Capítulo 34: LA MANSIÓN

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"...y comprendí que aquel odio descomunal que había sentido contra él era en el fondo un odio contra mí mismo. En algún oscuro rincón de mi conciencia sabía que con ese acto no solo lo destruía a él, sino también a una parte de mí."

EL TUNEL, Ernesto Sabato

Un manto de fría humedad envolvía todo, haciendo que el aliento de Theodore Nott se condensara en pequeñas nubes que se disipaban en la oscuridad, como fantasmas efímeros. Recordó cómo de niño solía distraerse del frío en las mazmorras, creando volutas con su aliento, un pasatiempo que ahora le parecía tan lejano como inocente. Había aprendido a convivir con el frío y la oscuridad, como si fueran compañeros inevitables en su vida.

Y también con el dolor... Y el odio.

Fue la voz de Granger la que lo arrancó de sus recuerdos.

"La poción para el dolor lo tendrá adormecido un par de horas", dijo, inclinada aún junto a Blaise, quien parecía haber caído en un sopor instantáneo tras la administración de los brebajes y la curación de la herida. "¿No sería mejor llevarlo dentro para que descanse?"

Theodore esbozó una sonrisa irónica. Había prometido a Luna comportarse decentemente con Granger, pero le costaba no burlarse de su visión idealista del mundo.

"No tiene sentido llevarlo a descansar si tendremos que moverlo en unos minutos", explicó, intentando contener el tono burlón que solía adoptar con ella, mientras removía sus propios frascos en la caja que había traído consigo y lanzaba a Draco una muda de ropa.

"Zabini no está en condiciones de tomar otro traslador así", insistió la medimaga, obligándolo a mirarla. "Podría reabrirse la herida y...", sus irritantes ojos se desviaron sutilmente, pasando del enfado a la turbación, cuando se fijaron en el rubio que se cambiaba de ropa a pocos pasos de ellos. Theodore casi pudo adivinar el rubor en sus mejillas.

"¿Se te perdió algo, Granger?", sonrió en su dirección, trayendo de regreso el enojo a sus ojos. Draco acabó de colocarse el polerón, claramente molesto de tener que usar ropa muggle, ignorante del efecto que su acción había tenido en ella, y a Theodore le dieron ganas de decirle a ese par de idiotas que consiguieran un cuarto y arreglaran sus problemas de una vez.

Pero no seré yo quien sugiera algo así mientras Draco siga enfadado, se dijo. Conocía al rubio demasiado bien como para saber que hablar del tema con él mientras la rabia le impidiera ver más allá de su ira, era inútil, y peligroso.

Tampoco sería quien pusiera a Granger al tanto de que su amigo seguía tan jodido por ella como ella por él. Aunque Theodore detestara que fuera así, y habría sido el más feliz si Draco la odiara como había prometido hacerlo, pero lo conocía lo suficiente como para saber que no era odio la razón por la que evitaba mirarla.

Blaise será el más decepcionado cuando lo descubra.

"¿Cuánto tiempo necesitará Blaise para recuperarse?", preguntó, intentando retornar la atención de Granger a la situación en curso.

"Dependerá de cuánto le tomé despertar", la voz de la medimaga temblaba ligeramente, y Theodore presentía que no se debía al frío. No cuando sus molestos ojos recorrían la figura del mortífago atado y amordazado que se removía de vez en cuando en el suelo, pese a la escasa libertad de movimiento que las cuerdas le permitían. Notó incluso cómo Granger apretaba sus labios y negaba con la cabeza en reprobación, antes de volver a hablar. "Calculo que al menos un par de horas."

"No tenemos un par de horas", explicó Theodore. "En cuanto se percaten de la ausencia de Draco, vendrán hasta aquí. Debemos acabar con esto antes", agregó, cerrando la caja con un golpe seco, haciéndola desaparecer en el aire con un movimiento de varita. En sus manos, sostenía únicamente dos frascos, y se percató del modo en que Granger estrechaba los ojos intentando reconocerlos.

MORTÍFAGO (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora