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Draco inhala bruscamente entre dientes mientras pasas el algodón por su herida sangrante. Ya le habías dicho mil veces que no se metiera en peleas de nuevo, pero simplemente no escuchaba y lo hacía de todos modos.
"Vamos, ellos se lo merecían, ¿entiendes, verdad?", intenta justificar sus acciones, a lo que tu niegas con la cabeza negativamente.
"No puedes andar actuando como un idiota y luego esperar que la gente limpie tus desastres todo el tiempo", le sermoneas, esperando que vea sus errores.
"Bueno, por ahora te tengo a ti, ¿no es así?", responde con suficiencia, gimiendo mientras el algodón toca su herida nuevamente. Que imbécil podía ser a veces.
"Por ahora", lo adviertes severamente. Draco era muy consciente de que tendría que comportarse bien contigo, su amiga cercana que realmente lo ayudaba cuando lo necesitaba.
Por supuesto, no querías fomentar las acciones de Draco, pero él mostraba su gratitud de formas agradables. Formas como invitarte a cosas en Hogsmeade, ayudarte con la tarea, halagarte a los profesores, y así sucesivamente.
La herida de hoy había caído en su torso inferior, algo que había obtenido de un chico del equipo de quidditch de Gryffindor, a quien insultó de sangre sucia. Siendo tú misma sangre pura, eras consciente del odio de ustedes hacia los muggles, pero no lo aprobabas.
Al ver su expresión facial dolorida, haciendo todo tipo de muecas, dices: "Sé que duele, pero eso solo te ayudará a aprender tu lección".
"¿Y qué lección es esa? ¿Qué debo mostrar menos misericordia la próxima vez?", Draco sonríe tontamente al no reconocer su error.
"Claro, chico rudo", le lanzas una mirada de incredulidad.
Ahora, casi estaba completamente arreglado y solo tenías que colocar una gran curita cuadrada sobre su herida limpia.
Mientras te inclinas hacia su torso inferior, escuchas un gruñido de Draco, que parece un poco desorientado.
"¿Qué pasa, te lastimé?", le preguntas.
Draco no estaba herido. Más bien, estaba sintiendo algo completamente opuesto.
Interiormente, comenzó a repasar el momento en su cabeza cuando tus tetas hicieron el contacto más ligero con su pene. Se habían rozado sobre su ingle cuando te inclinabas para poner la curita en la herida.
Por supuesto que no lo notaste, pero él ciertamente no podía olvidarlo. Su mente estaba pasando por todo tipo de imágenes mentales sucias y desagradables. Ese pequeño toque hizo que toda restricción volara por la ventana, y todo en lo que podía pensar era cómo te verías desnuda, tetas al descubierto, rebotando frente a él.
