𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 15

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Una semana es suficiente para que Regulus sienta que no puede más.

Pero si puede, obviamente.

Todo es diferente, y al mismo tiempo, familiar. Los desayunos y las cenas son como los recordaba, la forma en que la luz de la mañana se filtra por las ventanas y en las noches la lámpara colgada del techo, que iluminaban la habitación con una luz cálida y al mismo tiempo siniestra. Todo es igual.

Aunque con el pasar de los años se redujeron las sillas ocupadas. Hace diez, cuatro platos eran servidos, luego fueron tres, ahora solo son dos. Regulus se pregunta si un día llegará a ser solo uno y quién será el desafortunado de sentarse a comer solo en aquel comedor.

Regulus ya lo sabe, pero le gusta fingir que no.

Su regreso a la mansión fue bastante tranquilo para su propia consternación. Pidió una habitación diferente a la que tuvo por años, la de su infancia y adolescencia que sólo encerraba recuerdos que prefería olvidar, incluso si eran buenos. Decidió mantener todo tan superficial como era posible, su estancia sería temporal.

Regulus procuraba pasar el menor tiempo ahí, sentía que se volvería loco si se quedaba demasiado. Podía ver vestigios de una versión miniatura suya mirando con cautela por las puertas, un Sirius corriendo por los pasillos sólo para desafiar a Walburga, el estudio de Orión con personas que iban y venían. Ahora todo estaba desierto, los sirvientes se las arreglaban para parecer fantasmas, apenas se lograban ver a los enfermeros que contrató y, bueno, está agradecido por eso.

Si es sincero, le afectó más de lo que pensó que podría hacerlo.

Regulus creía haber dejado muchas cosas atrás, superado y guardado al fondo de su mente. Fueron suficientes seis días para darse cuenta que, probablemente, nunca lo haría. Que algunos recuerdos jamás se irían, que la única opción que tiene es aprender a vivir con ello.

Ya aprendió ¿no? Está seguro de que sí, así que no encuentra la razón por la que cuatro de los seis desayunos han terminado en el retrete.

Regulus se siente enfermo o quizás mejor que nunca. Se siente distante, casi como un fuera un espectador externo de su vida. Se mueve en automático, se despierta, trabaja, procura llegar tarde, fuma un cigarro en el jardín y duerme. O al menos lo intenta.

Dormir es de las cosas que no puede hacer.

Remus lo nota. Por supuesto que lo hace. Ha dejado de desayunar con él y rechaza los almuerzos fingiendo que está demasiado ocupado. Pero Remus sabe que no lo está. Es un hombre demasiado perceptivo para su propio gusto y cada día que pasa le lanza una de sus miradas evaluadoras, como si midiera su estado de ánimo o físico.

—¿No vas a comer?

Regulus observa la ensalada en su plato intacta y niega con la cabeza. Lo empuja en dirección a su amigo, esperando que la coma si quiere. Apoya su barbilla en la mano y observa las mesas aledañas del pequeño restaurante rápido al que salieron.

—No tengo hambre.

Remus no contesta, no lo presiona, solo se queda con él y Regulus se lo agradece con el alma.

Pero otras veces, intenta indagar en lo que sucede. Regulus no le ha dicho que está durmiendo en la mansión, que desayuna y cena en ocasiones con su madre, no lo hará hasta que sepa que podrá soportar su mirada incrédula y el "imbécil" que soltará por haber aceptado tan fácilmente.

Regulus recuerda vagamente decir que preferiría cortarse la garganta antes que volver. ¿Debería hacerlo ahora?

Tal vez eso lo tiene un poco enfermo, quizás si quería volver y no lo sabía.

Ultraviolence | Jegulus |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora