Capítulo 1 | Entrometida

246 26 15
                                    

•••

•••

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

•••

CAPÍTULO 1
Entrometida

Verónica

Vanessa conoció a su prometido en el bar del Waldorf Astoria; hotel en el que desafortunadamente ambos se estaban hospedando. Coincidieron una noche, él le invitó un trago, ella fue a agradecerle, cogieron, convivieron y tres meses después, se comprometieron.

Realmente no importó cuanto intentaron explicármelo: para mí seguía sin tener sentido que la "única forma posible" de seguir con su relación haya sido a raíz de un matrimonio. Pude darle a mi hermana, mi madre y mis mejores amigas mil razones validas por las cuales eso era una completa locura, pero todas iban a excusar esa estupidez con argumentos igual de estúpidos como: "es amor de verdad" y "lo dices porque nunca te haz enamorado".

No podía creer que en serio vieran toda esa situación como algo romántico, porque realmente era demasiado sospechoso, y me sorprendía que ellas no lo vieran así. Cuando hablé con mi padre me dio la razón, y me sentí sumamente aliviada de no ser la única que tenía esa mala espina, ya que por un momento me hicieron dudar de mi misma con tantas vueltas que le dieron al tema, pero él no pudo estar más de acuerdo con mi punto de vista.

Venus, por otro lado, dijo que estábamos paranoicos porque habló con el tipo por llamada y pudo confirmar que, según ella, era un hombre de bien, pero es obvio que solo terminó de ceder por todos los ceros que seguramente tiene en su cuenta bancaria, ya que por lo que me dijeron su familia es asquerosamente rica.

Al día siguiente de la noticia, me di cuenta de que mis intentos de hacerlas entrar en razón eran un desperdicio de saliva, entonces decidí no decir más al respecto. La molestia sigue latente en mí pecho, y cada que pueda dejar en claro mi desagrado con el compromiso lo haré sin dudarlo, pero lo de intentar abrirle los ojos a una ciega, no. Que se joda Venus y que se joda Vanessa. Ya no me interesa.

Mi teléfono vibra unas seis veces seguidas en el bolsillo de mi falda y lo saco para revisar: «47 mensajes sin leer, 12 llamadas perdidas y 5 correos de voz por escuchar».

Para mi mala suerte, la gran mayoría de mensajes y llamadas en el buzón son de mi madre, cosa que solo puede significar que ya sabe en dónde estoy y lo que estoy haciendo. La pregunta es, ¿cómo? no me sorprendería que haya rastreado mi teléfono.

Confirmo mis sospechas cuando abro su chat y veo que está lleno de amenazas, regaños y chantajes que solo me provocan malestar y un fuerte dolor de cabeza. Decido ser feliz, entonces apenas veo que está escribiendo otra vez la bloqueo y elimino de mis contactos de forma temporal. Hablaremos cuando se comporte como una persona civilizada en lugar de una maniática obsesionada con tener todo bajo su control.

Ruedo los ojos cuando pasan quince segundos y me empieza a llamar desde el número de su empresa. Rechazo la llamada antes de tirar el aparato al interior de mi auto, y me dejo caer de espaldas contra el capó en busca de un poco de paz, a pesar de que mi entorno está a explotar de gente bailando, alcohol y música ensordecedora.

Condena © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora