Los dedos deformes del hombre arañaban la tierra a medida que se arrastraba. Tuvo que moverse al menos diez metros antes de distinguir el pavimento. No sabía dónde estaba, tenía la visión borrosa por la grave hinchazón que los golpes le habían dejado en los ojos, los cuales se colmaron de lágrimas en el momento en que pensó si iba a morir allí. Estaba aterrado. El dolor intenso y punzante lo tenía al borde de perder la conciencia, cuando lo encandiló una luz en la carretera.
...
—¿¡Qué quiere decir!? ¿¡No hay nada de qué!? —gritaba Alex al doctor.
Eran las seis de la mañana cuando la ambulancia llegó con las sirenas encendidas. Una vez ingresado el paciente, los murmullos llegaron a cada rincón dentro del Hospital.
—¡Alex, tu rabia no es conmigo! Lo encontraron así esta mañana, está luchando por su vida, tiene fracturas y edemas por todo el cuerpo, hacemos lo que podemos.
—¡Maldita sea! —exclamó Alex angustiado.
El doctor colocó una mano sobre su hombro.
—Necesitas respirar. Te prometo que está en las mejores manos, Alex, es fuerte, lo que resta depende de él.
Aquel hombre al costado de la carretera era Manuel. En ese momento estaba conectado al respirador, con la presión por los suelos, luchando por su vida.
Federico apareció por el pasillo a los veinte minutos de recibir un mensaje de Alex, avisando que iría de urgencia al hospital porque un amigo estaba grave. Cuando Alex lo vio llegar, una sensación de temor se arremolinó en su estómago. Cayó en cuenta de que cualquiera que se viera involucrado en la muerte de Bruno Franco estaría en grave peligro. Lo tomó del brazo y salió disparado hacia el pasillo, buscando una habitación vacía donde esconderse con él para hablar lejos de las miradas curiosas.
—Escucha, Fede, ¿recuerdas eso que querías hacer?, ¿tus planes de dejar la casa y volver? Vete, te tienes que ir cuanto antes.
Federico se quedó en blanco.
—¿Estás loco? No pienso irme, y menos ahora que Manuel está así.
—¡Pero es que no estás entendiendo! —exclamó Alex, un tanto desesperado.
—Entonces explícame, para que pueda entender —dijo y bajó la voz—. Dijiste que sentías cosas por mí, si eso es así, necesitamos comunicarnos mejor. No voy a irme ahora después de... Ya sabes. Yo también podría estar sintien...
—No, espera, Fede... —se llevó ambas manos a la cabeza intentando contener su frustración—. Manuel era el informante que tenía dentro del hospital. ¿Lo entiendes? No fue un accidente, tampoco es una casualidad que él esté ahí, luchando por su vida. Hoy fue él. Mañana podemos ser nosotros. Y no quiero que seas tú.
—Es un riesgo que sabíamos que podríamos correr cuando iniciamos esto. Huir no es una opción para mí, porque aunque yo me vaya, tú te vas a quedar aquí. No pueden silenciarnos a todos, eso sería muy sospechoso. Ya esto lo es.
Alex caminó por la sala, pensativo.
—¿Sospechoso para quién?, ¿para la policía? No sé cómo voy a continuar con esto, no sé a quién voy a recurrir ahora, ¿en quién podemos confiar?
La única respuesta que vino a su mente fue arriesgarlo todo recurriendo al nuevo comisario en jefe de la policía, un hombre un tanto tosco que había sido transferido un par de años después de la muerte de su abuelo y que no tenía más que perder que su preciado honor.
...
—Tenemos presupuesto para construir una fuente con estatuillas de mierda pero nunca para instalar farolas y cámaras en la carretera de un pueblo de menos de diez mil habitantes, es una vergüenza que la gente se muera en nuestras calles y nunca tengamos evidencia para trabajar —protestaba Jorge Umpierrez, el comisario en jefe, luego de lanzar con bronca el expediente de Manuel sobre su escritorio.
Alex golpeó la puerta de su oficina y sin esperar la autorización de su superior, ingresó al despacho.
—Señor, tengo que hablar con usted, es urgente.
—¿Qué más da?, ya estás adentro. Si es por el caso de Manuel, no tenemos nada. Nunca tenemos un carajo. No vengas a hacerme un berrinche porque a mí nada más me pagan para hacer papeleo y sentarme aquí a verte la cara de engreído que tienes.
—¿Y si le digo que sí tenemos...? Más de lo que cree.
—No empieces con misticismos, Ruiz, ¿consultaste a la tarotista del pueblo? A esta altura es la única manera de que tengamos información confiable.
—Señor, es importante. Es grave. Es... Déjeme contarle.
Alex le contó cada detalle desde la llegada de Federico. La muerte de la señora Turner, la confesión de Brigadier, los documentos traspapelados y los últimos eventos en el hospital: el robo de archivos y el ataque a Manuel, su único informante.
—Esto es así, todo tal cuál me lo estás diciendo —quiso confirmar Jorge.
Alex abrió la foto del primer informe sobre Bruno Franco que Manuel le había enviado a su celular y la puso frente al comisario, quien comenzó a revisar el contenido de inmediato, negando con la cabeza.
—Esto es increíble... —musitó indignado—. ¿Esto es real?
—Creo que es suficiente para reabrir el caso de Bruno Franco, y poner en aviso a la prensa, me parece que es el único modo de frenar los intentos de silenciar a los involucrados. Si la prensa interviene el Alcalde estará sujeto al escrutinio público y tendrá que parar.
—Tenemos que estar preparados para la tormenta de mierda que se nos va a venir encima. Lo importante ahora es poner bajo resguardo al chico que atacaron y al hermano de Bruno Franco —tomó el teléfono que estaba sobre su escritorio y marcó a la oficina principal para solicitar escoltas—. Te sugiero que tú también vayas con cuidado.
—Sí, señor. Gracias.
Alex se giró para marcharse y en ese momento, la voz del comisario a sus espaldas lo detuvo.
—Ruiz... Buen trabajo.
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¿Quienes MATARON a Bruno Franco?
Mystery / ThrillerLa familia Franco tuvo que atravesar un momento durísimo cuando el mayor de dos hermanos, Bruno Franco, falleció en un accidente. Sin embargo, quince años después, resurge un rumor que comienza a levantar sospechas en el hermano menor de Bruno.