Dustin Salvatierra.

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Dustin.

Abrí los ojos esperando encontrar a mi hermosa prometida en el lado derecho de la cama con el pelo esparcido y con su diminuta y sexi pijama. Pero no… en vez de eso me encontré una maldita nota color rosa en la almohada de Aitana.

Tomé la nota entre mis manos y tras leerla maldije.

Vuelvo en rato.
Un beso en tu sexi culo.
Aitana.

Ese mujer del diablo se marchó a encarar a ese idiota.

Me levanté con rapidez de la cama y como tengo la peor suerte de este mundo caí de brunces contra el suelo. Golpeándome fuertemente la frente.

—Maldita seas Aitana.

Emití estas palabras cuando hice el intento de levantarme pero como si no fuera poco volví a caer.

—¡Joder…!

—Dustin. ¿Qué haces?

Levanté la cabeza y me encontré con la mirada de Alexander.

—¿Qué crees que estoy haciendo estupido?

—No se… Quizás estas pidiéndole a Dios que te libre de esa mujer. Porque esa mujer que tienes es el mismo diablo.

—Te equivocas hermano. Estoy aquí haciendo ejercicio.

Alexander enarcó una ceja.

—¿Ahora que hizo esa mujer?

Suspire y trate de levantarme pero otra vez volví a resbalar.

¿Qué es lo que sucede hoy?

—Debes de tener cuidado porque el día de hoy tienes todas las de matarte por tu propia cuenta hermano. -inquirió Alexander mientras caminaba hacia mi. —¿Ahora dime que hizo tu mujer?

—Se fue a comparecer ante ese idiota sola. ¿Sabes lo que es eso?

Ya tengo un plan en marcha, porque algo me gritaba que ella iba a hacer algo como eso. -Alexander me ayudó a levantar y cuando estuve de pie maldije. —¿No pudiste encontrar a una mujer más dócil?

—Espero que la mujer que encuentres sea una tierna corderito. Porque si te llega a salir una fiera con sed de sangre sabras lo que es el karma.

Tras escuchar estas palabras Alexander soltó el agarre que mantenía en mi cuerpo.

—Lastimosamente esa mujer ya apareció. Y dejame decirte que es todo un corderito conmigo. No da problemas y siempre esta dispuesta a darme cariño. Es la palabra dulzura hecha mujer.

Entrecerré los ojos.

—No te creo ni papa, Alexander.

—Problema tuyo.

Dijo restándole importancia a sus propias palabras.

Y antes de que podamos verbalizar más palabras uno de los hombres de Alexander entró a la habitación.

—Señor, la dama rompió todos los vestidos y accesorios que dejo en su habitación. Y la cereza del pastel es que intentó escapar y en su intentó rompió la escultura de mármol que tenía de su madre, teniente.

—¿Estas seguro de que es todo un corderito contigo? ¿No da problemas y siempre esta dispuesta a darte cariño? ¿Es la palabra dulzura hecha mujer? Creo que hablaste muy rápido hermano.

Sonreí por primera vez en este día.

Y que mejor que burlarme de mi querido hermano.

—Y me falto decirle teniente, que la dama juró que le rebanaría el cuello en cuanto lo tuviera frente a ella.

¡Heredero a la vista! [#2 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora