La entrega de los instrumentos resultó satisfactoria, Pato había cargado la camioneta mientras ella arreglaba con el dueño, quien había resultado ser el antiguo dueño de una tienda de instrumentos que al oír la historia había sumado más cosas a la venta.May se sentía feliz por haberlo conseguido, pero mucho más por poder conocer a la familia de Pato.
Como todo había entrado en la camioneta, habían decidido pasar primero por la casa de los padres de Pato. El creía que con saludar y compartir unos mates sería suficiente y luego podrían regresar a la ciudad para guardar los instrumentos en el comedor.
-Bienvenida a mi casa, espero que te sea leve la conversación de cinco mujeres. - le dijo Pato al abrir la puerta de aquella hermosa casa en un barrio privado de la provincia. Era un lugar hermoso, de paredes blancas radiantes y césped prolijamente cortado. Pato le había contado que era el menor de los cinco y él único varón, que sus padres habían sido docentes, pero ya no trabajaban y que solían reunirse siempre que podían. No había sido mucho, pero al menos tenía alguna idea de lo que iba enfrentar.
Las voces se oían divertidas desde el jardín y ambos comenzaron a avanzar hasta ellas, May observó la imagen desde el ventanal y no pudo evitar detenerse unos segundos. Era una familia enorme, una familia alegre que conversaba mientras algunos pequeños corrían con libertad, una familia que había tenido alguna vez y de repente, su ausencia dolía mucho más.
Pato descubrió la nostalgia en sus ojos y la tomó de la mano.
-Podemos irnos si queres.- le dijo cerca del oído, pero ella negó enfáticamente con la cabeza mientras tragaba saliva para contener la emoción.
Entonces Ana, una de las hermanas de Pato los descubrió, al ver que su hermano la tomaba de la mano con cariño no pudo evitar sonreír, llevaba demasiado tiempo en una oscura tristeza y verlo allí, en ese gesto tan íntimo la llenó de esperanza.
-Bienvenidos, pasen por favor, que el tío Enrique ya comenzó su ronda de chistes.- dijo con naturalidad, señalando a su cuñado, el marido de Zoe, quien sonrió con picardía.
May saludó uno por uno a todos los que estaban presentes, creyó reconocer a las hermanas e intentó unirlas con sus parejas y sus hijos.
Supo enseguida quién era Marta, no solo por su edad más avanzada, sino porque su voz sonó igual a la del teléfono.
-Pasá May querida, por favor, sentate con nosotros.- le dijo con una dulzura que la conmovió. May apretó su gorra sobre su cabeza para ocultar su repentina vergüenza, se sentía el centro de aquella reunión, cuando en verdad era la única extraña allí.
-Entonces ¿a qué te dedicas?- le preguntó a la mujer y todas las miradas se posaron sobre ella que buscó a Pato inútilmente, ya que al parecer estaba detrás de ella.
-Tranquilas, tranquilas, que no es un interrogatorio. - dijo su voz para salvarla, mientras sentía sus manos sobre sus hombros como si intentara protegerla.
May sonrió y decidió responder.
-Soy abogada, pero actualmente me ocupo de un comedor cerca de la villa 31, el mismo en el que Pato está colaborando. -les dijo sin querer mencionar nada de causas penales ni condenas.
-¿Como abogada?- le preguntó Agustina queriendo comprender algo más.
-No, no. solo como coordinadora. Lo de la abogacía lo deje... por ahora.- agregó como si su decisión sonara tonta en aquel contexto.
-Guau, que cambio de rumbo, es muy loable ayudar.- dijo Marta rescatando lo positivo, como solía hacer siempre en la vida.
-¿Y qué tal ayuda mi hijo?- preguntó intentando desviar la atención de aquella joven que parecía algo abrumada, pero comenzaba a gustarle.
May por fin sonrió y se animó a girar para mirarlo sobre su hombro derecho.
-Es bueno reparando estufas.- dijo y las carcajadas se hicieron sonar.
-¿Es el mismo Piku que yo conozco?- dijo Zoe divertida y todos comenzaron a jugarle bromas acerca de su mal desempeño en las tareas del hogar.
May disfrutó de las charlas que se superponían sin sentido, era hermoso verlos juntos, parecían disfrutar de la mutua compañía y quererse demasiado.
-Llegó Bianca.- anunció el padre de Pato y una tensa calma pareció llenar el lugar, May miró a Pato pero éste no pudo darle respuesta.
Poco tiempo después Bianca entró y comenzó a saludar todos, llevaba una sonrisa que intentaba imitar la alegría que todos tenían, pero su cuerpo parecía querer llorar. Tenía un buzo con capucha, muy parecido al que solía usar Pato y su cabello cubría parte de su rostro,
Cuando llegó a May y vio que Pato aún tenía sus manos sobre sus hombros la sonrisa pareció aumentar su tamaño. May pudo ver una especie de cicatriz en su mejilla derecha y cuando alzó su mano, la misma piel dura y coartada parecía cubrir todo su brazo.
-Hola, soy Bianca, la más linda de los cinco.- le dijo en tono de broma y May le dio un beso a modo de saludo.
-La verdad está en lo cierto.- dijo animándome a un tono divertido que resultó surtir su efecto en los presentes que rieron y rápidamente regresaron a la conversación distendida de antes.
El tiempo comenzó a correr y cuando el sol comenzó a descender, el frío del invierno aún instalado, obligó a cambiar la locación. Entonces Pato creyó que había sido suficiente y sugirió que era momento de irse.
May aceptó, pero antes le preguntó a Marta dónde quedaba el baño. Caminó en la dirección señalada intentando descubrir algo más en aquella casa. Era un lugar muy lindo, con muebles de categoría y cuadros de estilo. Parecía una familia con dinero, pero se comportaban como recordaba a la suya, habían sido auténticos, con conversaciones triviales y sin las excentricidades que imaginaba que las familias adineradas debían tener.
Eran todos tan amables, tan parecidos a lo que recordaba de su propia familia, el modo en el que protegían a Bianca era maravilloso. No quería preguntarle a Pato acerca de ella, no quería que sintiera que se metía donde no la llamaban, pero debía confesar que no le molestaría regresar a aquella casa en el futuro.
Caminó por un pasillo y algunos portarretratos volteados para abajo llamaron su atención, iba a levantar uno cuando la voz de Pato en tono bajo llamó su atención.
-Basta mamá, no es nada, solo estoy cumpliendo la probation, es una buena chica pero... sabes que no puedo olvidar..- decía en un tono bajo pero audible para May que sin querer chocó contra la mesa y los alertó a ambos.
-¿Encontraste el baño?- le preguntó Marta disimulando la charla que había tenido con su hijo.
-Si, si, gracias. Podemos irnos.- le dijo a Pato sin atreverse a mirarlo. ¿Una buena chica? No quería ser una buena chica, quería ocupar su mente a toda hora, como él lo hacía, quería ser su deseo, su fantasía, su primera elección siempre, como él lo era para ella. ¿No podía olvidar? ¿A quién no podía olvidar? La aparente felicidad de haber conocido a su familia, se había visto derrumbada en una sola frase.
Pato la vio pasar por su lado y supo que de nuevo lo había entendido mal, solo que esta vez, en verdad, necesitaba explicarse.
Bianca lo llamó y regresó a la cocina, entonces Marta aprovechó para acercarse a May.
-En verdad hace tiempo que no lo veo así, no permitas que se aleje, puedo ver que le haces bien.- le dijo y cuando ella iba a responderle Pato regresó y ya no pudo hacerlo.
Lo acompañó en silencio cada vez más segura de que no quería dejar de hacerlo.
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La cueva del olvido (libro 1 saga del Rock)
RomantizmMay es una joven que dedica su vida a ayudar a los más necesitados. Solìa formar parte del estudio de abogados más prestigioso de la ciudad, pero las circunstancias del destino la llevaron a abandonarlo todo. Ahora pasa sus días haciéndose cargo de...