Capítulo 11: RECUERDOS. PARTE IV

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"¡Es un monstruo! ¡Ojalá pudiera ser eliminado de la faz del mundo y de mi recuerdo!"

CUMBRES BORRASCOSAS. Emily Bronte.

Solo cuando Malfoy estuvo dormido, y tras pensar largamente los riesgos y beneficios de moverse, Hermione entró al baño, intentando hacer el menor ruido posible, no porque quisiera resguardar el sueño del rubio, sino porque tenerlo despierto hacía todo infinitamente más incómodo.

El cuarto de baño no era menos impresionante que la habitación misma, con paredes de un material oscuro y brillante, el inodoro recatadamente oculto tras una mampara que no dejaba traslucir demasiado y un lavamanos con un enorme espejo sobre él, que hizo a Hermione pensar en la posibilidad de quebrarlo y armarse con un trozo para atacar a Malfoy mientras dormía. Pero considerando que el ruido del espejo al romperse lo despertaría, que él tenía una varita para inmobilizarla, que el muro invisible no la dejaría pasar, que la única ventanilla en el baño por la que podía escapar daba a un precipicio al menos cuatro pisos por encima del suelo, y que las posibilidades de morir o quedar gravemente herida al caer, eran altas, desistió de romper nada.

La ducha ocupaba un considerable espacio de la habitación, con paredes cubiertas de obsidiana, manillas doradas y una regadera alta y redonda, del tamaño de un plato. En lugar de cortinas, una mampara de cristal transparente, evitaba que el agua salpicara. Este detalle hizo a Hermione pensar en las opciones que tenía de ducharse con la capa puesta, solo en caso de que Malfoy tuviera la indecencia de ingresar mientras ella estaba ahí. Pero desechó la idea por incómoda e inútil.

De todos modos, Malfoy ya había visto todo de ella, en uno de los momentos más humillantes de su vida.

Al diablo, susurró mentalmente, mientras giraba la manilla de la ducha.

Poco a poco el vapor comenzó a elevarse, disipándose por el ambiente en una nube cálida y relajante que Hermione extrañaba de épocas previas a la guerra y todo lo que vino con ella.

La capa dio contra el piso, dejando su cuerpo desnudo y expuesto, antes de meterse bajo la ducha, a la tibieza del agua que recorría su piel, arrastrando consigo el toqueteo indeseable, el sudor y la suciedad que podía sentir impregnada en ella. Por largos minutos no hizo más que disfrutar una ducha largamente deseada, bebiendo del agua, sin importar su tibieza, para aplacar la sed que venía arrastrando desde que aquella pesadilla hubiera comenzado.

Sus pensamientos viajaron a Harry y a Ron, con infinitas preguntas respecto a dónde estaba y cómo. ¿Cómo había escapado el pelirrojo? ¿Estarían ya juntos? ¿Tendrían un plan para su rescate? Y también pensó en Malfoy. En la extraña sensación de normalidad que sus comentarios y sonrisas torcidas habían traído consigo.

Ya no era el mismo niño prejuicioso y arrogante de tercer año, con su barbilla afilada. Tampoco era el trágico adolescente atormentado de los últimos meses en Hogwarts, que deambulaba por los pasillos, irradiando una belleza cautivante mientras era consumido por las sombras.

Ahora era un hombre, indudablemente atractivo, aunque envuelto en una profunda oscuridad. Como un retrato muggle: una figura brillante y blanca, emergiendo de un fondo negro.

Pero a pesar de todo, algo en sus comentarios y gestos le recordaba al niño. Y a través de él, su infancia en Hogwarts. Un rostro familiar de tiempos más felices.

Se preguntó si él también la vería de la misma manera. Quizás, al igual que ella, anhelaba aquel momento de calma en un pasado menos sombrío. Como un ángel caído que busca recordar el calor de la luz.

MORTÍFAGO (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora