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Llevaba un buen rato dando vueltas en el supermercado

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Llevaba un buen rato dando vueltas en el supermercado. En el carro solo había puesto un juego de vasos y unos manteles individuales.

No le gustaba para nada la idea de tener que quedarse más tiempo del previsto en Sacramento, pero después de haber leído el expediente de su hermano, para Federico era tremendamente necesario averiguar qué fue lo que realmente pasó aquella noche que le cambió la vida, a él y a su familia.

—Guau, así que los rumores eran ciertos...

Una voz a sus espaldas lo sacó de sus pensamientos. Federico se giró para encontrarse con un muchacho un poco más alto que él, con una enorme sonrisa dibujada en el rostro.

—¿Robert? —preguntó Federico.

—El mismo.

En ese momento, Federico sonrió y extendió los brazos para estrechar al muchacho.

—¡Pero cómo has crecido! —exclamó Federico—, ya se me hacía raro no haberte cruzado por ahí, pensé que te habías mudado del pueblo.

Robert le palmeó la espalda con gentileza.

—Estuve fuera un tiempo por la universidad, pero regresé por mis padres. De todas maneras, no planeo quedarme mucho tiempo, solo vine por una temporada. ¿Cómo has estado tú? ¿Tus padres? ¿Viniste con ellos?

—No, mis padres se quedaron en la ciudad. Yo solo vine para resolver unos asuntos con la casa, pero estoy instalado en otro lugar. He estado bien...

—Parece que igual no tienes pensado marcharte tan pronto —dijo Robert, mientras señalaba con el mentón el carro de Federico.

—Bueno, surgió algo y parece que voy a tener que quedarme un poco más de lo planeado, la casa no tiene nada, así que estaba comprando algunas cosas básicas para no vivir como un indigente.

Ambos se rieron.

—Si necesitas algo sabes que puedes contar conmigo. Solo avísame. Es más, pásame tu número así estamos en contacto. Justo tengo unos días libres así que, si quieres, podríamos salir a comer algo juntos.

Robert era una persona muy cercana a la familia Franco. Era amigo de su hermano desde que ambos eran unos niños. Asistieron juntos a la escuela y a la secundaria, era como un miembro más de la familia. Cuando Bruno murió, Robert quedó completamente devastado. Ambos habían planeado muchas cosas juntos; querían asistir a la misma universidad, graduarse juntos, mudarse a un apartamento en la gran ciudad. Para Federico, Robert era un hermano del corazón, y a pesar de que no mantuvieron el contacto cuando él se fue de Sacramento, todavía conservaba ese gran cariño hacia él.

Intercambiaron números y se quedaron conversando un rato más, mientras Federico terminaba de hacer sus compras. Robert lo ayudó con las bolsas y lo acompañó hasta su auto. Se despidieron con la promesa de juntarse para cenar pronto.

Cuando Federico llegó a su casa, Alex lo estaba esperando en la puerta, aún con el uniforme puesto.

—Justo a tiempo, oficial —dijo Federico—. Compré una cantidad ridícula de cosas, necesito a alguien que me ayude a bajarlas.

Alex lo saludó con una amplia sonrisa.

—Estoy para servir a la comunidad —dijo en tono de broma.

Entraron las bolsas a la casa y las dejaron sobre la mesa. Entre los dos comenzaron a desembalar los vasos y platos de cerámica para dejarlos dentro del fregadero.

—Vine para saber cómo estabas. No recibí noticias tuyas en un par de días y supuse que necesitabas un respiro, pero estaba preocupado.

Federico esbozó una media sonrisa.

—Estoy bien. Solo estaba procesando todo lo que pasó. Todavía me cuesta trabajo asimilarlo, ¿sabes? Mi hermano era... él lo era todo para mí. Era un buen chico, no merecía lo que le pasó.

Alex se acercó y apoyó una mano en el hombro de Federico.

—Para los criminales no es relevante si la víctima es buena persona o no. Ellos solo actúan en función de sus propios beneficios. Él fue una víctima de las circunstancias, de un asesino. Pero yo lo conocí, no me cabe duda alguna de que era un excelente muchacho, y tú también.

Federico, conmovido ante las palabras de su viejo amigo, se acercó a él para estrecharlo en un abrazo apretado. Alex lo recibió con gusto. Le palmeó con suavidad la espalda para consolarlo cuando notó que el hombre había comenzado a llorar.

—A veces lo extraño tanto... Quisiera poder despertarme un día y que todo esto haya sido una pesadilla. Pensé que todo este asunto había quedado cerrado, pero estar aquí me recuerda todos los días que Bruno ya no está.

—Te prometo que voy a hacer todo lo posible por llegar al fondo de todo esto. Vamos a trabajar juntos para resolver esto y honrar la memoria de Bruno. Dondequiera que él esté, de seguro está orgulloso de ti, de la persona en la que te convertiste, de que sigas luchando aun cuando la tristeza te invade algunas veces. Deja que eso fluya, Fede, permítete llorar cuando lo necesites.

Federico se limpió el rostro con el dorso de las mangas antes de contestar.

—Gracias. Creo que si no fuera por ti estaría envuelto en la mismísima mierda. Mira, hasta me hiciste comprar vasos y platos.

Ambos soltaron una carcajada.

—Ahora voy a comer en tu casa todos los días. Como en los viejos tiempos. Solo que, en vez de cocinar tu mamá, me vas a cocinar tú.

Federico le dio un empujón suave a modo de broma.

—Ni hablar, tú también vas a tener que cocinarme algún día. Yo pongo la casa y los platos. Mira —revolvió en la última bolsa que quedaba sin abrir y sacó un mantel de tela envuelto en un empaque de plástico—. Compré un mantel. No me encantó el diseño, pero bueno, era lo que había. También traje individuales.

Alex hizo un gesto de aprobación.

—Excelente, ahora solo falta que saques ese vaso de plástico y te compres un florero de verdad.

Los dos se volvieron a reír.

—Me estás pidiendo demasiado.

—Me estás pidiendo demasiado

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¿Quienes MATARON a Bruno Franco?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora