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—¡¿Están locos?! ¡Ni hablar!

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—¡¿Están locos?! ¡Ni hablar!

El hombre caminaba a paso apresurado, con varias carpetas bajo el brazo. Manuel, Federico y Alex lo seguían de cerca.

—¡Pero doctor...! —insistió Federico—. Es por una causa noble, para hacerle justicia a mi hermano. Solo usted está capacitado para dar esa declaración...

—¿Y arriesgarme a terminar como Manuel? O peor... ¡Muerto en algún descampado! El alcalde ya dejó bien claro que no quiere que se siga revolviendo este caso, ustedes deberían hacer caso a las advertencias.

—No podemos permitir que él siga haciendo lo que quiere solo porque tiene un cargo alto —atacó Alex—. Ocultar un asesinato es algo gravísimo, doctor.

—Para eso estás tú, ¿no? —contestó el doctor Brigadier, sin dejar de caminar—. Eres policía, se supone que tú eres el que atrapa a los malos. Ve y haz tu trabajo.

—No puedo hacerlo si no tengo suficientes pruebas, doctor Brigadier. Usted sabe bien cómo funciona esto.

El hombre se detuvo en seco. Acomodó sus carpetas y se pasó la mano libre por el pelo.

—No quiero estar metido en esto. Sé que lo que sucedió en aquel entonces estuvo mal, pero yo no tuve nada que ver, solo seguí órdenes porque me obligaron a hacerlo. Lamento mucho no poder ayudarlos, chicos, pero temo por mi vida y la de mi familia.

—Entendemos que tenga miedo, doctor —intervino Manuel—. Pero si usted dejó esa copia en el archivo es porque en el fondo esperaba que alguien lo descubriera algún día. Ese día puede ser ahora.

—Trataremos de protegerlo de cualquier peligro —agregó Alex—. Lo cierto es que, aunque usted no testifique, todos aquí estamos a merced de un hombre corrupto. ¿Qué más vamos a esperar? Si no somos nosotros, ¿entonces quién va a erradicar el mal de Sacramento?

El doctor, aunque escuchó las palabras de todos, solo soltó un suspiro pesado y se marchó sin más.

—Vaya, salió excelente, ¿no? Carajo...

—Tranquilo, Alex, todavía tenemos el testimonio de Manuel.

—Sí, pero ese hijo de puta solo va a ser juzgado por el caso de la señora Turner, no por tu hermano. Necesitamos más que solo pruebas circunstanciales.

—Alex, confiemos en lo que tenemos —agregó Federico—. Todos sabemos que al alcalde no lo liberaron por falta de pruebas, fue por sus contactos. Si logramos que sea juzgado aunque sea por el ataque a Manuel, ya lo estamos sacando de su puesto. Tal vez no se haga justicia por mi hermano, pero al menos ese tipo no va a seguir siendo el alcalde de Sacramento.

Alex asintió, aunque no estaba en absoluto conforme con el resultado de la conversación con el doctor Brigadier.

El juicio estaba cada vez más cerca y el oficial sentía que estaban luchando contra un titán. El alcalde tenía contactos por todo el pueblo y un equipo de abogados que los harían pedazos si no tenían un caso sustentable. Era imperativo conseguir más pruebas si pretendían ganarle.

. . .

Luego del desastroso resultado de la conversación con el doctor Brigadier, Alex, Manuel y Federico se juntaron en la casa de este último para repasar el caso.

—Llamé al comisario Umpierrez para preguntar si hay posibilidad de saber qué fiscal va a estar a cargo del caso. Supe que el juez es un hombre que lleva relativamente poco tiempo en el cargo; por lo que tengo entendido no tiene ninguna conexión con el alcalde. Pero el fiscal...

—Esos perros hacen lo que sea por un par de sucias monedas —agregó Manuel.

—Por eso era ideal mantener al alcalde fuera de combate hasta el juicio, pero ese desgraciado se las arregló para salir...

—Hiciste lo que estuvo a tu alcance y lo sigues haciendo, todos nosotros. El único comodín que teníamos no aceptó testificar, así que, a menos que ocurra un milagro, vamos a tener que presentar lo que tenemos. Hablé con mi abogado y él aceptó representarnos. Mañana viajará hasta aquí y nos reuniremos para repasar lo que tenemos hasta ahora. Luego de eso, el siguiente paso es armar un buen caso.

—Sí, supongo que tienes razón —concluyó Alex, derrotado.

—¿Saben qué? Este día fue un asco. ¿Qué les parece si pedimos una pizza y olvidamos este tema por un rato? Necesito tener mi mente fresca para mañana —propuso Alex.

Sus dos compañeros aceptaron gustosos. Lo cierto era que los tres llevaban semanas tratando de conseguir pruebas, repasando una y otra vez lo que tenían y caminando en círculos. Necesitaban tomarse un respiro, una breve pausa antes de seguir con aquella batalla que parecía interminable.

Así que, luego de una pizza, unas cuántas cervezas y una charla amena, Alex y Manuel se despidieron de Federico, con la promesa de reencontrarse al día siguiente luego de la reunión con el abogado de la familia Franco.

Federico estaba algo mareado por las cervezas, así que decidió darse una ducha rápida antes de acostarse. Pero justo cuando estaba a punto de meterse al baño, escuchó el sonido del pestillo de la puerta principal.

—¿De qué se olvidaron...?

Su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró, parado frente a él, a un hombre vestido con ropa deportiva negra y un pasamontañas cubriéndole todo el rostro.

El hombre se abalanzó hacia él y allí mismo comenzaron un forcejeo que los llevó a ambos al suelo. Federico estaba en desventaja dado que el alcohol no lo tenía con sus cinco sentidos al cien, así que, como era de esperarse, aquel hombre consiguió inmovilizarlo.

—¿¡Quién eres!? —gritó Federico—. Eres uno de los matones del alcalde, ¿no? ¡Aunque me mates la verdad se va a saber!

Entonces, el hombre sacó una pistola del bolsillo de su canguro negro y le apuntó a Federico entre medio de las cejas.

—Vamos, ¡dispara de una vez! —siguió gritando, pero el hombre no respondía—. ¿Qué pasa, te acobardaste? ¡Dispara, hijo de puta!

El hombre parecía haberse congelado. Federico alcanzó a notar que la mano que sostenía el arma estaba temblando. Así que aprovechó aquella pequeña ventaja para empujarlo y sacárselo de encima. El arma se cayó y Federico la pateó lejos, luego se dirigió nuevamente al intruso que estaba parado frente a él. Pero este no tenía intención de atacarlo esta vez. En lugar de eso, se giró rápidamente y salió corriendo por la puerta delantera, que había quedado semiabierta. 

 

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¿Quienes MATARON a Bruno Franco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora