info: Los chicos descubren que Enzo todavía es virgen y lo molestan al respecto, así que él te pide ayuda.
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Lorenzo era tu mejor amigo, lo había sido desde que ambos eran unos adolescentes y se conocieron en el Expreso de Hogwarts en su primer año. Recordabas ese día como si hubiera sido ayer. Él te había chocado, lo que hizo que dejaras caer tu rana de chocolate al suelo, después de eso, él inmediatamente se disculpó y te compró todo el trolley de Honeydukes como disculpa; en ese momento, juraste para ti misma que nunca lo dejarías ir.
Y siete años después, él era la persona más importante en tu vida.
Como todos los viernes por la noche, Lorenzo y tú tenían una pijamada en tu dormitorio. Esa noche, Pansy, tu compañera de habitación, estaba fuera en una cita con algún chico y tenían la habitación solo para ustedes. Estaban acostados en tu cama, Enzo a tu lado. Estaba poniendo una película, pero te costaba concentrarte en ella ya que Enzo no dejaba de moverse; parecía inquieto, lo cual era realmente raro para ser honesta, Lorenzo era el chico más tranquilo de todo el mundo mágico.
No podías imaginarte qué estaba pasando por esa bonita cabeza suya.
La verdad es que, la semana anterior, el resto de los chicos descubrieron que Enzo aún era virgen y lo habían estado molestando al respecto sin parar desde entonces, lo que ya había comenzado a molestarlo seriamente. Al principio, tal vez podrías decir que era gracioso, pero después de ocho días de bromas constantes, ya no era gracioso.
Suspiraste, finalmente decidida a preguntarle qué pasaba por su mente.
"Lorenzo", lo llamaste, usando su nombre completo, lo cual raramente hacías, "¿hay algo mal? Pareces inquieto hoy..."
Enzo apartó la mirada, claramente tratando de evitar tus ojos, y frunciste el ceño; esa era la confirmación que necesitabas para saber que algo no estaba bien, nunca desviaba la mirada de esa manera.
"Nada, solo... lidiando con algo de estrés", respondió, esquivando el tema. Cuando vio tu gesto de desagrado, agregó: "No es gran cosa, en serio. No te preocupes por eso".
"Vamos, Enzo..." dijiste, alcanzando para acariciar su mejilla y obligarlo a mirarte, "te conozco como la palma de mi mano y sé que algo te está molestando".
Le sonreíste tranquilizadoramente, pausando la película para centrarte completamente en la conversación, luego agregaste: "Puedes decirme cualquier cosa, ¿sabes? ¿verdad?"
Las mejillas de Enzo se sonrojaron ligeramente, sus ojos moviéndose de un lado a otro mientras te miraba, claramente vacilando si debería contarte o no.
"No pensarías... no pensarías menos de mí, ¿verdad?" preguntó y viste un destello de vulnerabilidad en sus iris marrones claros.
Frunciste el ceño al mirarlo, acariciando su mejilla suavemente; su actitud te estaba preocupando de verdad.
