Siempre habíamos sido nosotros cuatro Shoko, Suguru, tú y yo. Hasta que todo comenzó a romperse. Nos fuimos distanciando entre traiciones y trabajo. Suguru se fue y Shoko tomó su camino como doctora de la escuela. Ahora solo estamos tú y yo con todo...
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Habían pasado un par de semanas desde la partida de Suguru. Satoru y yo lo habíamos afrontado después de muchas lágrimas y lamentos, pero seguimos hacia delante. Suguru siempre será mi persona especial, mi mejor amigo, mi compañero, mi confidente... Pero ha elegido un camino en el que no podía acompañarle.
Con Satoru todo iba bien, demasiado bien. Las cosas eran fáciles aunque aveces discutimos, pero lo arreglamos enseguida. No podía quejarme, son tiempos difíciles y además estábamos bastante ocupados por ser de clase especial. Pero siempre intentábamos encontrar cualquier momento para estar juntos y disfrutar de nuestra compañía.
Por otra parte, Shoko se había ido a la enfermería. Había dejado de estar con nosotros en las misiones y se había concentrado en eso. Para ser alguien que copia en los exámenes y se duerme en clase ha llegado muy lejos y estoy orgullosa de ella.
Caminaba junto a Satoru, no sabía hacia donde estábamos yendo, pero me había dicho que era importante y que fuera con él.
— ¿A donde vamos? —le pregunté a Satoru.
— Tenemos que conocer a alguien —respondió mirándome de reojo.
— ¿A quién? —volví a preguntar con curiosidad.
Satoru simplemente sonrió evitando mi pregunta. ¿A quién tenemos que conocer? Después de varios minutos miraba a Satoru confundida, ya que estábamos siguiendo a un niño que al parecer estaba volviendo del colegio, pues llevaba una mochila.
— Eres Megumi Fushiguro, ¿verdad? —le preguntó Satoru al niño.
Abrí los ojos sorprendida, ¿Fushiguro? El niño se dio la vuelta y miró mal a Satoru, mientras que a mi me miró con tranquilidad. Es demasiado parecido a Toji...
— ¿Y usted quién es? Por cierto, ¿esa cara qué? —le preguntó el niño bastante irritado
— No, nada. Es que eres igualito —suspiró—. Pero eso no es importante. Tu papá viene de una buena familia de hechiceros, los zenin, pero es un inútil que hasta a mi me cae mal. Se escapó de casa y luego te tuvo a ti. Tú eres capaz de verlas y también tienes el don, ¿verdad? Ya te diste cuanta de tu propio poder, ¿no es así? Al clan zenin le encanta la gente con talento. Los rituales se manifiestan entre los cuatro y seis años. Este es el momento para venderte, ¿verdad? Megumi, tú eres la carta más poderosa que tu padre guardaba bajo la manga contra el clan zenin. Es para enfadarse, ¿no? Y hablando de tu papá, fíjate que yo lo ma...
— ¡Satoru! —grité mientras golpeaba su nuca—. No le digas eso al niño, eres un idiota.
— No se preocupe —me miró—. No me importa. No me interesa donde esté ni lo que haga. No lo he visto por años, ni siquiera recuerdo su cara. Con lo que dijo, ya más o menos entendí. También hace poco la mamá de Tsumiki se fue.
