Capítulo 12

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*Advertencia: este capítulo tiene contenido sexual*

Aemma se sentía nerviosa, no sabía cómo seguir el beso, por lo que se dejó guiar por su esposo. Al separarse lo miró con las mejillas enrojecidas por la vergüenza. Era la primera vez que tenía ese tipo de cercanía con un hombre y se sentía extraña. Quería que siguiera pero temía hacer algo mal.

- Mi dulce Aemma - habló ahora Aemond acariciando los antebrazos de la joven mientras se deleitaba al verla así. Tan inocente, tan vulnerable que parecía que saldría huyendo en cualquier momento.

- Yo... no sé cómo hay que hacerlo - susurró la princesa de cabellos plateados avergonzada.

Sin más, Aemond volvió a besarla ahora con suaves movimientos, para que ella pudiera seguirle el ritmo y lo consiguió. Aquello lo hizo excitarse pero debía de controlarse por ella, no quería que su primera vez la traumatizara. A la vez que la besaba acariciaba su cintura, bajando sus manos a los glúteos de la joven que jadeó de sorpresa al sentirlas y se percató de que algo duro chocaba contra su muslo sabiendo inmediatamente que era. Era cierto que no sabía gran cosa pero si lo básico, su madre se lo contó antes de salir de Rocadragón. Se retorció provocando el gruñido del hombre que se separó de sus labios para mantenerse más calmado pero fue un completo error, porque aprovechando que ahora la podía ver, Aemma desató con su mano la parte trasera de su vestido, aflojándolo y dejando a la vista sus hombros y el inicio de sus pechos. Ante tal imagen Aemond tomó a la joven por su cintura, alzándola y caminando hacia la cama dónde se sentó, quedando su esposa sobre su regazo, contra su erección.

Volvieron a unir sus labios en una guerra de besos, mientras que sus manos se buscaban con ansias y sus cuerpos se movían en sincronía.

Aemond aún no podía creer que estuviera sucediendo, que su amada Aemma se estuviera entregando a él. Tantas veces había soñado con este momento, tantas veces se imaginó estar con ella como lo estaba ahora.

Una de sus manos bajó al pecho desnudo de la joven y tocó el pezón con suma delicadeza, provocando un espasmo de placer por parte de la princesa. A su vez, se dejó embriagar en la nivea piel de Aemma la cual besaba y lamía sin control haciendo que su erección estuviera aún más dura si podía ser posible.

La joven al sentir como el miembro de su esposo demandaba sus caricias, con cierta vergüenza mientras que él succionaba uno de sus pechos con su boca mientras que con la otra masajeaba el otro, abrió el cierre de su pantalón dando libertad a su erección. Nunca había visto una verga en su vida pero estaba segura que la de Aemond superaba la media. Dudó de si entraría en ella por completo pero decidida la tomó con sus manos y dejándose guiar, movió su mano mientras observaba el rostro de su esposo para saber si le gustaba pero su acción fue detenida.

- ¿No te gusta? - interrogó la princesa con duda pues creía que estaba disfrutando de su toque.

- Al contrario, estaba disfrutando tanto que si seguías terminaría antes - respondió con un suspiro contra su cuello. Aquella respuesta la hizo sonrojar y el príncipe al separarse la vio - Mi Aemma - susurró para estampar sus labios y tomándola por sorpresa la tumbó sobre la cama mientras que él se levantaba.

La princesa vio como Aemond se despojó de sus ropas de boda tirándolas al otro lado y quedando totalmente desnudo frente a ella que se quedó embobada apreciando la desarrollada musculatura de su esposo. Se notaba que en estos años se había estado entrenando.

Sin dudarlo, el joven se puso sobre su esposa pero sin darle tiempo a reacción, destrozó su vestido de novia dejándola desnuda bajo su cuerpo pudiendo analizar por fin el cuerpo de su amada Aemma. Tenía el cuerpo bastante definido, lo que le sorprendió pues las mujeres no solían estar tan tonificadas, preguntándose si había recibido algún tipo de entrenamiento en estos nueve años pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando dirigió sus manos a sus pechos. Bastante generosos para su edad y aún le quedaba por crecer. Además de su belleza Valyria, adoraba su piel inmaculada, sus cabellos rubios platinados y sus ojos, aquellos ojos en los que de niño se perdía y ahora de adulto seguía así. El profundo color violeta. Sus miradas conectaron y Aemma acercó su mano al lado derecho de su rostro, en el cual no tenía ojo provocando que se tensara bajo su tacto.

- ¿Podrías quitarte el parche? - preguntó la princesa.

- No es agradable de ver - respondió Aemond con mirada sombría.

- Quiero verte la cara entera cuando lo hagamos - expresó la de iris violetas avergonzada.

Ante tal sinceridad al joven príncipe no le quedó de otra más que apartarse un segundo para quitarse la tela de cuero que cubría la ausencia de su ojo derecho y dejarlo en la mesa de al lado.

Las manos de Aemma tocaron su rostro y analizaron como en vez de un ojo, en su cuenca residía un zafiro. Algunos dirían que es una visión espeluznante pero para la princesa no era así.

- Es hermoso - susurró la joven envolviendo con sus brazos el cuello de su esposo, atrayéndolo hacia su cuerpo y besando sus labios con amor.

Era la primera vez que Aemond escuchaba aquel tipo de adjetivo refiriéndose a su persona, desde el incidente de hace nueve años, lo que lo dejó un poco aturdido. No creía que alguien en este mundo lo pudiera considerar hermoso pero ahí estaba su dulce Aemma tirando todos sus esquemas.

En ese momento Aemond sintió la desesperación de hacerla suya pero debía de ser paciente, aunque para él no era su primera vez, debía de respetar a su esposa por lo que acercó su mano a su entrepierna deleitándose al sentir la humedad en esta. Movió sus dedos con agilidad para que Aemma disfrutara y sonrió al escuchar los gemidos de placer acompañados de los movimientos de cadera de su joven esposa en busca de más fricción.

- Aemond por favor - pidió la princesa impaciente.

- Quiero escucharlo de tus labios - respondió el príncipe observando el rostro enrojecido de la joven de cabellos plateados mientras que con su mano seguía dándole placer.

- Hazme tuya Aemond - expresó Aemma desviando su mirada con vergüenza, pero Aemond tomó su barbilla para que lo mirara y estampó su labios con los de ella quitando la mano de su entrepierna y ahora rozando la punta de su pene con la entrada de la de iris violeta.

- Si te duele y necesitas parar, quiero que me lo digas - habló el príncipe introduciendo la punta de su erección y teniendo que concentrarse para no dejarse llevar al sentir como la vagina de su esposa lo succionaba y sentía lo estrecha, cálida y húmeda que se encontraba para él.

Metió un poco más en su interior y ahí pudo notar la prueba de su virtud, sabía que a partir de ahí le dolería por lo que intentaría ser lo más delicado posible. Al seguir hacia dentro la joven notó un pinchazo y se tensó bajo el cuerpo de Aemond que al notarlo se detuvo e intentó deslizarse hacia fuera pero su acción se vio interrumpida por las piernas de la princesa que rodearon su cadera, calentándolo aún más. Comprendió que quería que siguiera así que se mantuvo estático hasta que notó que el cuerpo de Aemma perdió la tensión inicial. Al principio era un vaivén lento y controlado pero la princesa comenzó a mover sus caderas en busca de más placer lo que hizo que la poca sangre que mantenía Aemond en su cabeza, se desplazara su miembro y se dejara llevar.

En el dormitorio solo se podían escuchar los gemidos de Aemma y los gruñidos de su esposo a la vez que la cama crujía con cada uno de sus movimientos y se deleitaban de escuchar el roce de sus cuerpos.

- Aemond - gimió la princesa notando una extraña sensación en su entrepierna.

Al escuchar su nombre siendo gemido por la mujer que amaba Aemond aumentó el ritmo de sus embestidas haciendo que ambos llegaran al clímax y terminara en su interior, esparciendo su semilla en su interior.

Ambos cayeron rendidos en la cama con las respiraciones pesadas y sus cuerpos cubiertos por una fina capa de sudor pero sus ganas no terminaron por lo que continuaron su noche de bodas casi sin pegar ojo.

Dragon's  Blood [Aemond Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora