XVI

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(SELENE)

A pesar de haber tenido sospechas durante todo este tiempo, elegí creerle, elegí creer en alguien por primera vez. Decidí convencerme que solo era un comerciante devoto y comencé a dejar de lado esa sospecha, sobre todo el día anterior cuando me ayudó con el cazador. Hermes tenía razón, Viktoria tenía razón, mi intuición tenía razón.

Solté un suspiro mientras era arrastrada con empujones, tirones, golpes...hasta los calabozos del santuario. En el calabozo, fui metida de un empujón adentro, donde ya me esperaban todos. Antes de caer al suelo, mi padre me atrapó. Ambos comenzaron a preguntarme si estaba bien y si me hicieron daño, mientras tanto Hermes y Viktoria giraron sus rostros evitando cualquier tipo de encuentro entre nosotros. Los entendía, yo también estaría demasiado cabreada conmigo misma.

El pasar de las horas comenzaban a pasar cada vez más lento y el amanecer cada vez estaba más cerca, anunciando nuestra muerte. Sentada en el suelo de la mazmorra, abracé mis rodillas mientras apoyaba mi frente en ellas, lamentándome una y otra vez mientras que la rabia inundaba cada vez más todo mi ser. De repente, el tintineo de unas llaves me sacaron de mis pensamientos y levanté mi vista en dirección a la puerta. Frente a nosotros se encontraba una joven de cabellos caramelo y unos rulos totalmente definidos junto un vestido de color amarillo pastel intentando abrir la puerta. Al enfocar mejor, pude ver que se trataba de la hija de los condes Marsell. De un salto me levanté del suelo, no quería meter a una niña en problemas.

—Señorita Marsell. —dije en un susurro cuando llegué a la puerta de barrotes— No se meta en problemas por nuestra culpa, por favor. —Con un gesto me mandó a callar y con suavidad abrió la puerta de metal.

—Noqueé a todos los guardias, corred antes de que llegue el cambio de esta. Lamento que hayáis tenido que vivir esto.

Agradecí sus palabras y su ayuda y todos comenzamos a correr en dirección a nuestras casas, con cuidado y cautela. Mi hermano se dirigió a nuestra casa del pueblo mientras mis padres y yo nos dirigimos a la de campo, en busca de nuestras pertenencias y algo de ropa. Viktoria y Hannah, junto a su madre, también se dirigieron a su casa y se marcharían a Vanyar junto a su abuelo, allí decidirán qué hacer. Mientras, yo no podía dejar de pensar, qué sería de nosotros, pues no teníamos más familiares, no teníamos un lugar al que huir.

Cuando mis padres y yo bajábamos en dirección al lago para emprender camino junto a mi hermano, alguien me tomó de la mano.

—Perdoname, Selene, por favor...no me dejes, yo...

Sus palabras se detuvieron en ese instante al notar que ni siquiera me giré a mirarle, pues si lo hacía lo mataría ahí mismo con mis propias manos y no quería añadir más problemas a mi lista de delitos. Con fuerza me solté de su agarre y comencé a caminar de nuevo junto a mis padres quienes lo miraban con odio y resentimiento.

Tras ese acontecimiento, solo pude saber por unas pocas noticias que escuchaba en los mercados de distintos pueblos donde nos hospedábamos, que al ver que huimos, incendiaron nuestras residencias y tras unos pocos meses, cuando nos asentamos en Ourine, dejaron de buscarnos, pues comenzaron a pensar que habíamos muertos por faltas de recursos.

El poco dinero que conseguimos llevarnos, se esfumó en pocos meses tras comprar una pequeña casa. Debido a eso, comencé a vender los vestidos caros de mi armario y algunas joyas no familiares que había comprado estos años atrás. A su vez, en las noches, comencé a ir a tabernas, donde algunos brujos y brujas, que también se encontraban en busca y captura, se encontraban allí. Con cautela comencé a idear una rebelión en contra del santuario. Poco a poco fuí comenzando a conocer distintos mercenarios brujos, quienes me enseñaron a luchar, en más de una ocasión conocí a algunos peleando con ellos, finalmente convirtiéndonos en compañeros de copas.

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