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Llevaba un buen rato dando vueltas en el colchón

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Llevaba un buen rato dando vueltas en el colchón.

Las sábanas estaban revueltas, su ropa todavía seguía tirada en el suelo. Alex se había marchado muy temprano, mientras él todavía dormía.

Federico aún no terminaba de creerse lo que había sucedido la noche anterior.

Alex era un hombre apasionado, dominante y feroz en el sexo. Federico no tenía idea de que eso le iba a gustar tanto, así que ahí estaba, sorprendido consigo mismo y con ese noble muchacho de ojos azules que era capaz de convertirse en una bestia insaciable.

el hombre se mordió el labio inferior al recordar ciertas escenas.

Por supuesto que había tenido sexo antes, pero eso había sido algo completamente distinto.

Tomó su celular del suelo para revisar si tenía algún mensaje de él. Al no encontrar nada, comenzó a escribir con cierta ansiedad un escueto "Buenos días". No sabía qué más ponerle. Solo planeaba esperar a que la conversación se fuera desarrollando hasta llegar a lo sucedido, pero no obtuvo respuesta, ni durante la mañana, ni el correr del día.

Al llegar la noche, Federico ya estaba imaginándose lo peor. Temía que aquel arrebato hubiera arruinado la bonita relación de amistad que ambos compartían. ¿Qué tal si Alex se arrepintió? Si se sintió avergonzado o llegó a la conclusión de que aquel encuentro solo fue un error. Tal vez los dos se dejaron llevar más de la cuenta y confundieron el cariño con otra cosa, pero aquella pasión no era producto de un cariño fraternal. Entonces, ¿qué había pasado realmente?

El hombre se sentó en la mesa del comedor, con la cabeza hundida entre las manos.

Desde luego, era muy difícil salir del clóset en un pueblo como Sacramento. Para él no representaba un problema porque no residía allí de forma permanente, pero para Alex la historia era diferente. Era policía, hijo de dos adultos mayores muy conservadores, conocido por todos precisamente por su trabajo. Aquello podía significar un escándalo.

En medio de aquel divague, escuchó que alguien golpeaba la puerta. Se levantó para abrir y cuando lo vio parado allí, con su uniforme puesto, sintió una mezcla extraña de alivio y nervios.

—Alex, hola. Yo te escribí hoy temprano porque te fuiste sin decir nada y... Lo siento, pasa.

El oficial entró y cerró la puerta detrás de sí. Miró a Federico con una media sonrisa, luego lo abrazó.

Federico respondió aquel gesto, algo aturdido.

—Sí, ya lo imagino. Creíste que me arrepentí por lo que pasó anoche, ¿verdad? —preguntó, luego de deshacer el abrazo.

—¿No fue así?

—Por supuesto que no. ¿Tú te arrepentiste?

—No, no. De hecho fue genial, fue...

Las palabras murieron en su boca cuando los ojos azules de su amigo lo estudiaron.

—Sí, para mí también lo fue —concluyó Alex—. Tuve que irme porque me llamaron de la estación. Sucedió algo muy grave.

—¿Qué? ¿Aquí en Sacramento?

Alex asintió.

—Los vecinos llamaron para reportar que llevaban varios días sin ver a la señora Turner.

—¿La loca de Sacramento?

—Sí, ella. También dijeron que habían sentido un olor muy fuerte que al parecer salía de su casa. Ya sabes el resto de la historia. Cuando entramos, la encontramos en el comedor, sentada en la cocina. Al parecer ya tenía unos cuántos días muerta.

—Por Dios santo... —Federico se llevó una mano a la boca—. ¿Tienen alguna pista?

—La policía científica sigue investigando. Cuando yo me fui de la escena recién estaban retirando el cuerpo. Todavía falta confirmar si fue un accidente o un homicidio. Le iban a hacer una autopsia.

—Pero si la mataron, ¿quién y por qué haría algo así? Ella no tenía dinero ni nada de valor, todos sabemos que la poca familia que tiene se llevó todo.

—Precisamente eso es lo que estamos investigando. Estuve en la escena desde que me fui de aquí hasta ahora, pero necesitaba descansar un poco y... verte. Sabía que ibas a estar haciéndote la cabeza todo el día, lamento que hayas pasado ese mal rato, no fue intencional.

—Oh, no, no te disculpes conmigo. Estamos bien, de hecho, me alegra mucho que vinieras. ¿Te vas a quedar? ¿Quieres darte una ducha? Puedo prestarte algo de ropa. ¿Tienes hambre?

Entonces, cuando Alex soltó una risita, Federico se dio cuenta de que estaba haciendo demasiadas preguntas al mismo tiempo.

—Tengo algo de ropa en mi mochila, me las arreglaré con eso. Si a ti no te molesta mi compañía, me encantaría quedarme y que cenemos juntos. Pero si me quedo, ¿dónde voy a dormir? Solo tienes un colchón inflable de una plaza.

Federico se mordió el labio y soltó una carcajada nerviosa al ver la expresión pícara de Alex.

—Desde luego, tú te vas al sobre de dormir.

Entonces, Alex hizo un mohín.

—Pero qué mezquino... —respondió en tono de broma.

 —respondió en tono de broma

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¿Quienes MATARON a Bruno Franco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora