El fin de semana llegó a su fin. May observaba a Pato y no podía creer lo que habían vivido. Tenía sus manos sobre su cabeza, como si intentara encontrar las palabras adecuadas, sus hermosos ojos no podían volver a mirarla, deambulaban por la sala intentando recordar cada detalle, una sonrisa pícara se mostró por un instante al pasar por el sillón, pero 'rápidamente volvió a su gesto contrariado.May sabía que había llegado el final, pero tampoco deseaba aceptarlo. Ahora toda su casa le recordaría cada día lo que era el placer. Apretó su gorra sobre su cabello y él por fin la miró.
-¿Me la regalas?- le preguntó sorprendiendola.
Ella abrió sus ojos perpleja. ¿Qué significaba eso? Era su objeto más preciado y él parecía saberlo. ¿Acaso quería un souvenir? ¿Eso significaba que en verdad aquel era el final? ¿Cómo se suponía que iba a mirarlo cada día en el comedor, sin recordar lo que había compartido? ¿Acaso se sentía con derecho a pedirselo justo cuando se suponía que lo olvidarían todo? ¿Acaso podía olvidarlo todo?
Habían estado abrazados demasiado tiempo luego de aquel primer encuentro, tanto que el frío del invierno, había erizado la piel del cuerpo de May. Pato se había dado cuenta y había acariciado su espalda, reflejada en el espejo, ya desempañado.
-Será mejor que te vistas.- le había dicho y ella no había logrado ocultar su decepción. Pato lo había leído en sus ojos, sin poder soportarlo.
-O no lo hagas, no me molestaría verte así todo el día, pero no quiero que pases frío.- le dijo buscando su mirada para confirmar que aquello le había gustado.
-¿Todo el día?- le preguntó May con una sonrisa pícara en sus labios, aquella idea le gustaba, pero no terminaba de creerla.
-¿A menos que tengas algo que hacer?- le respondió él imitando su sonrisa.
May negó con su cabeza mientras bajaba lentamente de su propio mueble, uno que, claramente, nunca más volvería a lucir igual.
Entonces lo más parecido a una ruptura en el tiempo comenzó a fluir. Ninguno quería pensar más allá de ese día, no querían perderse aquel momento, no, cuando llevaban una vida sin sentirse de ese modo.
Habían desayunado juntos sin charlar de nada en particular: los muebles de la casa, el clima frío, los sabrosos scones y luego el deseo había vuelto a aflorar.
En su habitación, en la ducha, en aquel sillón con una pausa exquisita, en la que la exploración de cada milímetro de piel se había vuelto obligatoria. May había redibujado cada uno de sus tatuajes, descubriendo la historia de cada uno de ellos, le había contado que el que ella llevaba representaba a su familia. Le había contado del accidente de sus padres cuando su hermana y ella apenas tenían 18 y 15 años, de cómo habían logrado salir adelante con ayuda de su abuela, a quien adoraba con locura. Él la había escuchado con detenimiento sin dejar de acariciar su cabello ni un segundo. La había visto contener las lágrimas al nombrar a Mariana y no había querido presionarla para oír esa parte de la historia.
-Ahora ella tampoco está. - se había limitado a contarle y en ese momento había tomado la gorra con sus manos.
-El último recuerdo que tengo es haber peleado por esta gorra. Le dije que la odiaba, que no era su estilo, que no volviera a utilizarla. Y mirame ahora...- había confesado con sus labios apretados en la seguridad que ofrecía la penumbra de la noche arribando.
-Te queda muy linda.- le había respondido él y frente al cambio en sus ojos un nuevo encuentro se había desatado para unirlos aún más. Lejos del arrebato del primero y la pausa del anterior, había tocado nuevas fibras en los dos, nuevas sinapsis gestionando un recorrido al lóbulo temporal, para transformarlo en memorable.
Ninguno quiso ponerle nombre, pero era evidente que el plano físico había sido vencido. Y ese parecía el motivo por el cual él había querido quedarse a dormir y ella había aceptado.
A la mañana siguiente, lejos de despertar con temor, ambos habían disfrutado de la sensación que ofrecía la mutua compañía, habían vuelto a comer juntos, en una especie de desayuno-almuerzo, debido al horario y en la quietud de una tarde de domingo invernal, él le había contado que su ex novia había fallecido dos años atrás.
No le había dado detalles, no le había hablado de su relación, ni de sus sentimientos actuales, pero por alguna razón a May le había quedado claro que aquello no estaba cerrado.
-Es duro perder a alguien.- le había dicho, recostado sobre ella, disfrutando de las caricias que dibujada en su pecho.
-Muy injusto a veces, muy difícil de superar.- había agregado sin puntualizar y por más que ella hubiera querido saberlo todo, sabía que no tenía derecho a preguntar.
-Por eso admiro a tu ex cuñado. Que haya podido rehacer su vida habla de una capacidad de resiliencia que un poco le envidio. -le había confesado.
-Yo no. Siento que no todo puede ser como antes. Siento que si vuelvo a mi vida estaría olvidando y no quiero hacerlo.- le había respondido ella conteniendo las lágrimas por no arruinar el momento. Si ese iba a ser el único fin de semana juntos, no quería empañarlo con sus penas.
-Debería decirte que estás equivocada, pero un poco pienso como vos.- le había confesado él y ella había descubierto que por más que lo desearan aquello no tenía futuro.
Habían vuelto a hacer el amor, era increíble como el deseo, una vez desenterrado del olvido, se volvía insaciable. Y sin embargo, también debía tener un final.
-Ni loca.- le respondió May apretando la gorra contra la cabeza.
-Tenía que intentarlo.- le respondió él alzando su mano para tocar su cabeza con ternura.
-¿Queres quedarte?- le preguntó May en un rapto de valentía.
Pato apretó sus labios como si no quisiera decir lo que estaba apunto de esgrimir.
-Aunque me encantaría, tengo que cambiarme de ropa y mañana ...- respondió sin poder terminar.
-Entiendo que mañana todo vuelve a la normalidad, no te preocupes.- le respondió ella con prisa para subsanar su arrebato.
Pato se quedó mirando sus labios, sabía que tenía razón pero no quería que así fuera. Sin embargo no pudo decir nada. Le dio un corto beso en los labios y abrió la puerta. No podía prometerle nada, no tenía nada para ofrecerle, no la merecía.
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La cueva del olvido (libro 1 saga del Rock)
Storie d'amoreMay es una joven que dedica su vida a ayudar a los más necesitados. Solìa formar parte del estudio de abogados más prestigioso de la ciudad, pero las circunstancias del destino la llevaron a abandonarlo todo. Ahora pasa sus días haciéndose cargo de...