𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 12

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—¡Hola, !

James sonrió en medio del sudor y el movimiento constante de su cuerpo. Detuvo la cuerda y los pequeños saltos al ver a su madre salir con las manos en la cadera y una expresión suave en su rostro.

Se quitó los audífonos mientras tiraba a un lado la cuerda y se acercaba para saludarla.

—Estamos a menos de cuatro grados, James.

—¿Sí? No he visto el clima.—contestó fingiendo indiferencia. Effie lo miró como si no tuviera remedio.

—¿Por qué no me avisaste que vendrías?—le pregunta ella con una mirada de reproche.

—Papá dijo que no te interrumpiera.—contestó y se inclinó para poder besar su mejilla pero ella dio un paso atrás con una mueca en la cara.—¿Qué?

—Estás sudado.

—Soy tu hijo.—se quejó.—Me tienes que querer aún si huelo feo.

—No firmé ningún contrato que diga eso, amor.—contestó en tono condescendiente mientras daba media vuelta para volver a la cocina—Ve a bañarte, haré el almuerzo.

James amaba la casa de sus padres. Era de una sola planta ubicada en las afueras de la ciudad, con un patio grande y una pequeña piscina, aunque ahora nadie tenía intenciones de congelarse dentro de ella, el césped siempre cortado por su padre, y el aroma dulzón de los aromatizantes de su madre que invadía cada rincón y que James asociaba con la palabra "hogar".

Era su casa de verano anteriormente. Pero cuando Sirius y él terminaron sus estudios; sus padres decidieron que sería bueno un cambio para ellos, ahora que 'sus chicos' eran independientes podía estar lejos de la urbanidad y respirar aire fresco en los campos. Vendieron la casa de la ciudad y se mudaron. A James le encantó al principio.

Claro, cuando tenía que manejar horas para encontrar un lugar de entretenimiento no tanto, además de la fastidiosa distancia que recorrer solo para ver a Sirius, quien en ese entonces estaba en la residencia de la universidad mientras James holgazaneaba en casa porque no tenía ni idea de qué hacer con su vida. Conducía solo para poder pasar un par de horas juntos y en ocasiones se colaba en su dormitorio para evitar regresar el mismo día.

James empezó a salir a correr por las mañanas por aquellas praderas cuanto tenía dieciocho, más para despejar su mente que por beneficios físicos.

Sus padres nunca lo presionaron para elegir una profesión y James se tomó todo el tiempo necesario para pensarlo. Dio vistazos a universidades e incluso le ofrecieron una beca de deportes luego de haberse graduado pero la rechazó. Era cierto que su desempeño atlético era mejor que en la teoría de los estudios pero seguía sin estar seguro de elegir tal camino. Visitaba a Sirius tanto como podía para poder ver algo que le llamara la atención en los campus pero nunca hubo nada para él en esos grandes edificios.

Su pequeña fascinación por el boxeo nació cuando se escapó con Sirius a una de las peleas clandestinas que se llevaban a cabo en bodegas abandonadas. Eran estudiantes los que se enfrentaban, aunque algunos eran chicos de afuera deseosos de ganar apuestas, era un poco diferente a lo que practicaba ahora pero era la misma esencia. James se quedó boquiabierto al ver la tenacidad, agilidad de acertar y soportar golpes.

Solo pensó "Ser capaz de hacer eso debe ser genial"

No le contó a Sirius de su interés y volvió a casa, investigó un poco y de pronto estaba saliendo a correr contando los kilómetros y el tiempo.

Compró un juego de pesas y la instaló en su cuarto, todavía recordaba la expresión desconcertada de su madre, quien se inclinó hasta su padre y le susurró algo que James pudo escuchar a la perfección y que le hizo reír.

Ultraviolence | Jegulus |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora