10 - Can't help falling in love.

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Los copos de nieve caían con gentileza

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Los copos de nieve caían con gentileza. Por la ventana se percibían millones de ellos aunque fuese de noche y la oscuridad no dejase verlos con claridad; dentro de tu hogar la chimenea era la única fuente de luz, los troncos chillaban por el fuego comiéndose cada parte de la madera, ocasionando un brillo y calidez agradable y suficiente para iluminar la sala de estar, justo donde Leon y tú permanecían.

Debido a que estabas de pie con un bastón de apoyo mirando a través del vidrio, giraste hacia tu esposo, dedicándole tus ojos cansados y con arrugas en las comisuras de éstos. Leon estaba con los ojos cerrados, descansando pacíficamente sobre su sillón favorito esperando a que volvieras para abrazarte nuevamente. Portaba un abrigo de algodón azul y unos pantalones color café crema que lo hacían ver como un verdadero abuelito.

Iba a cumplir 90 años, tú recién cumpliste 84.

Sin más, caminaste lentamente hacia él con esfuerzo. A decir verdad, tu condición física no era la mejor en consecuencia de una enfermedad que no te permitió caminar y ejercitarte como siempre lo hacías. Fue un suceso terrible, pero mejoraste y eso es lo que importa, ahora debes llevar un bastón o a una persona a lado tuyo para apoyarte y que tus piernas no te dieran una mala jugada.

Leon al escuchar el sonido del bastón golpear el suelo con delicadeza, abrió los ojos y parpadeó varias veces para aclarar su vista a ti. Te miró llegando a él y a pesar de querer ayudarte a caminar, su edad ya no lo permitía como antes. Ya era viejo, inservible, justo como a él le gustaba llamarse para molestarte y así provocar que tú le dijeras que no era cierto. Amaba tus pequeños corajes, lo mantenían vivo honestamente.

Te sonríe y te ofrece su mano temblorosa.

—¿Es linda vista?

Le sonríes de igual manera y asientes.

Indiscutiblemente de lo viejos que eran, han sido más unidos que nunca. El amor no se ha desvanecido, son mejores amigos y compañeros de vida. Además, están preparados para cualquier cosa que suceda, y es doloroso pensar que alguien dejará solo al otro. ¿Es esto el precio del amor? ¿Es justo? Por supuesto que no, sin embargo, las preguntas ya dejaron de ser una preocupación, lo ideal sería vivir como si fuese el último día. El tiempo para ustedes ya es un límite que no pueden detener.

Con lentitud tomaste su mano, guiándote al lado de él en su cómodo y apreciado sillón. Caes con delicadeza, suspirando y sintiéndote como si ese pequeño esfuerzo te hayase agregado más años; cada movimiento duele, sí.

—¿Está nevando mucho? —Tu marido vuelve a preguntar con una voz ronca, ligera y agotada.

—Está tranquilo —vuelves a ver el ventanal que está frente a ustedes con persianas a los lados amarradas para poder observar el exterior.

One Shots • Leon KennedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora