La mansión Zabini era acallada por un silencio sepulcral, tormentoso pero a la vez hermoso. O eso fue lo que pensó Tom paseándose por la biblioteca Zabini, en busca de un par de libros que necesitaba para algunos hechizos.
—Deberías irte a dormir. —sugirió él a su acompañante. Blair negó con la cabeza, siguiendo detrás a Riddle—. Es tarde.
Ella solo respondió con un pequeño 'lo sé' y no se apartó de su lado. Cosa que fue algo frustrante para Tom pero a la vez fue... agradable. La única compañía que siempre adoraría sería la de Blair.
Tom siguió en busca de sus libros, oyendo los pesados pasos que Blair daba con tal de seguirle el ritmo. Él bufó girando los ojos con cansancio. Tomó la pila de libros y le dejó sobre la mesa. Blair se sentó en la mesa, al lado de la pila de libros.
Tom abrió uno de los libros y lo abrió sobre la mesa. Se reclinó sobre esta y comenzó a leer, tratando de ignorar la presencia de la morena.
—¿Para que necesitas estos libros? —preguntó ella, quebrando el preciado silencio del chico Riddle e interrumpiendo su momento.
—Hechizos. —contestó con su tono de voz ronco y serio.
Su vista no se apartó del libro ni siquiera para cuando Blair se acercó más a él. Pero se dio cuenta de aquel detalle en cuanto la mano de Blair se movió hacia la suya. Se hizo el desentendido y siguió su lectura, pero tampoco apartó el agarre de manos que Blair mantenía con él.
La pierna de la morena se movió inquietantemente de un lado a otro. Y luego fue a parar en la pierna del Slytherin mayor. Y se paseó por lo largo de su muslo hasta rozar su entrepierna. Eso hizo que Tom soltara un suspiro y Blair sonrió. Pero se borró al oír el estruendo del libro siendo cerrado de manera brusca.
—Querida, si buscas que te folle, solo pídelo y ya. Pero no actúes como perra desesperada por que la toquen. Eres mejor que eso. —le guiñó un ojo—. ¿Que es lo que quieres? —su expresión cambió la igual que su tono de voz.
Blair tragó grueso y su piel se puso de gallina. Pero no se acobardó. Ese no era su estilo.
—Quiero que me toques. —Tom sonrió satisfecho.
—¿Dónde, muñeca?
Blair tomó la mano derecha de Tom y la guió hasta su entrepierna. Está estaba caliente y húmeda, hinchada, necesitada de atención. Blair gimió apenas Riddle la rozó.
—¿Necesitas de mi, muñeca? —su otra mano libre tomó del cuello a Blair e hizo algo de presión. Mientras que con la otra mano, acariciaba lentamente el calor vestido de la chica
Alzó su falda y se deshizo de su braga para observar como el coño de Blair goteaba, como su clitoris estaba rojo e hinchado, y como se cerraba a la nada. —Oh, sí que lo haces.
—Por favor, Tommy. —le suplico tomándolo de la muñeca, invitándolo a que insertara un dedo en ella.
—Que necesitada. —él hizo lo que ella pidió y metió un dedo en su cavidad.