Capítulo 21

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- Aemma - llamó Rhaenyra cuando su hija irrumpió en la estancia acompañada de su esposo. En el lugar la esperaba su familia, tras la audiencia real - ¿cómo se te ocurre rebanarle el cuello a Vaemond Velaryon? - cuestionó la heredera del Trono de Hierro intentando regañarla.

- No hice nada que ninguno de los presentes no deseara - respondió la joven princesa analizando al resto.

- Te pusiste en riesgo, ¿y si nuestro tío te hubiera atacado? - interrogó Rhaena preocupada.

- Pero no fue así, no le di tiempo de reacción - argumentó Aemma comenzando a cansarse - lo importante es que Luke sigue siendo el heredero de Marcaderiva - comentó mirando a su hermano que sonrió ante aquel gesto.

- Esposa, Aemma actuó tal y como le he enseñado, no me podría sentir más orgulloso - dijo Daemon con una sonrisa desde su asiento causando en Rhaenyra una expresión de exasperación.

- Mi esposa estuvo deslumbrante - habló por primera vez Aemond Targaryen admirando a la susodicha que se sonrojó ante tales palabras.

- Más te vale cuidar de mi hermana - amenazó Jace con seriedad en su semblante.

- Jace - advirtió Baela intentando mantener la calma del ambiente.

- Nosotros deberíamos de retirarnos a nuestros aposentos para prepararnos para la cena - habló Aemma en referencia a la cena que había convocado su abuelo en un intento de mantener la cordialidad entre negros y verdes.

- Hija mía, entiende que todo esto te lo digo porque me preocupo por ti - pronunció Rhaenyra tomando las manos de su hija que sonrió y abrazó a su madre.

- Lo sé madre, y agradezco vuestra preocupación pero ya no soy una niña y mi deber es proteger el honor de nuestra familia - respondió la joven intentando sonar más amable.

- Y está bien que lo hagas, pero estamos juntos y no debes de enfrentarte tú sola - expresó la mayor acariciando el cabello ondulado de su hija.

- De acuerdo - accedió al final Aemma alargando la última vocal provocando la risa de los presentes por su actitud mientras que Aemond solo sonrió puesto que aunque fueran su familia no sentía la tranquilidad suficiente para reírse. En realidad en muy pocas ocasiones conseguía soltar alguna carcajada debido a que cuando era niño sufrió del acoso de su hermano y sobrinos, forjando así un carácter más serio pero solo cuando compartía tiempo con su dulce prometida lograba relajarse hasta el punto de reírse, lo cual seguía ocurriendo a día de hoy.

- ¿Tú también crees que me expuse al peligro? - interrogó Aemma cuando llegaron a la intimidad de sus aposentos.

- Para nada, sé de tu destreza y dudo que Vaemond estuviera a tu altura - respondió el príncipe tuerto envolviendo con sus brazos el cuerpo de la fémina - además, Daemon, Ser Jon y yo teníamos nuestras espadas preparadas - añadió con una sonrisa mientras acariciaba ahora el vientre plano de la princesa - no habría dejado que os ocurriera nada - habló con voz más grave y su único ojo tenía una expresión fría al imaginarse que alguien pudiera herir a su esposa e hijo nonato.

- Parece que tengo a los mejores guardaespaldas del reino - se burló la princesa intentando disipar la tensión del ambiente dando un suave toque en el pecho a su esposo de manera juguetona.

- Mi princesa - irrumpió en los aposentos de los príncipes una sirvienta haciendo la reverencia propia - debemos de comenzar su preparación para la cena real de esta noche - expresó a lo que Aemma asintió separándose de su esposo.

- Iré a entrenar antes de la cena - comentó el príncipe tuerto besando el dorso de la mano de la joven que sonrió coquetamente e internamente el de cabellos plateados maldijo el momento en que una dama requería tanto tiempo para una cena - Issa jorrāelagon - se despidió saliendo por la puerta.

Al finalizar, Aemma llevaba un vestido negro de escote cuadrado y de su cuello colgaba el zafiro que le había obsequiado su esposo en el bosque real mientras que su pelo había sido trenzado por la parte delantera, llevando los mechones hacia atrás. Aemond había llegado hacia unos instantes para darse un baño rápido tras el entreno.

- Aemond - riñó la princesa con un gran sonrojo, al verlo aún sin vestir, llevando solo una fina tela que cubría sus genitales, el cabello plateado húmedo y su rostro al descubierto por completo.

- Ao issi sīr gevie (Estáis tan hermosa) - habló en Alto Valyrio acercándose a la fémina y besando con ferocidad sus tentadores labios mojando en el proceso su rostro.

- Vamos a llegar tarde - susurró en el mismo idioma de vuelta la joven, acariciando el pecho de Aemond.

- ¿Y qué importa? - cuestionó el joven devorando la piel del escote descubierto de su esposa que gimió de placer bajo su tacto.

Aemma no tardó en ceder y sabía que debían de ser rápidos, por lo que se dio la vuelta ansiosa por recibir en su interior al príncipe, que al percibir las intenciones de la joven sonrió triunfante.

Se desprendió de lo único que lo cubría de un tirón y levantó el vestido de su esposa que ya estaba inclinada sobre la mesa, aventurándose así, entre sus enaguas y al sentir con sus dedos el húmedo centro no dudó en brindarle atención.

- Aemond - gimió Aemma cuando la necesidad de placer aumento considerablemente- te necesito - pidió con las mejillas rojas, girándose para mirarlo.

El príncipe cumplió con el pedido de su esposa y se introdujo en su interior en una firme estocada soltando un gruñido placentero mientras que la joven gimió, adaptándose a su tamaño. Aunque llevaran fornicando casi a diario, necesitaba unos instantes para acostumbrarse.

Aemond empezó a mover sus caderas, al inicio más lento, pero el deseo y desenfreno del momento le hicieron aumentar el ritmo. Se abalanzó sobre el cuerpo de su esposa acariciando en aquel punto que tanto le gustaba llegando así ambos al clímax más rápido.

- Ahora mi pelo es un desastre - habló molesta Aemma al mirarse en el espejo del tocador.

- No te enfades - le dijo su esposo terminando de ponerse el jubón verde, el cual Aemma odiaba, para después acercarse y depositar un beso en su mejilla - yo os peino - habló tomando el cepillo y pasándolo por la melena plateada de ella.

- Vamos a llegar tarde - refunfuñó la Targaryen conectando su mirada con la de él que ahora llevaba su parche.

- Que les den a todos, mi esposa debe de lucir perfecta - se burló el príncipe mientras la miraba intensamente.

Tras aquel apasionado y rápido encuentro, los príncipes se dirigieron al comedor privado, escoltados por Ser Jon Grover, sin saber, que aquel sería uno de sus últimos momentos de felicidad antes de que la tragedia se ciñera sobre la familia de los dragones.

Dragon's  Blood [Aemond Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora