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Los reporteros se amontonaban en la entrada de su casa como si se tratara de una horda de zombies

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Los reporteros se amontonaban en la entrada de su casa como si se tratara de una horda de zombies.

Federico alcanzó a ver por la ventana, pero antes de que pudiera ocultarse, uno de los camarógrafos alertó a los demás, y luego todos corrieron despavoridos hacia la ventana.

"¿Qué recuerdas sobre el caso de tu hermano?", "¿De verdad piensas que fue asesinado?" "¿Por qué esperaste tanto tiempo?"

Esas fueron solo algunas de las preguntas que alcanzó a escuchar.

En un momento, escuchó las sirenas de un patrullero y la voz de Alex dispersando a los reporteros.

Alex se había vuelto un especie de salvavidas para Federico. Siempre tenía las palabras exactas, siempre llegaba en el momento justo. Tal vez, la respuesta a la pregunta de su madre estaba allí, implícita; "¿Quién cuidará de ti?" preguntó ella, con el miedo haciendo temblar cada palabra. Y entonces, Alex aparecía para ser rígido cuando era necesario, pero también para darle calidez y seguridad.

—Fede, soy yo —escuchó su voz a través de la puerta—. Ábreme, ya se fueron.

Federico abrió la puerta y Alex se escabulló dentro de la casa, cual fugitivo.

—¡Es una maldita locura! —exclamó Federico.

—Te lo dije. Estos buitres van a acecharte hasta conseguir algo. Pero eso es lo que menos debería preocuparnos por ahora. El alcalde mandó a sus matones a la comisaría. Quisieron frenar el proceso e intimidar al teniente, pero claramente no lograron nada.

—Pero eso es bueno, ¿no?

Alex suspiró.

—Sí y no. Eso significa que el alcalde está asustado, sabe lo que se le viene encima. Eso puede provocar que haga muchas locuras, así que, por lo pronto, tú vas a estar vigilado. Así que no te alarmes si ves un patrullero rondando en tu casa. Creo que también va a ser una buena forma de evitar que estos idiotas se amontonen en la puerta.

Federico se pasó la mano por el pelo. No podía negar que estaba asustado, pero no se echaría atrás ahora que todo estaba en marcha. Solo le quedaba confiar en que, esta vez, las cosas serían distintas y la justicia primaría por sobre la maldad.

. . .

Las imágenes se repetían una y otra vez como si su propia mente tratara de torturarlo. Sentía las voces de aquellos hombres, luego los golpes, e incluso el sonido seco de los huesos quebrándose cuando uno de ellos le pisó las manos. Luego, al quedar tendido allí, a merced de la muerte, sus ojos hinchados se abrieron en el momento justo, cuando uno de sus atacantes se quitaba el pasamontañas.

Trató con todas sus fuerzas de recordar su rostro, incluso con la incertidumbre a flor de piel. No sabía si iba a vivir, pero si lo conseguía, mantendría aquel rostro en su memoria para hacer justicia.

—Está despertando, ¡llama al doctor!

Escuchaba las voces de las enfermeras a lo lejos. Abrió los ojos con pesadez pero los cerró de inmediato cuando las luces blancas lo encandilaron. Le costó mucho trabajo mantenerse despierto; se sentía adormecido, aletargado, pero por lo menos lo había conseguido: estaba vivo. 

 

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¿Quienes MATARON a Bruno Franco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora