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2 años antes

May caminaba por la sala de su nuevo departamento casi formando un círculo. Tenía sus manos sobre su cabello tirante hacia atrás como si intentara encontrar las palabras correctas. Era como si estuviera frente a un jurado y tuviera que dar su veredicto final, solo que esta vez no se sentía nada segura.

-¡Dale May, no seas tan exagerada!- le dijo Mariana mientras terminaba de atarse los cordones de sus zapatillas de lona.

-¡¿Que no sea exagerada!? ¡Mey me estoy rompiendo el alma para pagar la cuota de este departamento, trabajo sin pausa, doy clases en la facultad, conseguí un préstamo con una taza aceptable y ahora me decis que no vas a vivir conmigo.! - le dijo alzando el tono de voz. Hacía apenas un mes que habían dejado la casa de su abuela en la provincia, ya no tenían que viajar todos los días en tren, ni cuidar sus pertenencias como si las llevaran atadas a su cuerpo al caminar las cuadras del barrio a oscuras.

May había conseguido una salida, una vez más lo había hecho todo por su hermana menor.

-Lo siento May, lo siento, no puedo quedarme toda la vida debajo de tu sombra.- le respondió Mariana sin querer contener su frustración. Apreciaba lo que su hermana siempre hacía por ella, pero la sobreprotección la ahogaba, entendía que lo hacía porque la amaba, pero también por ese motivo debía dejarla crecer.

-.¿Mi sombra? ¿Eso es lo que pensas?-  le preguntó indignada.

-A veces si. Te agradezco que me cuides, que pienses en mí pero tengo que vivir mi vida, tengo que hacer las cosas por mi misma y si no despego, si no me equivoco, nunca voy a aprender. - le respondió intentando controlar su tono.

May la miró con sus labios apretados.

-¿No te alcanzó con el comedor?- le dijo sabiendo que la había lastimado y arrepintiéndose al instante.

-No está todo perdido todavía, se que puedo sacarlo adelante.- le dijo alzando un poco el mentón.

Era cierto que la administración del comedor era cada vez más difícil, generaba déficit y siempre tenía que luchar por el envío de partidas, lo que le pagaban apenas le alcanzaba y encima solía gastar en alimentos para los chicos, lo que lo hacía más escueto. Sin embargo, no quería dejar a esos chicos, no se lo merecían. Ahora iba a mudarse con su novio, uno que apoyaba su labor allí y que había prometido ayudarla a sacarlo adelante.

-Mey, por favor, sé realista. Eso no funciona ¿Me gustaría saber como vas a hacer para mantenerte cuando ni siquiera tengas eso? ¿Vos sabes quien paga los impuestos de este lugar, quien llena la heladera, quien te compra la ropa? Aunque últimamente es inutil hacerlo, seguís vistiendo esos jeans y esas remeras ridículas. ¡Y esta gorra, por Dios!- le dijo sacándosela de la cabeza para tomarla con su mano.

-¡Yo nunca te pedí que lo hagas!- le gritó Mariana enfrentando su mirada.

Tenían los mismos ojos verdes, los que habían heredado de su madre a quien Mariana era mucho más parecida. Mercedes tenía el temperamento de su padre.

-¿Vos pensas que yo lo elegí? Nos quedamos solas Mey, solas, ¿Quien se suponía que debía preparar tu mochila para ir al colegio? ¿Quién te escondía galletitas en el bolsillo para que tengas algo en los recreos? ¿Quién te inscribió en el magisterio? Yo, hermana, siempre fui yo. Y lo hice porque te quiero, porque no quería que sintieras la ausencia de mamá como yo lo hacía.- le dijo desplomándose sobre el sillón con la gorra aún en la mano.

Entonces Mariana se acercó y con lágrimas en los ojos se sentó enfrente para tomar sus manos.

-Y te lo agradezco. Sé que lo haces todo por mi, pero ese amor que me das a veces me asfixia, me condiciona. Creo que supe que no quería dar clases el primer día, pero como vos lo habías elegido, como vos parecías tan feliz con mi vida, no pude dejarlo. Por eso lo del comedor me supuso una salida. En verdad soy feliz allí.- le dijo en tono bajo mientras las lágrimas bañaban sus ojos. 

Mercedes alzó su vista y tampoco pudo contener las lágrimas.

-Sos la mejor hermana que me pudo tocar en la vida, sos la persona que más amo en el mundo y tenes que dejar de pensar que me debes algo. Ya somos dos mujeres adultas, es hora de que empiece a caminar sola, pero para eso necesito armar mi camino- le dijo con sinceridad mientras le quitaba la gorra de las manos y se la colocaba sobre el cabello tirante con una sonrisa.

-Empezá a vivir, hermana, empezá a vivir con libertad.- le dijo notando que May por fin sonreía mientras negaba de la cabeza.

Entonces se abrazaron con todo ese amor que tenían una por la otra.

-Ahora me voy a escuchar a mi banda favorita, te dije que iban a ser grandes, ¡tres estadios agotados!.- le dijo separándose para no continuar llorando.

-Esos Perros... todavía no sé porque te gustan tanto. - le respondió divertida mientras se sacaba la gorra para devolvérsela.

-Quedatela, te queda mejor a vos.- le respondió su hermana con una sonrisa, para luego atravesar la puerta de salida por última vez.

...

En el estadio la prueba de luces agitaba a los espectadores. Miles de fanáticos gritaban entusiasmados a la espera del inicio del show de Los Perros de la calle. Patricio se miraba al espejo para acomodar su cabello largo y retocar aquel delineado que encontraba cada dia mas ridiculo.

-Te busca tu novia..- le anunció Albert y él hizo una mueca de desagrado. Candelaria insistía en algo que él sabía que la lastimaría. Era una buena chica que siempre lo adoraba, pero las largas giras lo habían llevado a caer en tentaciones que ella no merecía, no quería generarle expectativas falsas, no quería que lo perdonara una y otra vez, porque sabía que aquello solo conduciría al fracaso.

-Hola mi amor, el más hermoso del mundo.- lo saludó Candelaria mientras se arrojaba a sus brazos para darle un gran beso en los labios.

-Te esperamos afuera.- anunció Roy saliendo del camarín junto a sus compañeros mientras Pato le enviaba misiles con los ojos. No quería tener esa conversación en ese momento, quería salir a tocar, disfrutarlo y dar un gran último show de gira.

-Mmm. ¿necesitas relajarte un poco?- le preguntó Candelaria arrodillándose frente a él mientras sus manos se atrevían a tocarlo.

Pato la tomó de los hombros para que se pusiera de pie y le dio un corto beso en los labios.

-Hoy no.- le dijo y luego la abrazó sin saber cómo transmitirle que en verdad no quería continuar con esa especie de relación que tenían.

-Permiso...- dijo Bianca interrumpiendo el momento en el que Pato descubría la decepción en los ojos de Candelaria.

-¡Hey,! ¿Dónde están todos?-. Dijo la hermana de Pato, quien en verdad solo buscaba a Willy, su novio secreto desde hacía unos meses.

-Ya salieron y será mejor que yo los alcance. Tienen la primera fila, las voy a estar mirando.- les dijo a las dos mujeres recuperando la sonrisa que se dibujaba en sus labios cada vez que podía hacer lo que más le gustaba en la vida.

La cueva del olvido (libro 1 saga del Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora