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4 años antes

Los gritos se oían desde aquel vestuario improvisado como camarín. El calor había sido abrumador durante todo el día y a esa hora de la noche una brisa fresca había regalado un suspiro a quienes avanzaban en las largas filas para entrar al estadio.

Pato se miraba al espejo mientras peinaba su largo cabello con sus dedos, no había estado convencido de dejárselo crecer, pero ahora que todas las fotografías lo mostraban con ese estilo, se había acostumbrado a él. Sus ojos enormes parecían algo oscuros con ese delineado que Roy había insistido en instalar.

-Ocho números de teléfono en diez minutos. Esto se está volviendo grande.- dijo Fede mientras entraba al lugar haciendo girar su baquetas.

-No quiero pensar los que debes tener vos.- agregó divertido mientras lo señalaba a Roy.

-A mi nunca me dan, parece que ser bajista no garpa tanto.- dijo Willy para luego beber agua de su botella.

-Sí que te dan, lo que pasa es que vos seguis sin ver nada - dijo Roy dándole una palmada en la espalda

-Te digo que si te pusieras los anteojos ganarías mucho más. Ahora están de moda los intelectuales.- agregó Pato sonriendo también.

Estaban felices, había formado la banda aún estando en el colegio y luego de demasiadas negativas, de un dia para otro, Roy y Pato habían compuesto un canción que los había catapultado a un éxito explosivo y justamente por eso, casi ocho meses después de aquel día, iban a tocar en su primer estadio.

-Bueno, un minuto, un minuto.- dijo la voz de Albert para callar sus risas.

-Repasemos el set. Roy no hagas cantar tanto al público, se que te gusta pero pagaron para escucharte a vos. Fede, ya trajeron tu nueva banqueta, por favor no la rompas, tenemos presupuesto, pero una por show es demasiado.- dijo con gesto serio, mientras los cuatro no podían evitar reírse. Parecían compañeros de colegio frente a su director, Albert era mayor y los había descubierto en uno de los shows que daban en los bares del bajo Flores. Había sospechado desde el inicio que tenían un carisma especial y cuando vio la química entre los cuatro supo que llegarían a ser una buena banda de rock.

-Willy...- agregó estirando su mano para dalrle unos anteojos.

El joven negó con su cabeza, una expresión de miedo asomó de sus ojos, había sido el hazmereir del colegio por usar gafas gruesas, no quería volver a hacerlo, menos frente a miles de personas. Pato tomó la gafas y luego de ponérselas se miró al espejo.

-¿Podrías hacerme unas.. Sin aumento?- le preguntó mientras hacía gestos de vanidad frente a su reflejo.

-Tienen onda, - Agregó Roy quitándoselas de las manos para probarlas también. Willy los miraba sin terminar de decidirse, sabía que sus amigos lo hacían por él y no quería decepcionarlos, pero no estaba convencido de volver a ser el "cuatro ojos". Una pausa ligera los envolvió Justo cuando volvieron a tocar la puerta.

-Deben ser tus hermanas.- le dijo Albert a Pato y este puso los ojos en blanco, ser el menor de cuatro hermanas mujeres, nunca había sido sencillo, pero ahora que parecían felices por pertenecer a aquel mundo, era aún peor.

Willy tomó las gafas y se las puso con disimulo, mientras las jóvenes ingresaban entre risas.

-¡Afuera es tremendo! - dijo Ana, la mayor, acercándose a su hermano.

-¡Una locura! - agregó Bianca, sin poder dejar de mirar a Willy, si bien era unos años menor que ella, siempre le había gustado su inocencia y cada día lo admiraba más.

-Mamá y papá están adelante, mamá dijo que se siente una abuela, pero los de seguridad les alcanzaron unas sillas. -dijo Ana divertida.

Pato las miraba sin terminar de relajarse, estaba viviendo un sueño, la banda que había nacido como un pasatiempo con sus amigos, se estaba convirtiendo en algo grande y poder compartirlo con su familia era mucho más de lo que alguna vez había soñado.

Tomó su guitarra para colgarsela del hombro y chocó sus manos con entusiasmo.

-¡Vamos a romperla entonces!- dijo colocando su mano en el centro para que sus compañeros lo imitaran y luego de un grito eufórico comenzaron su camino hacia el escenario.

El primer acordé hizo rugir al público y cuando Roy comenzó a cantar, se obligó a concentrarse en su guitarra. La vista era increíble, mucha más gente de la que había imaginado, fanáticos que conocían sus canciones, adrenalina, euforia y un ardor indescriptible, que hicieron de las dos horas que pasaron tocando una fiesta.

Le gustaba estar un paso más atrás,

La cueva del olvido (libro 1 saga del Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora