Capítulo 12 | La Degustación

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Capítulo 12
La Degustación

Verónica

—Otra vez te destrocé —me burlo de Finnick, jadeando frente a la prensa mientras paso el dorso de mi mano por mi frente para quitarme los restos de sudor.

—No se vale —se queja—. Levantas con tus piernas más de lo que yo levanto con mis brazos. Así cualquiera.

—No es mi culpa que seas un debilucho de la cintura para abajo —lo molesto, tomando mi termo de agua para hidratarme.

––No lo soy ––refuta.

––Un poco sí ––sigo, provocando que ruede sus ojos con hastío. Río, tomando otro trago de agua.

Cumplí con mi palabra y aquí estoy, entrenando con mi ex para ayudarlo a distraerse de lo que sea que haya pasado como para alterarlo tanto. A veces es mejor no preguntarle, ya que cuando se trata de cosas tan urgentes está relacionado con su familia y acordamos no hablar sobre sus negocios extraños cuando terminamos.

Me preocupa verlo cada vez más desgastado, apagado, y distraído. Es como si poco a poco dejara de ser él mismo, y me arde el pecho de solo imaginar todo lo que tendrá que estar pasando para convertirse en esta persona que apenas reconozco, pero todavía quiero.

Los lugares oscuros te roban partes de ti lentamente hasta transformarte en una persona irreconocible incluso al frente de un espejo. Lo sé porque estuve en mi propio lugar oscuro cuando me dejé llevar por las drogas, el alcohol y las fiestas. Y a pesar de haberlo superado, nada volvió a ser igual. Yo nunca volví a serlo, y si fue así con algo tan común no me imagino lo que debe estar viviendo él en un mundo tan dañino y peligroso como ese.

—Quiero disculparme por... lo qué pasó en el estacionamiento —se sienta sobre un banco que queda frente a la ventana y cuelga su toalla sobre su hombro—. La he pasado mal, y sé que eso no es excusa para comportarme como un pedazo de mierda, porque definitivamente no mereces que te traten así —me mira a los ojos––. Pero quiero que sepas que verdaderamente lo lamento, Vero, y que nunca haría nada para lastimarte...

––Está bien ––lo tranquilizo, sentándome a su lado––. No tienes que disculparte. Entiendo que no debe ser fácil por lo que estás pasando ––acarició su brazo, y sonrío cuando siento su piel erizarse bajo mis dedos––. No tienes que explicarme nada, te entiendo con miradas ––me acerco a besar su cabeza, y él suelta un gran suspiro antes de relajar sus hombros. Estaba tan tenso que parecía una estatua.

––Gracias ––susurra, pasándose las manos por la cara.

––No tienes que agradecerme ––le hago saber y me preparo para las mentiras sanas que estoy por soltar––. Más bien yo te debo una disculpa por haberme metido otra vez en las carreras aún cuando te prometí a ti no volver a estar metida en eso.

––Si, eso me lastimó...

––Lo sé, y estuvo mal no pensar en como eso podría afectarte. Por eso lo lamento ––le hago saber, a pesar de que me estoy disculpando más por compromiso que porque lo sienta. No me arrepiento, pero para que estemos bien debo complacerlo con lo que quiere oír. Asiente.

—Está bien —me tranquiliza, aunque realmente no es como si me estuviese carcomiendo la angustia—. Enterarte del compromiso debió ser difícil... —se tensa, lanzando un suspiro.

—Si...

—El día que... pasó eso me dijiste que viste al novio de Vanessa en las carreras —voltea a verme—. ¿Qué tan segura estás de eso?

Condena © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora