Siempre habíamos sido nosotros cuatro Shoko, Suguru, tú y yo. Hasta que todo comenzó a romperse. Nos fuimos distanciando entre traiciones y trabajo. Suguru se fue y Shoko tomó su camino como doctora de la escuela. Ahora solo estamos tú y yo con todo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Desde que empecé a ver maldiciones mi vida se convirtió en un infierno. Me llamaban "chica rara", "enferma"...
Hasta que mis padres me confesaron lo que eran y como acabar con ellas. Todo era nuevo en mi vida, nunca me habían contado nada al respecto y era totalmente extraño.
¿Por qué mis padres me han mentido toda la vida?
Bueno, según sé, lo habían hecho porque era demasiado pequeña.
Desde entonces he estado entrenando día y noche, quiero ser la más fuerte. No importa el tiempo que me cueste, si lo intento día tras día podré conseguirlo.
Mañana va a ser mi primer día en la academia Jujutsu. Estoy bastante emocionada.
A pesar de ser una hechicera, no conocía a nadie más que mis padres que la practiquen. Eso es inquietante.
— Abril —me llamó mi abuela, sacándome de mis pensamientos.
— ¿Si?
— Acuérdate de preparar todas tus cosas para la escuela, siempre lo acabas haciendo a última hora.
Sonreí al saber que era cierto. Siempre dejo todo para el último momento y luego llego tarde a los sitios.
— Ya voy a hacerlo, no te preocupes —besé su frente y fui a mi habitación.
Abrí la maleta. Metí la ropa, neceseres con mi aseo personal, alguna foto con mis padres y con mi abuela, algo de maquillaje porque nunca se sabe y que nunca falte algún manga.
Ciertamente estoy emocionada, nunca había estado con personas que puedan ver las maldiciones y me preocupa como sean.
Las horas pasaban y yo ya me tenía que ir. Me despedí de mi abuela con un fuerte abrazo y cuando estaba a punto de subirme al tren me despedí con la mano. Iba a ser un camino largo.
Pasaron cuatro horas y ya había llegado, la escuela quedaba algo apartada de la estación. Pero me habían dicho que iban a venir a por mi. A lo lejos vi a un hombre con mi nombre y sin pensármelo me acerqué a él.
— ¿Abril Nishimura? —preguntó.
— Sí, encantada —saludé.
— Acompáñame —señaló el coche y asentí.
Ambos nos subimos al coche no sin antes guardar mis maletas. El camino fue silencioso, aunque algunas veces le preguntaba cosas sobre la escuela, él solo sonreía y me respondía.
Ya habíamos llegado y entré en la escuela. El chico que me dejó en la puerta desapareció en un par de segundos.
Subí las escaleras y entré en la oficina del director.
