CAPÍTULO 3: CORAZÓN PARALIZADO

1.5K 181 33
                                    

Sus ojos examinaban todo. Intentaba no ser muy curioso ni que lo tomaran a mal, pero Genya no podía evitarlo. Todo era nuevo y tener a su hermano ahí en tanto silencio completamente inmóvil era sorprendente. Lo veía sentado sobre sus piernas mientras sus manos hechas puños se aferraban a sus rodillas. Su miraba baja con leves levantamientos para ver a aquella joven que tenía delante de él.

Había terminado en aquella habitación con los sirvientes sirviendo un poco de té y unos bocadillos dulces como salados. Mientras los señores Koizumi estaban frente a ellos con una mirada tranquila mientras aceptaban gustoso los detalles del nuevo líder de los cazadores de demonios. Era una plática cordial y como modo de introducción, pero para Genya era distinto. La curiosidad por esa joven era mucha. Parecía tan serena y calmada como el agua en reposo mientras escuchaba a sus padres que agradecían esa consideración. Genya volvía a ver a su hermano y esta vez se dio cuenta que el intentaba cubrir su pecho. Ahí fue cuando se dio cuenta de que todos, a excepción de su hermano y él, estaban vestido para la ocasión. Ninguno tuvo tiempo de pensar y el impulso de Sanemi los arrojó así como estaban.

Y claro, él iba con todas las intenciones de ponerle fin a todo este lío en que lo metieron. Lo dejó en claro, pero se detuvo. Genya no sabía cómo tomarlo. Capaz su hermano lo pensó mejor y aceptaría casarse o capaz lo haría de un modo más cortés, ¿cuál era? Solo pudo contener su leve sonrisa ante el nerviosismo de su hermano. Capaz si era la primera opción. Además, aquella joven era muy bonita. Sí, era adecuada para su hermano.

No supo cuánto pasó, pero sus ojos examinaban a su futura cuñada que llegó a verlo con esos ojos verde jade. Genya se apenó. Y miró levemente a su hermano como un modo de disculpas. Cuando Sanemi alzó la mirada para ver a la joven, solo fue un segundo. Después de ello tenía la mirada nuevamente abajo. ¿Qué era eso? ¿Su hermano estaba a apenado? La joven solo bajó la mirada y no volvió a alzar la vista.

-Es un honor que el difunto Oyakata-sama escogiera a mi familia. –el padre de joven hizo una reverencia.

-Le aseguro que nuestra hija fue educada de la mejor manera. –complementó su esposa. Que tenía ese color peculiar de ojos como la joven.

-Sí, de eso no tengo dudas. Mi padre era un hombre bien sabio en sus decisiones. –El joven tomó aire. Una cosa era el deseo de su padre y otra que aquel albino lo acepte. Él se había negado rotundamente- Les agradezco por venir de tan lejos.

-Descuide, Oyakata-sama. Es todo un honor. –decía el señor Koizumi.

-Sí... -miró de reojo al pilar del viento como buscando una respuesta a qué palabras debía decir ahora.

Sanemi la miró, ¿él qué quería? Era claro que el matrimonio no era para él, que no tendría sentido casarse y hace tiempo dejó de ser alguien adecuado para ello. Solo le bastaba con cuidar de su pequeño hermano y verlo a él formar una familia. Sí, eso le era suficiente. Capaz por eso dejó que miles y miles de cicatrices invadieran su cuerpo. Que sean dibujadas una sobre otra sin piedad. Él no importaba, pero en ese momento se sentía tan apenado. Quería cubrir su cuerpo de alguna manera. Que no se le vean aquellas cicatrices en su pecho, en sus brazos ni en su rostro. Es más, intentaba cubrir su pecho, pero era inútil. Su ropa como pilar siempre fue así, pero cuando sus ojos se cruzaron con los de esa joven toda la determinación con la que fue hasta ahí se quebró. Se sintió completamente desnudo ante su mirada que no pudo articular palabra alguna. Todo se desvanecía que su cuerpo se movió solo. Aceptó tomar el té para hablar de su matrimonio. Sí, su matrimonio. Su corazón latía mientras los saludos eran cordiales y las gracias por esta loable "misión".

Ahora que tenía la mirada de Oyakata encima de él era clara la pregunta: "¿Qué decisión tomas?" era lo que le preguntaba. De acuerdo a su mirada el líder tomaría las palabras adecuadas para esa ocasión. ¿Qué debía hacer? Por primera vez en mucho tiempo su corazón latía fuertemente. La voz firme que leyó esa carta, que gritó a los cuatro vientos que no se casaría era cada vez más baja, menos audible. Su mirada fue a la joven. Ella al igual que él miraba el piso mientras los mayores se encargaban de todo. Como si buscara la respuesta. Fue el destino o coincidencia, pero ella volvió a alzar la mira. Fueron segundos, pero el pilar del viento le asintió a Oyakata.

PUENTE DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora