Capítulo 2

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—Y por favor, asegúrate de que no se entere que la estás vigilando, ¿entendido, Thomas? ¡Thomas! ¿Me estás escuchando?

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—Y por favor, asegúrate de que no se entere que la estás vigilando, ¿entendido, Thomas? ¡Thomas! ¿Me estás escuchando?

Me quité un audífono y lancé una mirada de reojo a mi padre.

—Nope —contesté justo cuando se detenía frente al colegio.

—Claro, justo eso sí lo captaste.

Exhalé un suspiro pesado y agarré mi mochila, siempre la mantenía apretujada entre mis pies, aunque hubiera espacio libre en la parte trasera del auto.

—No entiendo qué tiene de especial esta chica.

—No te lo puedo decir —apretó los labios, como hacía cuando quería mantenerme al margen de sus asuntos. Hasta ahora, solo sabía que mi padre se dedicaba a algo relacionado con el gobierno y que acumulaba más secretos que el Titanic. Esa fue justamente la razón por la cual mi madre se divorció de él cuando yo tenía diez años.

—Como quieras —me encogí de hombros y puse la mano en la manija de la puerta—. Gracias por el aventón.

—Espera, ¿no te estás olvidando de algo?

Rodé los ojos.

—Penélope Smith, estará en mi misma clase, la reconoceré porque se mueve en una silla de ruedas. Si está en apuros, te llamo. Si algo raro pasa, te llamo. Si estornuda, te llamo. Seré su sombra. ¿Todo esto vale para que me dejes usar tu Porsche?

Mi padre esbozó una media sonrisa.

—No, pero quizás te ayude con tu solicitud de la universidad. ¿Tienes práctica hoy?

—Si estuvieras más presente, sabrías que tengo práctica todos los martes.

Abrí la puerta de golpe y salí al frescor de la mañana, cerrándola con un portazo. Mi padre solo se había acercado a mí para obtener algo a cambio; llevaba semanas sin buscarme y nunca preguntaba por mis prácticas, a pesar de que yo era el capitán del equipo de fútbol. No asistía a ninguno de mis partidos y la única vez que intenté hablarle sobre una beca para la Universidad de Michigan, se ocupó de contestar su teléfono, el trabajo siempre ocupaba el primer lugar.

Me encaminé hacia el aula, aunque deseaba con todas mis fuerzas poder evitar la clase de matemáticas de esa mañana, necesitaba buenas calificaciones si quería tener alguna oportunidad de conseguir esa beca. ¿Para qué me serviría Pitágoras en el futuro de todos modos? A nadie le importaba. Me detuve en la puerta del salón y me di cuenta de repente que mi exnovia, a quien cariñosamente llamaba Lady Voldemort, se había transferido a mi clase.

Traté pasar de largo, esperando poder evitarla de alguna manera, pero no había forma de escapar y cuando intenté buscar un asiento, sentí su mano tirando de mí.

—Siéntate conmigo, Tommy.

—Amber —suspiré, no queriendo ser descortés, pero ya no sabía cómo explicarle que nuestra relación había terminado—, no, y no me llames Tommy.

Lo que prometimos (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora