el fin del mundo.
Bueno, quizás no fue tan extremo como un jinete del Apocalipsis arrasando con todo a su paso, pero la verdad es que no había podido parar de llorar en todo el mes. Iba a clases con los ojos rojos de tanto llorar, y las lágrimas se me escapaban hasta viendo películas de terror.
¿Quién iba a decir que "La Monja" podía ser tan conmovedora?
Y lo más complicado era cómo me las ingeniaba para evitar a Thomas. Si él se acercaba, yo encontraba la manera de alejarme; si intentaba encontrarme, yo me escondía; si me llamaba, simplemente no contestaba.
Mi mamá, en lo que imagino consideró un gesto de preocupación y agradecimiento maternal, le había dado mi número de teléfono. Ella pensaba que era lo correcto agradecerle al chico que había conseguido que su hija volviera a llorar después de un año sin mostrar emociones. Silvia estaba feliz, aunque creía que la mayor parte de mi avance se debía a las terapias. «Te estás liberando», decía mi padre una y otra vez.
Pero yo... yo solo deseaba encontrar un lugar donde esconderme, como bajo una piedra en el fondo del mar. Ya era suficientemente duro tener que enfrentar mis lágrimas, como para además tener que hacerlo en los brazos de alguien más. Y eso era precisamente lo que me hacía sentir aún peor.
Thomas me había abrazado. Thomas me había visto en mi momento más vulnerable. Thomas me había sostenido entre sus brazos.
Thomas, Thomas, Thomas...
Era como si su nombre se hubiera grabado en mi mente y no sabía cómo manejar esa sensación.
De repente, Thomas pasó de ser la persona que menos deseaba encontrarme a alguien de quien quería huir a toda costa. Me había aprendido su horario al dedillo, tanto sus clases como sus entrenamientos de fútbol, solo para asegurarme de no toparme con él mientras pasaba tiempo estudiando con Adrien y Annabelle. Así transcurrieron treinta días, dos horas y cuarenta minutos... Hasta hoy.
Respiré hondo, recordando que los gemelos tenían una clase de ciencias. El dilema era que todos los adultos estaban fuera; el abuelo tenía una cita médica en otra ciudad y, por algún capricho del destino, Thomas se había quedado a cargo de la casa. Por suerte, estaba entretenido jugando PlayStation con un amigo esa mañana, lo que significaba que probablemente no se había dado cuenta de mi presencia. Vi esa distracción como la oportunidad perfecta para deslizarme hacia el pequeño cuarto que utilizábamos para estudiar.
Y en ese momento cuando abrí la puerta, una nube de harina voló frente a mis ojos. Me cubrió por completo de pies a cabeza, grité, estornudé y tosí hasta que unas risas diabólicas emergieron detrás del sillón.
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Lo que prometimos (ONC 2024)
Teen FictionAlgunas promesas, especialmente aquellas hechas en los momentos más difíciles, pueden ser el puente hacia un nuevo amor. ✨✨✨✨✨✨✨ Penélope, una adolescente de diecisiete años, se encuentra confinada a una silla de ruedas después de un devastador acc...