Capitulo 11

51 23 31
                                    

Las cámaras empezaron a grabar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las cámaras empezaron a grabar. Tenía un fuerte nudo en la garganta; no estaba acostumbrada a llorar, no era lo mío. Pero aquí me encontraba, con las lágrimas acumuladas en mis ojos.

La gente miraba con atención desde abajo, para capturar mejor el momento. Así funcionaba mejor este mundo, la gente fingiendo ignorancia y metiéndose en la piel que no le pertenecía.

El tiempo, como era habitual, estaba perfecto para el momento, como si supiera que eso era lo que haría mejor aquella maldita escena que se estaba reproduciendo delante de mis ojos.

Uno, dos, tres, repetía en mi mente una y otra vez. Cuando estuve lo suficientemente cerca, las visualicé.

Alay y Verónica.

Una, con lágrimas en sus mejillas, completamente destruida, cada vez que intentaba dar una bocanada de aire, sollozaba más fuerte. Ella intentaba tomar una decisión muy importante en su vida.

Alay la miraba con aburrimiento. Sabía que debía acercarme, pero mis pies estaban clavados en el suelo, sin responder a mi llamado. Estaba estropeando el momento. Miré hacia el cielo, no quería hacerlo. Dos gotas de lluvia cayeron por mis mejillas y reaccioné, reaccioné a la escena delante de mis ojos.

Busqué la mirada de Samantha hacia un lado. Ella me dio una mirada de aprobación para que no me detuviera y siguiera. Tomé valor de donde no tenía y, cuando miré hacia el frente, mis lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Verónica estaba al borde, tratando de negarse a dar un paso más, a no acabar con su vida, buscando aun una razón para seguir adelante.

Alay dio pasos lentos hacia donde estaba Verónica, y yo también me apresuré a quedar cerca de ella. Cuando llegué hacia el borde, di un paso hacia atrás. Me dio un fuerte mareo al mirar hacia abajo; estaba repleto de gente mirando hacia arriba fijamente, en busca de un espectáculo que no tendrían, que yo no iba a permitir.

Estábamos las dos, una intentando evitar un desastre y otra tratando de ver arder el mundo.

Yo estaba derrumbada. ¿Cómo se suponía que debía empezar?

—Negociemos —hablé no muy convencida— como en los viejos tiempos.

Verónica se volteó a mirarme y Alay le tomó la cara para obligarla a mirar hacia abajo.

—Toda tu vida has sido una cobarde. ¿En esto también lo serás? —Sus frías palabras me helaban el corazón y sentí que no podía continuar con esto. Cuando vi que Verónica negó decidida—. Tírate, acaba con el sufrimiento.

—No lo hagas, escúchame a mí, no te dejes manipular —la voz me temblaba a causa del frío. La lluvia no me gustaba, me hacía recordar muchas cosas que no quería.

«Hermanita, no lo hagas, por favor.»

Las palabras resonaban con fuerza en mi cabeza, haciéndome rememorar cosas del pasado, por eso me había negado a ayudar en este momento crítico.

AlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora