Capítulo 8

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   —Repite conmigo —indicó Connor mientras organizaba unas botellas de licor que yo no pensaba probar—

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—Repite conmigo —indicó Connor mientras organizaba unas botellas de licor que yo no pensaba probar—. Penélope.

Rodé los ojos.

—Penélope.

—Me.

—Me.

—Gusta.

Hice una mueca y sentí mi nuca calentarse.

—Vamos, dilo.

—Gusta —contesté, notando una sensación extraña.

—Perfecto —dijo él, girándose con el tequila en la mano—. Ahora, ¿puedes decirlo todo seguido?

—Penélope es mi amiga.

Connor resopló antes de destapar la botella.

—¿Una amiga tan especial que buscas su mano para ver las noticias y la has invitado constantemente en las últimas dos semanas a tu fiesta de cumpleaños? Y, por favor, no me mientas. La pizarra que tienes en tu habitación con horarios no son tus asignaturas, tú no llevas lecciones de dibujo, solo sabes dibujar palitos con bolitas.

Connor tomó un sorbo justo antes de que la gente empezara a llegar. Dediqué varias semanas a rogarle a mi madre para que accediera a dejarme usar su casa en la playa. Era mi cumpleaños número dieciocho. Al principio, pensé en la casa del lago de mi padre. Había estado en contacto conmigo, la mayor parte del tiempo para preguntarme sobre Penélope. Cada día me tomaba más en serio mi papel, memoricé su horario y hasta sabía qué libros estaba leyendo.

Cuando vi a su novio en televisión, supe de inmediato que estaba involucrada en una situación complicada y comencé a investigar. No se trataba de un accidente de coche común y corriente, su novio no era un chico más del montón, y su suegro... según lo que conocía, el presidente Alexander Rose había dedicado su vida a luchar contra la mafia rusa y el comercio ilegal de petróleo.

Logré sacarle a mi padre algo de información, Penélope estaba bajo la protección contra hombres peligrosos, y tenía mis dudas de que él, con todo su cargo en el gobierno, pudiera realmente ayudarla. A pesar de eso, algo dentro de mí se resistía a dejarla sola. Y a diferencia de lo que mi padre pensaba, ya no estaba en esto por el Porsche o la Universidad de Michigan. De alguna manera quería protegerla.

El equipo de fútbol y las porristas irrumpieron en la casa, algunos de ellos claramente habían empezado a celebrar antes de llegar.

—Oye, Thomas —la voz de Marco, el chico nuevo del equipo captó mi atención—. ¿Dónde están las habitaciones?

Con una sonrisa, me mostró una hilera de condones y levantó la mano de una chica rubia a la que nunca había visto. Le indiqué con un gesto que subiera las escaleras. La casa tenía suficientes habitaciones como para que cada uno tuviera su espacio sin que yo tuviera que preocuparme por lo que estuvieran haciendo.

Lo que prometimos (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora