Capítulo 17

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—¿Qué ha pasado? —preguntó Rosa intentando moverse entre los gemelos

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—¿Qué ha pasado? —preguntó Rosa intentando moverse entre los gemelos. Abrí mis ojos espantada al ver un chicle colgando de su cabello.

Le lancé una mirada fulminante a Annabelle y Adrien, quienes no podían contener la risa.

—No lo sé —respondí, volviendo a enfocar mi vista en el campo cuando escuché cómo los padres de Amber discutían acaloradamente con el director antes de sacarla del campo, casi a rastras.

Ryan había sido llevado por dos policías hacía un par de minutos. También había llegado una ambulancia; dos chicos del equipo de Thomas vomitaban sin parar. Afortunadamente los paramédicos actuaron de inmediato. Transcurrieron algunos minutos hasta que la madre de Thomas regresó con noticias.

—Parece que han expulsado al capitán del otro equipo y a Amber.

—¡¿Expulsados?! —Amber perderían su oportunidad de ingresar a una universidad. Aunque no era de mi agrado, no le desearía algo así— ¿Y están todos bien?

Ella asintió mientras buscaba sentarse nuevamente al lado de Julien, con su cara aún pintada de verde.

—Sí, parece que el mariscal de las Águilas robó unos fármacos de su madre, que es doctora, y las puso en las bebidas de los Toros Verdes. Por suerte, solo provocan vómitos, pero son lo suficientemente fuertes como para impedir que continúen el juego. Lo único positivo es que solo dos las probaron.

Respiré aliviada y mi padre me tomó de la mano.

—Ya se encargarán de ellos —dijo él, después observó a Rosa y se le dibujaron unas arrugas en la frente—. Tienes un chicle en el pelo.

La expresión en el rostro de Rosa y de la madre de Thomas fue inolvidable. Ambas corrieron hacia el baño y no regresaron hasta que el partido había terminado. Rosa volvió con varios mechones de cabello menos y el pelo mojado por algo que preferí no preguntar.

Por la mirada fulminante de la pelirroja, estaba claro que los gemelos estarían castigados de por vida. Se perdieron la jugada final de Thomas, pero afortunadamente, Julien lo había grabado todo. La emoción de ver a su hijo no tardó en aparecer, era la primera vez que veía lágrimas en sus ojos. Todos celebramos la victoria con un marcador muy reñido de veinticinco a veintidós. El campo estaba inundado de colores verdes, y no pude evitar emocionarme al ver a Thomas gritando con sus compañeros. No solo había ganado el juego, también había asegurado su beca.

Entonces, mis ojos se posaron sobre el padre de Thomas. No sabía que había venido, pero ahí estaba, de pie, un poco más arriba, aplaudiendo. Thomas era idéntico a él. Me miró de vuelta, se llevó un dedo a la boca, pidiéndome silencio, pero por supuesto que le contaría a Thomas que su padre había estado allí. ¿A cuántos partidos habría asistido sin decirle?

Una semana después, la escuela seguía celebrando, pero eso no nos eximió de los exámenes finales ni de las largas noches de estudio. Rosa, que se había cortado el cabello hasta la barbilla y le quedaba muy bien, se quedó a dormir el martes y el miércoles. El jueves, antes de la prueba de Biología, solo pude ver a Thomas brevemente; realmente no habíamos tenido mucho tiempo para conversar. El sábado, mis padres y yo partiríamos hacia Washington, donde pasaríamos las últimas semanas de noviembre antes del juicio.

Lo que prometimos (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora