CAPÍTULO 36: EN EL FRÍO BOSQUE

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La fría nieve golpeaba su piel reseca, los copos caían y caían queriendo cubrir esos mechos blancos de su cabellera. Solo blanco y negro era su panorama mientras daba un paso tras otro, pero ¿a dónde?

"...Sé que yo no soy lo que usted estaba esperando ..."

La nieve resultaba más intensa. Los pasos mas pesados y el dolor más grande. Sus ojos buscaban mientras con su arma volvía a lastimarse el brazo. Volvía a gritar contra el viento que "ellos" vinieran. Que "aquellos" que se la llevaron vinieran y lo enfrentaran:

¡¡¡LOS MATARÉ A TODOS!!!

Era lo que gritaba con ira. Odiaba todo eso: a las montañas, el bosque, a los árboles, la nieve y a los demonios. Aquellos seres que le quitaban todo. Su herida iba cerrando poco a poco, o mejor dicho, se iba cristalizando nuevamente. Era un buen señuelo para llamarlos. Para que esos demonios aparezcan. Aunque lo que más odiaba era él mismo.

"¿Confianza? ¡Sí te estaba confiando a ti!"

Se odiaba como nunca más pensó hacer. Odiaba todo su ser. Su cuerpo como su alma por ser un maldito infeliz así que no importaba cuanto daño se hiciera ni cuantas nuevas cicatrices marcaran su piel, ¿a quién le iba a importar? ¿acaso ella estaría esperándolo?

"¡Porque somos una familia!"

¿Lo eran? ¿De verdad? ¿Qué clase de familia era él que simplemente escupió todo ese veneno sobre su esposa? Simplemente dejó que la ira y la desesperación saliera de su boca sin importar el daño. Sin darse cuenta de que los ojos de ella ser cristalizaron.

"...La señora lloró mucho, nunca pensamos que sufriría tanto..."

Escuchó cómo los kakushis recordaban ese maldito día. Sanemi lo escuchó. Como él al irse ese día dejó a su esposa devastada por sus palabras hirientes sin escucharla ni poder consolarla. Él era una bestia en el cuerpo de un humano que era cruel y miserable.

"Es mi familia! ¡Es mi familia la que está en juego! ¡No tuya!"

¿Cómo pudo decirle eso? ¿Qué clase de animal era? Sí la hubiera escuchado, ¿él estaría ahora ahí? Esas montañas que cambiaban con las estaciones ahora eran nuevamente blancas y frías. Mientras las iba tiñendo de rojo las buscaba. No se atrevía a pensar lo que muchos decían y el pésame que podían llegar a expresar.

Se iba a disculpar. Sanemi supo ni bien esas palabras hirientes salieron de su boca eran su peor error, pero el terror que le pasara algo a Genya lo nubló. Sabía que Seri tenía razón y él debía confiar en su hermano menor, así que solo iba a traerlo de vuelta y a pedirle disculpas de rodillas por ser un bruto. La amaba y ella también era su familia, una que iban construyendo con los días. Lo iba a hacer así que cuando supo que Seri salió y esa carta sus manos se petrificaron, ¿qué tan miserable era para que ella sea la que se disculpe y le pregunte si podría volver a él? No pudo ni responderse cuando informaron que una carroza que iba al norte fue atacada por unos demonios y fue en ese momento que su pesadilla lo absorbió por completo.

La carroza destruida por completo con sangre esparcida por diversas direcciones y trozos de carne humana y tela rasgada. Sanemi reconoció un patrón. Era el mismo kimono con el que Seri llegó a su vida. No pudo decir nada ni ordenar nada. Solo quería verla. Tenía que buscarla. Los demonios que quedaban eran débiles así que Seri debía estar por esa zona, ¿verdad?

Genya fue el que terminó dando las órdenes para encontrarla y todos se esmeraron, pero una avalancha bloqueó su búsqueda. El corazón de Shinazugawa se hacía más pequeño y miserable mientras recordaba aquellas últimas palabras que le dijo esa mañana y la mirada conteniendo el llanto, no podía ser real, ¿verdad?

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