Capítulo 2: LA VISITA

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"Y quizás no se trate verdaderamente de amor cuando digo que te amo; no cuando para mí el amor consiste en que tú eres el cuchillo que yo retuerzo en mi interior".

FRANZ KAFKA

"Ron siempre ha sido un imbécil", declaró Ginny, mientras asesinaba una zanahoria sobre la tabla de cortar. Harry y ella se habían mudado a un acogedor apartamento con una cocina conectada al comedor, dos habitaciones cómodas que su amigo se encargaba de mantener en un desorden absoluto, y un rincón para el sofá con las paredes adornadas con imágenes mágicas de quidditch, que Hermione de buena gana habría dejado sin movimiento en forma permanente.

El lugar quedaba cerca del Callejón Diagon, permitiendo a la pelirroja acudir a la tienda de George, donde pasaba gran parte de su tiempo ayudando. La otra parte, la consumía preparando todo para la llegada de su primer bebé.

"Siempre he creído que mamá debió tomarse la poción esterilizadora después de los gemelos", siguió, incorporando las verduras a la olla.

"Ginny", sonrió Hermione confundida. "Tú vienes después de Ron".

"Si", la pelirroja torció el labio. "Lo mismo me recuerda mi madre cada vez que se lo digo". Una breve risa compartida ayudó a aliviar la tensión que se había generado previamente, al tocar el tema, y Hermione agradeció que Ginny no hiciera las preguntas incómodas que ella había temido. "La parte buena, es que ya no estás con él. Nunca hicieron sentido como pareja de todas formas".

Antes de que Hermione pudiera replicar, la puerta se abrió, dando paso a Harry, quien fue recibido con un efusivo beso de su esposa. Hermione continuó comiendo trocitos de zanahoria como si nada, recordando que hubo un tiempo en que aquellas expresiones de afecto la incomodaban, pero a fuerza de exposición, fueron perdiendo su efecto en ella.

Lo que sí logró conmoverla, fue el modo tierno en que Harry acarició la incipiente barriga de Ginny, antes de sonreír en su dirección. Pero Hermione no fue capaz de devolver la sonrisa, pues fue invadida de golpe por una vertiginosa sensación que la obligó a llevar sus manos a apretarse la cabeza con fuerza.

"Puedes estar tranquila, Granger", era su voz, estaba segura. Su voz, vibrando en su memoria, como un recuerdo largamente olvidado. "No hay ningún despreciable hijo de mortífago creciendo ahí".

"No es eso, y lo sabes...", esta vez era su propia voz. Lejana y amortiguada.

"Hermione, ¿estás bien?", la preocupación en la voz de Harry la trajo de vuelta al presente, aunque aún le tomó unos segundos sobreponerse al recuerdo.

"Harry", los ojos de su amigo estaban muy cerca de ella, "Tengo que hablar con Malfoy".

****

Azkaban no era muy distinta de las horrorosas descripciones que hacían de ella. Sus altos muros de piedra y la humedad que se respiraba, parecían albergar los gritos de muggles torturados y de magos y brujas inocentes que sucumbieron a la locura del encierro.

Hermione se preguntó cómo hacía Malfoy para mantenerse cuerdo en ese lugar, por que los ojos del prisionero que sentaron frente a ella, en su impecable mono color naranja, no eran los ojos de un loco. De un modo que no podría explicar, sintió alivio porque conservara su mente. Aunque estaba claro que el resto de él no era inmune a los efectos de la prisión, como daban clara cuenta su labio roto, el morado que coloreaba la parte inferior de sus ojos y la nariz algo torcida con que la recibió.

"¿Qué le pasó a tu nariz?", preguntó Hermione, una vez que los dejaron solos, y tras ser advertidos de que solo contaban con cinco minutos. Era la primera vez que le hablaba desde el final de la guerra y se sintió tonta por esperar contestación de alguien cuyas respuestas no eran más que ironías y sarcasmos y que defendía sus recuerdos tras muros de oclumancia que ningún mago o bruja había logrado traspasar.

MORTÍFAGO (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora