Alay es una chica de belleza deslumbrante que desafía las normas establecidas. Harta de la hipocresía que la rodea, decide enfrentarse al mundo con determinación y coraje. Su objetivo: romper las máscaras que todos llevan y dejar su nombre grabado...
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Hace apenas unas horas que Liam me ha dejado en la residencia, y estoy preocupada por Linda, ya que no ha dado señales de vida. Marqué de nuevo su número y de los nervios, me muerdo las uñas. El teléfono suena una, dos, tres, cuatro, cinco veces antes de que el sistema de correo de voz responda. Tiro el celular en la cama y me restriego la cara con las manos, sabiendo que era una mala idea seguir insistiendo.
Hace unas horas, estaba bajo los efectos de alguna droga, y esa sensación aún resuena en mi cabeza. Pero lo que más me preocupa es la intención detrás de ello. ¿Me drogaron con algún propósito en mente? Intento recordar, pero los recuerdos del día anterior son difusos. Mi mente es un caos y siento que un colapso podría ocurrir en cualquier momento.
Me dejo caer en el colchón y cierro los ojos con fuerza. De repente, un recuerdo fugaz se desliza por mi mente. Una risa suena en el aire, pero la figura que la emite está borrosa, moviendo los labios como si me estuviera diciendo algo importante. Intento concentrarme, pero es en vano. ¿Qué trata de decirme?
Mis ojos se enfocan en alguien riéndose a mi lado, y en un instante, todo se ilumina con un destello brillante y repentino. Es un flash. Después, mis párpados se abren de golpe. Extrañamente mareada, me levanto de un salto y caminó rápidamente hacia el baño, donde todo lo que había en mi estómago se deshace en un instante.
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No paraba de mirar a Sophia, sentía tanta rabia. ¿Cómo alguien podía hacer algo así? Ella estaba acurrucada entre las sábanas, no paraba de llorar, estaba hecha un desastre: el maquillaje se le había corrido y llevaba el vestido de ayer.
Yo estaba sentado en la esquina de la cama, con los codos en las rodillas y las manos en la cabeza. Sabía perfectamente que Sophia había hecho algo mal y aún me dolía un poco enterarme así. No confiaba en mí aleje esos pensamientos apenas cruzaron por mi mente.
Estábamos en total silencio los dos. Intentaba darle su espacio, esperando que ella decidiera dar el paso. No me importaba quedarme todo el día; estaba dispuesto a esperarla.
"Siempre lo estaba", tragué fuertemente.
El celular comenzó a sonar. Miré la pantalla: era Luis. Fruncí el ceño. Sophia dejó de sollozar, así que la miré. Asomó la cabeza que antes tenía debajo de las sábanas.
