Capítulo 18

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—Viniste —se acercó con una sonrisa que iluminaba su rostro

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—Viniste —se acercó con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—No tan rápido como quería —admití.

Decidí guardar para otro momento el hecho de que mi tardanza se debía a que el abuelo había enfermado. No quería que mi voz se quebrara al mencionarlo, especialmente pensando que esa mañana podría haber sido la última vez que lo viera. Pero eso sería una conversación para otro día.

Metí mis manos en los bolsillos del pantalón, intentando parecer más relajado de lo que me sentía. Observé su vestido negro, que le quedaba espectacular. Siempre la había visto luciendo colores vivos como el rosa, el amarillo o el blanco, pero el negro le daba un toque fascinante.

—Pero viniste.

—Vine a cumplir mi segunda promesa —Saqué de mi bolsillo dos boletos de avión.

Ella soltó un gritito sorprendido y miró rápidamente a su alrededor para ver si alguien más había notado su reacción, pero nos encontrábamos solos en la sala.

—¿Me harías el honor de bailar conmigo esta noche? —pregunté, extendiendo mi mano hacia ella en una invitación abierta.

Los padres de Penélope estaban tan emocionados por cómo se habían resuelto las cosas que se ofrecieron a llevarnos al aeropuerto sin demora.

—Pero no llevo nada de ropa —se preocupó Penélope, mientras intentaba acomodar su cabello en la parte trasera del coche.

—Tu vestido de graduación está con Rosa —le recordó su madre con una sonrisa—. Eso es todo lo que necesitarás. Dale de nuevo las gracias a tu madre, Thomas, por permitir que Penélope se quede en tu casa —añadió—. Nosotros volveremos mañana para empezar con la mudanza.

—Dormirán en cuartos separados —afirmó el padre de Penélope, no era una pregunta. Me miraba fijamente con los ojos entrecerrados a través del espejo retrovisor.

Tragué saliva. Su presencia me había intimidado desde el primer día, y me pregunté si alguna vez dejaría de imaginarlo como un personaje de película de acción.

—Sí, señor.

—Y Thomas —añadió después de una pausa.

Fijé mis ojos en él.

—Gracias.

Asentí y él asintió en respuesta. Que dijera mi nombre y ese gesto era todo lo que necesitaba para sentirme mejor. Penélope estaba a salvo, todos lo estábamos. Yo había conseguido mi lugar en la universidad que deseaba y la chica a mi lado, además de ser hermosa, era el tipo de persona que me empujaba fuera de mi zona de confort. La vida había dado muchas vueltas en poco tiempo, algunas más grandes que otras, pero al final, todo parecía acomodarse.

Nos despedimos en el aeropuerto. Penélope me permitió empujar su silla de ruedas y nos fundimos entre la multitud, mientras los noticieros en varias pantallas anunciaban el resultado del juicio. Finalmente, llegamos al mostrador de la aerolínea, donde revisaron nuestros documentos y subimos al avión.

Lo que prometimos (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora