Prólogo

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PRÓLOGO

10 de Octubre del 2018.
México-Cancún.
6:42am

Llevo el cigarro a mis labios e inhalo, apreciando como la marea se agita salvajemente a la orilla del mar. El sol se asoma por el horizonte y refleja su luz en el agua, poniendo a brillar las olas con su resplandor.

Nunca he sido fan del trópico. Y gracias a eso supuse que nadie iba a buscarme aquí: en este asqueroso calor lleno de plagas y humedad, en donde lo único bueno son las mujeres que andan en bikinis diminutos que apenas las cubren, y las áreas del hotel que tienen aire acondicionado.

Odio el sol, el sudor y el maldito clima templado, pero tuve que hacer el sacrificio de venir si lo que quería eran cinco minutos de tranquilidad.

«Tranquilidad». Algo que probablemente nunca vuelva a saborear, ya que todo en esta vida tiene consecuencias y yo no estoy pensando en estas. No suelo ser impulsivo, pero la situación me tomó por sorpresa y tuve que... improvisar, a pesar de que nunca sale nada bueno de eso.

Mi teléfono suena en el bolsillo de mi pantalón, y sé que aquí termina mi paz antes de la tormenta. Lo dejo sonar un rato antes de sacarlo, y tomo una profunda respiración, sabiendo que aquí comienza el martirio.

—¿Qué? —Atiendo.

—Hasta que contestas. —Mi hermano mayor habla al otro lado de la línea—. ¿Ya se te pasó tu rabieta? Porque te necesitamos aquí. Nuestros invitados requieren tu presencia para que elijas el anillo y empecemos con los preparativos de... —empieza a darme detalles que ni me interesan, ni recuerdo haber preguntado, pero no lo interrumpo. Lo dejo contarme la lista de cosas que tenemos pendientes en silencio, observando como el humo de mi cigarro se pierde con la brisa veraniega de Cancún.

––Te veo muy preocupado por todo el tema del compromiso —comento finalmente, dando otra calada.

––Eh, claro que lo estoy ––dice con obviedad––. Estamos atrasados por tu culpa. Llegas tarde a la planificación de tu propia boda, galán.

––Pues no me esperen ––le recomiendo––. No me van a ver la cara en un buen tiempo. Estoy en unas vacaciones sin fecha de retorno.

––Ja, ja. Muy gracioso ––ironiza––. No estoy para juegos, entonces dame fecha para arreglar todo para la prensa y...

––No me estoy riendo ––lo interrumpo, serio––. No me voy a casar con ella.

Mis palabras dejan la línea en silencio por unos segundos.

––Creo que no escuché bien. ––Se ríe, aclarando su garganta––. ¿Acaso dijiste que...?

––Que no me voy a casar con ella. Me oíste bien.

Lo escucho suspirar.

––¿Acaso perdiste la cabeza? ––habla entre dientes, tratando de controlar su tono de voz––. No seas ridículo, ¿como que no te vas a casar con-? Es que no puedes no hacerlo ––se interrumpe con un bufido––. No tienes opción, Nicholas.

––Si. Si tengo. ––Me volteo, y aprecio el cuerpo femenino que descansa sobre la cama de mi habitación. Sus curvas resaltan debajo de la sabana y su cabello castaño está hecho un desastre que se escurre entre las almohadas, dándome una vista casi erótica––. Me voy a comprometer con alguien más.

––¿Con alguien más? ¿De qué demonios hablas?

––Conocí a una chica ––explico de forma tranquila––. Y va a ser mi futura esposa. No pude evitarlo, Ethan. ––Esbozo una media sonrisa––. Fue amor a primera vista.

––No seas... idiota ––casi grita, pero logra contenerse. Pocas veces se le escucha fuera de sus casillas, y no niego que lo disfruto un poco––. Ven ahora mismo de vuelta a Alemania o te voy a traer arrastrado de las bolas. Y eso es una amenaza directa, Nicholas ––dispone––. Te doy dos días.

––Amenázame cuanto quieras ––le digo––. Pero ni el mismísimo Dios me va a condenar a toda una vida con esa malnacida. ––Chasqueo mi lengua, tirando la colilla por el balcón––. No la quiero.

––No seas un maldito caprichoso. Sabes que nosotros no elegimos...

––Tu no elegiste porque te dejaste joder de Dorian, y ese no es mi problema. ––Me encojo de hombros, y veo como la moldeada figura de la mujer de anoche se remueve sobre el colchón––. Estás invitado a conocer a mi futura esposa. Será oficial en Año Nuevo, espero que vengas.

––Espera, Nicholas, no te pongas desquiciado ––suspira––. Ven a Alemania y negociemos. Esto es una muy mala idea, y definitivamente no una solución. Seamos adultos y...

––Ya me aburrió tu discurso ––bostezo, volviendo a ver el mar––. Dales mis disculpas a los Smirnov, pero su hija puede devolverse al hueco del que salió e irse a la mierda. No la quiero, y no la voy a desposar.

––Estás cometiendo un error.

––Yo fuí un error. ––le resto importancia––. Es mi naturaleza.

•••

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