Ciertos rumores llegaron a los oídos de la morena. No se sorprendió de quien trataba, pero sí de lo que había sucedido. No creía a Enzo capaz de dejar que algo así corriera por los pasillos de Hogwarts. Seguro se haría cargo más tarde.
Blair se apresuró a entrar a la biblioteca y enseguida fue en busca de los libros que necesitaba. Al encontrar al menos dos de los que necesitaba utilizar, se puso a investigar acerca del trabajo que le habían dejado. Empezó a hojear los libros y a escribir en sus pergaminos la información necesaria. Aunque a veces tenía que marcar en donde quedaba su lectura cuando tenía que escribir, porque cada vez que volvía a su lectura, se perdía una y otra vez. Gruñó hastiada de eso.
Concentrada en su trabajo, no se dio cuenta cuando la puerta de la biblioteca fue abierta, y al cerrarse resonó un potente estruendo que hizo eco en el lugar. Tampoco se percató del momento en el que alguien se sentó a su lado. Muy cerca. Muuuy cerca.
—¿Blair? —la susodicha se espantó al oír la voz y se equivocó al escribir.
—Demonios, Enzo. Mira lo que me hiciste hacer. —volteó a ver al Slytherin enojada por el error en su tarea.
Lorenzo le dio igual y siguió llamando constantemente a Blair. Esta con una mueca de fastidio se giró a ver al chico. Este mantenía un par de rasguños en su rostro. Blair frunció el ceño. Él... no había hecho ni el mínimo esfuerzo por ocultarlo. ¿Por qué?
—Tienes sangre en tu camisa. —lo miró con los ojos entrecerrados alejando su silla de la de él.
El joven Berkshire bajo la mirada a su camisa, donde efectivamente estaba manchada con sangre. No se preocupó porque no era suya. Le restó importancia y miró nuevamente a la morena que parecía asqueada.
—Maldición, Enzo, te ves horrible. —le dejó saber sin rodeos—. Deberías ser más precavido.
—Yo no hice nada. —la miró con los ojos bien abiertos. Una mirada que no asustó para nada a Zabini.
—Ajá, y mamá es una santa que ama con toda su alma a sus maridos. —le respondió con sarcasmo, cosa que no fue del agrado de Lorenzo.
La mano del mismo paro sobre el muslo descubierto de la chica y clavó sus uñas en su piel, provocando que Blair soltara un quejido debido al dolor. Lorenzo con fuerza acercó la silla de Blair a la suya y quedaron frente a frente.
—Yo no le hice nada.
—Tu aspecto dice lo contrario. —Blair contestó. Y al rato se quejó al sentir que las uñas de Lorenzo se enterraran más en su muslo—. Me lastimas.
Lorenzo poco a poco despego sus uñas de la carne de Blair, y observó como quedaron medialunas con sangre en su muslo.
—Lo siento, amor. No quise... —negó acercándose más a la morena—. No quise lastimarte. Sabes que jamás te lastimaría, ¿verdad? Fue un accidente.