Capítulo 9

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La primavera y el verano pasaron volando

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La primavera y el verano pasaron volando. Los turistas de Saugatuck también se fueron tan rápido como llegaron. Y de repente, el frío se hizo presente en el pueblo.

Todo seguía igual; los gemelos ahora eran más cuidadosos con sus travesuras. Aunque yo había aprendido a detectarlas antes de encontrarme con un chicle en mi pelo o con una falsa araña en mi bolso. La última vez que intentaron algo, terminaron con una rana en sus camas, cortesía de Thomas. En las tiendas, la decoración cambió rápidamente, dividiéndose entre los adornos de Halloween y los tonos verdes del equipo de la escuela.

Los exámenes parciales llegaron tan rápido como las aplicaciones a las universidades iban y venían.

«Ya tienes que decidirte por una universidad», comentaba mi padre de vez en cuando. 

Mi madre, por su parte, no opinaba mucho al respecto. Se le veía feliz; había formado un grupo de amigas en la iglesia y hasta comenzó su propio jardín en el patio trasero.

Y los días en el calendario seguían avanzando.

Una tarde de otoño, en la clase de baloncesto, me encontré observando el campo de fútbol. Mis ojos se posaron en Thomas, sus prácticas coincidían convenientemente con mis clases. Él ya había decidido ir a la Universidad de Michigan, que no quedaba muy lejos de casa. Sin embargo, su futuro aún dependía de cómo le fuera en el deporte.

Era un jugador destacado, casi imposible de superar cuando tenía el balón en sus manos. Lo vi lanzarlo mientras algunas chicas en las gradas lo animaban con entusiasmo. Se sacó el casco, me lanzó una mirada rápida y sonrió, extendiendo sus brazos hacia sus compañeros de equipo. Las hombreras le sentaban bien. De repente, todos sus compañeros se amontonaron sobre él celebrando. No pude evitar sonreír.

—¡Cuidado, Penélope!

Estaba tan distraída que perdí de vista la pelota y terminó rebotando en mi cabeza. Por un momento vi unicornios morados.

—¿Te llevamos a la enfermería? —preguntó Rosa, una chica morena y amable que siempre estaba sonriendo. A ella tampoco le iban muy bien los deportes, así que normalmente nos emparejaban en los ejercicios cuando el entrenador nos dividía en equipos.

—Creo que estaré bien—me llevé una mano a la cabeza—. Pero, oye, estás progresando.

—¿De verdad lo crees? —preguntó con ojos llenos de esperanza.

—Por supuesto, esta vez no me has dejado inconsciente.

Ella hizo un sonido entre un bufido y un puchero.

—Si no estuvieras tan distraída mirando a...

—Penélope —Las dos nos volvimos al escuchar mi nombre y allí estaba Thomas, empapado de sudor y una mirada severa que no le había visto—. Vi lo que pasó —me veía a mí, pero sabía que le hablaba a Rosa—. Deberías tener más cuidado.

Lo que prometimos (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora