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No le había costado mucho trabajo ubicar al reconocido doctor Samuel Brigadier

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No le había costado mucho trabajo ubicar al reconocido doctor Samuel Brigadier. Supo que seguía dando charlas en la universidad de vez en cuando, y justo ese día lo pilló saliendo de una.

Obviamente, aquel encuentro no había sido para nada una casualidad. Manuel llevaba unos cuántos días averiguando y siguiéndole el rastro. Aunque, por supuesto, aquello era un detalle que solo él podía saber.

El hombre, notablemente envejecido por el paso del tiempo, ensanchó una sonrisa cuando vio a su ex alumno acercarse para saludarlo.

—¡Pero miren esto! —El hombre mayor le estrechó la mano al más joven— ¿Qué te trae por aquí, Manuel? Los ex alumnos no suelen venir a la universidad después de recibir su título.

—Doctor, es un honor volver a verlo —contestó Manuel—. Usted ya sabe que yo siempre fui una excepción a la regla. Estoy en continua capacitación para ser el mejor.

—Vas por buen camino, hijo, siempre te destacaste por eso.

Cuando el hombre estuvo a punto de despedirse, Manuel lo detuvo.

—De hecho, ya que lo encontré, ¿está libre para tomar un café? Estoy analizando algunos casos ya viejos, pero me encantaría recibir la opinión de quien fue mi maestro durante tantos años, y sigue siendo un gran referente para mí.

Y en ese momento, cuando la sonrisa del hombre se ensanchó, Manuel supo que había dado en el blanco.

El doctor Brigadier nunca se caracterizó por ser un hombre modesto. Tal vez su egocentrismo fue lo que lo llevó a convertirse en quien era, pero ese mismo rasgo también era su mayor debilidad. Le encantaban las adulaciones, el ser llamado "mentor" o "maestro". Incluso cuando ejercía, solo permitía que le dijeran "decano" o "doctor".

Se acercaron a la cafetería de la universidad por recomendación de Manuel. Alegó que las meriendas que servían allí eran deliciosas, pero la verdadera intención del muchacho era pasar desapercibido de todas las miradas y los oídos curiosos. Nadie sospecharía si dos colegas conversaban sobre un caso dentro de la cafetería de la universidad; eso era algo que podía verse muy a menudo sin que llamara la atención de nadie.

Se sentaron en una de las mesas, uno frente al otro. Manuel llevaba una carpeta con las fotos que le había pasado Alex impresas, mezcladas con algunas de otros casos.

—Verá —comenzó Manuel, mientras abría la carpeta—, a veces me pongo a re estudiar casos que ya se cerraron, para ver si logro encontrar alguna pista más sobre las víctimas. Traje algunas fotos de diferentes autopsias, supervisadas y realizadas por otros colegas.

El doctor chasqueó la lengua.

—Los forenses que trabajaban en mi época eran unos ineptos —comentó con desdén—. Puedo asegurarte que, la mayoría de las autopsias que ellos hicieron están repletas de detalles que pasaron por alto.

¿Quienes MATARON a Bruno Franco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora