★ 03. Shine In The Worst Moment

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Hunter:

Nunca fui bueno para relacionarme con las personas, de hecho, no me gustaba. Tener que charlar todo el día me aburría. Nunca hice amigos en el aquelarre y no mantuve conversaciones con alguien a modo que fuese estrictamente necesario. Podía decir que, fuera de Belos, no confiaba en ninguna otra persona.

Quizás, con el único que pude tener buenas conversaciones sin aburrirme era Steve, y ya por qué hicimos juntos las pruebas del aquelarre. Era un buen tipo, me caía bastante bien y no se metía donde no debía. Sin embargo, eso podía haber llegado a su final.

En los siguientes dos días literalmente no la vi. Me levantaba antes que ella, me ocupaba todo el día y volvía a mí habitación cuando ya estaba dormida. No me fastidiaba, me ahorraba la molestia de hablarle. Había estado despertándola para que se moviera de mi cama, pero por alguna razón, ese día no lo hice.

Cuando entré en mi habitación, estaba dormida con su rostro de frente a la puerta, intenté no hacer ruido y me acerqué a la cama. Estaba profundamente dormida. Sentí un cosquilleo extraño mientras la miraba, su pecho subía y bajaba con delicadeza y sus labios estaban entre abiertos. Miré alrededor de mi habitación y todo estaba en el mismo sitio donde los había dejado, ¿qué hacía todo el día ahí encerrada?

Me quedé observándola otro par de segundos, sinceramente se veía adorable, pero me abofeteé a mí mismo. Era el Guardia Dorado, no sentía aprecio hacia nadie, o eso creía.

No fui capaz de despertarla, la dejé descansar mientras me sacaba toda la armadura. Jalé la cama pequeña qué le había hecho y me recosté allí. Giré mi rostro hacia ella de nuevo, ahora arriba, su mano sobresalía del colchón. De pronto sentí curiosidad de algo. Levanté lentamente mi mano izquierda y me detuve pocos centímetros antes de tocar la suya, suspiré y cerré momentáneamente los ojos. No iba a hacerlo...

Pero, en mi indecisión, terminé de llegar a ella. Mis dedos tocaron los suyos, su simple tacto frío me hizo estremecer y sentí como mi rostro ardía. Rápidamente me giré, dándole la espalda e intenté dormir.

⎯⎯⎯ ...⎯⎯⎯

—¡Hunter! —escuché su vocecita.

Me desperté de un sobresalto, y al abrir los ojos me encontré con los suyos: un color gris casi transparente; eran lindos. Sin embargo, me molesté.

—¡No hagas eso! —dije casi en un grito y me levanté con rapidez.

Ella se sentó en la camita de la que me había levantado. Su cabello corto estaba despeinado, acababa de despertarse seguramente.

—Tengo un par de cosas que decirte, ¿puedo? —comentó, su voz sonaba algo melosa.

Asentí dándole la espalda, mientras ubicaba mi bastón y el resto de mis cosas.

—De acuerdo: en primera, tu rostro no se parece en nada a lo que me había imaginado —comenzó a enumerar—. En segunda, ¿por qué roncas?, es molesto. Y, en tercera, gracias por no haberme despertado.

De acuerdo, era una pequeña insolente. A penas y había notado que, en los días que pasaron no conocía mi rostro. Cuando la despertaba, no lo hacía totalmente, o quizás no divisaba bien las cosas debido al sueño. Me di la vuelta para mirarla al tiempo en que que hacía rodar mi bastón sobre mi cuerpo, adquiriendo todo el uniforme del Guardia Dorado en un instante.

—En primera, no hago eso que dijiste —contraataqué—. En segunda, no tenía ganas de pelear con una niña. Y en tercera, ¿cómo imaginaste mi rostro?, no me digas que te enamoraste de mí.

Aquello último fue sarcasmo, pero me salía tan natural que parecía que fuera de verdad.

—Sí, claro, súper enamorada —se rió—. En realidad es mucho más patético de lo que esperaba.

Yin-Yang | The Owl House Donde viven las historias. Descúbrelo ahora