—Tranquila —le digo a Marylen—. No servirá de nada pelearse.
No debí habérselo dicho así. Tuve que acercarme a ella y tranquilizarla antes de que cometiera una estupidez como esa. Una de las reglas de Nebula es que no se toleran las agresiones físicas. Esto le habría pasado factura muy grave en la universidad.
Marylen está sentada en las gradas, estamos en la cancha de fútbol. Comienza a respirar regularmente y evita mirarme avergonzada. Agacha la cabeza hacia las rodillas y comienza a llorar.
Me siento a su lado y le acarició el cabello. A pesar de ser una desconocida, no soy una mala persona como para dejarla tirada a pesar de lo que estaba atravesando. Por eso fui a buscarla.
—Pense que era mi amiga —Su mirada esta perdida y lagrimas cruzan sus cachetes a toda velocidad—No puedo creer que me haya hecho algo como eso, no entiendo nada.
Hasta donde tengo entendido, Marylen es una persona muy introvertida a quien desde el principio le ha costado mucho generar vínculos con los demás. Su lado reservado no la ayuda, y a pesar de su amistad con Linda, quien es conocida aquí, ella siempre ha sido ignorada. Aunque no se mencione ni se comente, en Nebula los estudiantes se dejan influenciar por los apellidos, y si estos no pertenecen a la élite, eres considerado nadie. Aquí no te ganas un lugar, y desde el día que Luis me llamó, he estado investigando su caso. Me llamó mucho la atención y curiosidad por saber por qué se encuentra en Nebula me carcome por dentro.
Ella no pertenece a este mundo.
Debo admitir que cuando recibí aquel mensaje, nunca imaginé que se trataría de ella. Al final del día, lo único que vi fue a ella, una chica muy bonita que parecía no saber nada de este mundo. Un ángel. ¿Cómo es que una chica tan buena tiene tantos enemigos? Porque si había que protegerla, era porque los tenía.
La miré mientras sollozaba, balbuceando palabras que se perdían entre su llanto. Estaba destruida, aunque hace un rato demostró ser fuerte. Sabía perfectamente que no debía estar aquí; no la conozco, y ella no me conoce. Sin embargo, lo estaba. Quería ayudarla, y ya no solo por el mensaje; su historia aún no contada me intrigaba.
Cerré los ojos, recordando ese día en que recibí aquel mensaje.
Número desconocido:
Participante 36, es un placer volver a hablar contigo. Tu nueva misión será ir al patio trasero de la fiesta y cuidar a la chica. Ahora cuentas con una balanza; piensa en este nuevo reto como una oportunidad de redimirte y de ver otra perspectiva, siempre y cuando no olvides la única regla que existe aquí, participante 36: es hora de mostrar tus dotes más encantadores.
Boss
Me estaba desahogando. Sabía que no debía arrastrar mis problemas a Liam, pero no tenía con quién contar. Estaba herida, quería salir de aquí y gritarle tantas cosas a Linda, pero yo no era esa clase de persona. No quería ser esa clase de persona.
Esta era una manera de tranquilizarme, de desahogarme, pero no estaba funcionando. Tenía un nudo que parecía no irse. Entre más hablaba, más recordaba. Recordaba que así no era Linda. Creí que no era así, pero al final me decepcionó tanto.
Sabía que si cerraba los ojos, no iba a ser un sueño. Ya lo había entendido, era real. Como las ganas que tenía de pegarle de nuevo a Linda hasta que me dijera que era una puta broma de mal gusto.
—Es mi única amiga aquí, siempre se me dificultó estar aquí —Miré mis manos perdiéndome en ellas— Y cuando menos lo pensé, un cuchillo afilado por la espalda. Sabes, hubiera sido menos doloroso mejor cambio eso por una katana atravesándome el pecho.
No sabía cómo expresarme, cómo sentirme. Estaba en medio de una ruleta, con tantas emociones encontradas que era como si no supiera cuál iba a sorprenderme: si tristeza o rabia. Las palabras salían sin contenerse, como dagas filosas, pero no dirigidas contra nadie, sino que regresaban como un búmeran y me golpeaban fuertemente. Cada palabra que salía de mí me dolía intensamente, y comprendería a Liam si después de esto decidía mirarme como a una loca.
Me reí fuertemente y Liam me miró confundido.
—Jamás le gustaba lo que hacía —Me levanté dispuesta a irme; ya era suficiente. Iba a ir al apartamento, hablaría con ella y le daría su merecido—. Soy una imbécil. Eso es lo que soy. Tan tonta de confiar en ella.
Liam se levantó dispuesto a seguirme.
—Has hecho suficiente por mí hoy, Liam —Le dije mirándolo fijamente—. No soy una niña. No es necesario que me cuiden.
Hace un rato estaba llorando como una niña pequeña. Tal vez soy un poco bipolar, ¿no? Ni yo me estaba entendiendo en estos momentos, me desconocía.
Caminé rápido para que Liam no me siguiera, y mis lágrimas volvieron a brotar.
Sí, definitivamente estaba loca.
Él ya me había visto haciendo este tonto numerito y me daba mucha vergüenza con él.
Caminé por todo el campus de la universidad. Me dirigía hacia las residencias estudiantiles. No quería llegar al apartamento que compartía con Linda, pero sabía que mientras más rápido me enfrentara a ella, mejor sería.
Lo pensé un momento y me desvié por un callejón estrecho para alargar el camino.
Cuando conocí a Linda, pensé que seríamos inseparables. Me encontré muchas noches pensando cómo era posible que alguien como ella quisiera ser mi amiga. Después de un tiempo, comencé a creérmelo, pero lo que definitivamente no iba a contar era que en ese lindo sueño, al final del camino, decidiera traicionarme.
Recordé innumerables noches donde las dos nos acostábamos tarde, haciendo una rutina de tratamientos faciales que Linda seguía de una nueva revista que tenía bastante potencial en el mundo de la belleza, mientras ambas hablábamos de los chicos que Linda tenía en la mira y nuestras películas de romance favoritas, imitando algunas escenas que nos habían gustado de alguna serie.
Todos esos momentos eran falsos.
Levanté la mirada y seguí el camino de aquel callejón. Al final de este, se contemplaba la silueta de una chica mientras fumaba. Realmente se veía bien y, por alguna extraña razón, tenía ganas de fotografiar ese momento. Era una imagen digna de Pinterest.
Seguí caminando y cuando estaba cerca, la chica se giró hacia mí.
Estaba en problemas.
Los penetrantes ojos de un tono verde fuerte me miraban con atención. Quise correr de aquel lugar, pero le tenía miedo. Siempre lo había tenido cada vez que la veía, y era por una simple razón.
Ella era la responsable de que no me admitieran en el comité de actos de la universidad.
Ella me dedicó una mirada de cuerpo completo y luego una pequeña sonrisa arrogante brotó de sus labios, como si se estuviera burlando de mí. En el fondo, no la culpaba, estaba hecha un asco.
Ella vestía con unas botas militares, una falda negra de cuero, un cinturón blanco brillante que resplandecía en su atuendo, y una camisa negra que tenía una frase en ella: "El demonio más grande de todos eres tú" . Todo se le ajustaba en su lugar, resaltando las curvas que poseía.
—¿Eras Marylen, no? —Su voz sonó fuerte, a pesar de que no había puesto empeño en alzarla.
Lo había dicho en un tono burlesco, como si destruir sueños de personas lo hiciera todos los días, como si fuera capaz de olvidar sus nombres.
Sabía que era una niñería seguirle guardando rencor por eso, pero no podía evitarlo.
—No es de mi agrado volver a encontrarte, Alay —Le dije con un poco de recelo, y mis hombros se tensaron a la defensiva.
Alay hizo lo que menos imaginé: sonrió.
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Alay
Misterio / SuspensoAlay es una chica de belleza deslumbrante que desafía las normas establecidas. Harta de la hipocresía que la rodea, decide enfrentarse al mundo con determinación y coraje. Su objetivo: romper las máscaras que todos llevan y dejar su nombre grabado...