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UNIVERSO HAZBIN HOTEL

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—¿Duele? —preguntó Alastor con algo de irritación en su voz, mientras curaba una herida en la cara de Lucifer.

—Sí... —respondió Lucifer entre dientes, experimentando una punzada de dolor.

—Pues qué bueno —replicó Alastor sintiendo su enojo apenas contenido. Estaba al límite de su paciencia.

Lo que había hecho el rey había sobrepasado todos los límites. Era vergonzoso tener que lidiar con su "pequeña majestad" siguiéndolo como un patito detrás de su mamá. No soportaba que invadieran su espacio personal, y Lucifer había adoptado la molesta costumbre de abrazarlo y toquetearlo diariamente como si fuera un proyecto personal. Pero lo que realmente lo había llevado al límite fue el evento principal de ese día: la cereza del pastel. No contento con humillarlo y no dejarlo luchar sus propias batallas ni defenderse, se atrevió a tomarlo de la cintura frente a los otros Overlord y arrastrarlo con él, exhibiendo una sonrisa triunfante como si hubiera ganado un gran premio.

Apenas había esperado unos diez segundos, mientras Vox continuaba con sus insultos, para lanzarse sobre él. No permitió que alguien, ni siquiera Alastor, interviniera; el rey parecía estar poseído mientras murmuraba cosas extrañas sobre la "reina". Nadie se quedó para observar, ni siquiera los otros dos cómplices que acompañaban a Vox se atrevieron a intervenir para ayudarlo. Lucifer había disfrutado torturarlo a su antojo.

Apenas llegaron al hotel, con Alastor aferrándose al cuello del Rey como si quisiera estrangularlo, se desató sobre Lucifer una golpiza que grabaría en su memoria para siempre. Sin embargo, no fue tan satisfactorio. Para garantizar que el dolor permaneciera más tiempo, le prohibió la regeneración rápida.

Quería que sufriera. Nadie, ni por un segundo, debía atreverse a verlo como una doncella desesperada por ayuda. Él era más que capaz de infundir miedo y terror entre los pecadores, de denigrar a aquellos que se le interponían y, sobre todo, de burlarse de Vox y destrozar su maldita pantalla.

No necesitaba que el Rey peleara por él. No entendía en qué mundo se le habría ocurrido que eso era adecuado. ¿Acaso pensaba que no era capaz de valerse por sí mismo? Alastor se negaba rotundamente a ser visto como alguien que necesitaba ser rescatado. Era un ser poderoso, temido por muchos, y no permitiría que nadie cuestionara su autoridad, ni siquiera el mismísimo Rey del infierno.

—Cariño —llamó Lucifer, acercándose a Alastor con un tono conciliador—. Vamos, ya no estés enojado conmigo.

—Me humillaste frente a los Vee's —Alastor alzó la voz enojado, aplicando más alcohol en la herida apropósito. 

—¡Mierda! ¡Eso quema! —replicó Lucifer, sintiendo el ardor punzante en su piel.

—Te mereces eso y más —sentenció Alastor con frialdad.

¿Y por qué lo estaba ayudando a curarse? Eso era fácil de explicar. Charlotte, con su innata habilidad de entrometerse y su genuino deseo de ayudar a todos, incluido su confundido, problemático y patético padre, no se permitiría verlo lastimado. En el momento en el que vio las heridas de Lucifer en su rostro, su instinto compasivo la llevó a intervenir de inmediato, solicitando la ayuda de Alastor y ordenando a Niffty que trajera el botiquín de primeros auxilios.

Alastor no tenía ninguna obligación de obedecer. Sin embargo, la influencia de Charlie sobre él era imposible de negar. Aunque podría haberse resistido, ignorar las palabras de Charlie no era una opción. No quería que la princesa pensara que dudaba de sus órdenes, al menos no hasta que su trato hubiera terminado.

Un giro inesperado [AppleRadio] Omegaverse AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora