Capítulo 23 El Ejercito Porfiriano

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A la mañana siguiente todos andaban crudos y dormidos. Paseando entre los bultos de los alcohólicos viendo a ver a que hora se le ocurriría despertar si ya eran las 9:00 am.
- Haber, bola de pinches borrachos- les grité para que se levantarán - ayer ya estuvimos celebrando por la victoria pero hoy quiero que guarden respeto por los que ya no están. Ayer perdimos ocho naves y con ello veinticuatro personas. Eran amigos, familia, seres humanos.
La compañía estaba ya de pie y lamentándose por su falta de responsabilidad y la falta de respeto por los difuntos.
- Las bajas de las maquinas suman diez más. Miren, muchos de estos parecen queso gruyere y son diez los que no volverán a surcar los cielos. Ahora por pinches borrachos quiero que se vayan a sus naves y vean las condiciones en las que se encuentran. Y sirvan o no quiero que laven y pulan a su maquina.
- Pero aquí no hay cera ni maquinaria- me dijeron por ahí.
- Pues con la lengua - les respondí.

Pasó una hora cuando nuestra atención fue tomada por un contingente de unos doscientos hombres, unos treinta iban a caballo y como unos quince como banda de guerra. Por más que he querido acordarme como era su bandera de guerra no he podido. Porque su aspecto era lo que nos llamaba la atención con su llegada.

Era un ejército fantasma congelado en el tiempo. Completamente un Ejercito Porfiriano. Sus corazas metálicas y sus cascos estilo prusiano con el águila grabada. Todo como en los años de la dictadura. Su caballería armada con sables y los infantes iban con un fusil de madera como los primeros que se usaron. Todo para ser originales de época hubiera sido una locura. Pero eran unas réplicas muy exactas ya juzgar por lo que se veía eran de un pueblo herrero que se quedaron con las ideas de la época de 1900.

El líder de esta compañía incluso usaba un bigote de esa época lo que hacia que pareciera perro schnauzer. Cuando llegó ni se presentó y solo preguntó por el responsable del lugar y todos prácticamente dijeron que era yo, no me señalaron porque se controlaron pero aún así. Era mucha la rareza de esos tipos.
- Necesito de toda su Artillería, Caballería y de su Infantería disponibles - decía el porfiriano desde lo alto de su caballo color café.
-Señor. Todos se fueron a la Ciudad de México, no hay nada de eso. Nosotros somos de la Fuerza Aérea y no podemos ayudar - le dije al salir a su encuentro.
- ¿Usted es el líder?- preguntó algo sorprendido - usted es demasiado flaco para comandar. Además yo veo unas doscientas personas que son de utilidad.
- Momento, yo no sé ni para que quieren que arriesgue a mis hombres ni quien le dio permiso.

- Oh, cierto. ¿Dónde quedaron mis modales? yo soy Demóstenes Nepomuceno, Comandante del Batallón de San Baltazar de los Gallos- todos veíamos de manera rara a aquel hombre extraño con su presentación - Somos un grupo de resistencia que hemos encontrado que nuestro Presidente Municipal ha permitido el refugio del enemigo invasor y hemos de llevar a la justicia. Requerimos de su apoyo para que así haya ser así.
- No señor, nuestras capacidades no están dadas para algo así y aquí o en los alrededores hay quien pueda ayudar- le dije tratando de imitar su antaña forma de hablar.

- Al ser así ya no es solicitud sino su obligación, pero al ver que negada es su opinión. He de hacerle una proposición en donde apostemos la ayuda solicitada.

Los ambos contingentes sonaban entusiasmados por el morbo de ver a la suerte hablar, por lo que no había una opción más sana para la convivencia que decir que sí.
- Señor, si yo gano me llevo a sus hombres, si usted pierde también.
-No le pierde - Le dije al Demóstenes.
- De eso se trata - me dijo burlesco en su tono recio de hablar- ahora para apostar. Quiero que me diga señor. Nos hemos de jugar unos albures, o tiene miedo de que no mascarle al "albur".

Las risas se daban porque sin haber empezado ya me la había aplicado.
- Me agarra desprevenido pero siéntese que apenas va a empezar lo bueno.
Las tropas se estaban caldeando de ánimo porque era algo que pintaba como un espectáculo muy grande.
- Al centro lo he llevar si me quiere ganar- me dijo al desmontarse de su caballo.
- ¿Y de que va a querer su raspado?
- ¿Qué es un raspado?- pregunta el porfiriano.
- Una bebida con hielo y caramelo liquido de sabores que se venden en plazas publicas y afuera de las escuelas, es como un helado- le dice un joven de a pie quien supe, era sobrino del hombre aquel. Que fue a estudiar a la capital del país .

Guerra GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora