Capítulo 15

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*Advertencia: este capítulo tiene contenido sexual*

- Os echaré mucho de menos - habló Aemma con lágrimas en sus ojos.

- Hija mía - dijo Rhaenyra abrazándola.

- Aemma - medio sollozó Rhaena uniéndose al abrazo seguida de los hijos de la princesa y de su gemela.

- Cuídala - advirtió Daemon mirando a Aemond amenazante sin necesitar más palabras para saber lo que le haría.

- No hacía falta que lo dijeras - respondió serio el del parche que se hallaba justo al lado de su esposa.

La familia de la princesa de Rocadragón se adentró en el carruaje que los llevaría a Pozo Dragón para tomar a sus dragones mientras que Aemma sollozaba entre los brazos de su esposo que intentaba reconfortarla.

- Hace frío aquí, entremos y tomemos uno de esos pastelillos que tanto te gustan - habló Aemond tras ver que el carruaje desaparecía al cerrarse las puertas de la fortaleza. Aemma asintió y ambos tomados de las manos se adentraron en el interior del castillo para ir a tomar un desayuno juntos.

Estaban en un salón privado degustando el desayuno con pastelillos de limón, los favoritos de la princesa.

- ¿Te sientes mejor? - preguntó Aemond al ver que las lágrimas ya no abundaban en su rostro.

- Con pastelillos de limón soy la persona más feliz del mundo - respondió con una sonrisa.

- Mi príncipe - llamó Ser Criston Cole desde la entrada del salón - es hora de su entrenamiento - dijo sin mirar a ninguno pues la presencia de Aemma le resultaba demasiado incómoda por el parecido a su madre de joven, trayéndole de vuelta los recuerdos de cuando rompió sus votos. Aemond se levantó y fue a besar a su esposa pero esta también se puso de pie.

- ¿Podría entrenar con vosotros? - interrogó la joven sorprendiendo a ambos y el caballero no pudo evitar sonreír, aguantando las ganas de reír - disculpe Ser pero fui instruida por mi padrastro durante mi estadía en Rocadragón - habló molesta la joven por la actitud de Cole.

- Por supuesto que podéis esposa mía, así pasaremos más tiempo juntos - indicó el príncipe besando su mano encantado con la idea.

Ya en el patio de armas se encontraron con sus trajes de entrenamiento y Aemond no podía quitar la vista de su mujer. Los vestidos la hacían ver hermosa pero en pantalones de cuero y con el pelo recogido en una trenza estaba arrebataradora.

- Ya que la princesa es la nueva integrante me gustaría ver cuál es su nivel - expresó el maestro tendiéndole una espada de madera.

- Disculpe Ser, creo que se ha confundido, las espadas de madera son para niños - habló con burla dejando el arma de madera y en su lugar tomó una espada que su propio padrastro le había obsequiado.

- ¿Es una espada de acero valyrio? - interrogó sorprendido uno de los cortesanos presentes.

- Vaya desperdicio de espada con una mujer - secundó otro recibiendo una mirada amenazante de la princesa y algunos pudieron jurar ver en sus expresiones al príncipe canalla.

- Aemond, lucharéis contra vuestra esposa - ordenó Cole.

- No te contengas - le pidió la princesa poniéndose en posición.

El combate inició y aunque le había pedido que no se contuviera, Aemond no atacó primero, por lo que molesta por subestimarla, tomó la ofensiva y el príncipe tuvo que pararla con su arma casi sin tiempo a reaccionar, no esperaba tal dominio.

- Eres rápida - dijo asombrado Aemond chocando sus espadas y sin darse cuenta estaba retrocediendo.

- Lo sé, tú también - comentó Aemma sin parar el ataque pero tomando ventaja de su fuerza Aemond la empujó tirándola al suelo y apuntando con su espada pero la princesa sin darse por vencida, dio una fuerte patada al metal, provocando que escapara de las manos de su portador y apuntó a su cuello.

- Cuando creo que es imposible que me gustes más, vas y haces esto - alagó Aemond impresionado y ella bajó la espada. La princesa Aemma había ganado al príncipe tuerto que había sido imbatible. Los cortesanos aplaudieron emocionados mientras que Ser Criston no cabía en su asombro.

- Te dije que no te contuvieras - habló molesta la princesa guardando la espalda en su funda.

- No lo hice - replicó el joven.

- Si, al principio si hubiera sido un hombre no te hubieras contenido y con tu fuerza dudo que hubiera ganado - expresó Aemma - ¿no pedís la revancha?

- Por supuesto - respondió Aemond emocionado de tener una rival a su altura y ahora entendía cómo es que la joven tenía un cuerpo tonificado, era por su entrenamiento.

La tarde de entrenamiento llegó a su fin con la puesta de sol y los recién casados fueron a sus aposentos a tomar un baño para quitarse la suciedad y después cenar junto a la reina y su familia.

- Mi reina - saludó Aemma con una reverencia aún tomada del brazo de su esposo.

- Madre - inclinó la cabeza su hijo y tomaron asiento en la mesa.

- He escuchado que habéis participado en el entrenamiento de hoy - comentó Alicent a su nuera.

- Si Majestad, espero no os haya molestado pero cuando vivía en Rocadragón aprendí el arte de la espada junto a mis hermanos y Lady Baela y no quería perder la costumbre - respondió con una sonrisa intentando quitarle peso al asunto.

- No te preocupes Aemma, imagino que mi hijo habrá estado encantado - respondió la reina con una sonrisa pues sabía que su hijo se había sentido muy solo los últimos años y la única con la que se sentía cómodo era la hija de su enemiga. No le agradó pero la felicidad de su hijo le importaba y si ella se la daba no le quedaba más remedio que aguantar.

- Escuché que te ganó - habló Aegon con burla a su hermano.

- Y él me ganó a mi - corrigió la princesa.

- Ella os ganará a todos - susurró Helaena mirando su copa.

Tras la cena, a vista de la princesa, incómoda, volvieron a sus aposentos y las sirvientas la prepararon para dormir con un camisón blanco y una bata roja por encima.

Aemond por su parte se despojó de su jubón y se puso unos pantalones cómodos.

El cabello de la princesa fue peinado y trenzado para dormir más cómoda. Al irse las criadas, Aemma se echó en la cama junto a su esposo, el cual no le dio tiempo ni a taparse cuando ya la estaba besando.

- Deseaba hacer esto desde la mañana - habló entre besos el príncipe mientras que la joven acariciaba su pecho desnudo y lo echó hacia atrás quedando tumbado boca arriba. La Targaryen levantó su camisón dejando sus piernas al aire y se sentó en la entrepierna de su esposo provocando un gemido por su parte al sentirla tan caliente y húmeda.

Sin perder el tiempo levantó su torso y deshizo rápidamente su trenza dejando su largo y ondulado cabello plateado suelto.

- Me encanta verte así - murmuró besando su cuello.

Aemma todavía era demasiado vergonzosa para hablar tanto como él pero decidió abrir sus pantalones liberando así su miembro erecto. Tomándolo entre sus manos comenzó a masajearlo y Aemond se dejó caer contra el colchón con un gruñido. ¿Cómo le daba tanto placer? Tocó sus pechos con delicadeza y pellizcó los pezones rosados provocando que se endurecieran bajo su tacto y entonces sintió como lo introducía en su apretada vagina teniendo que controlarse por no embestirla pues sabía que la princesa necesitaba unos momentos para acostumbrarse dejándola moverse a ella. No eran movimientos expertos, pero le encantaban. Adoraba ver a su dulce princesa intentando dar lo mejor de ella para complacerlo y llevó su mano al punto donde les unía. Con su dedo pulgar presionó en el clitoris de Aemma, la cual casi de inmediato, al notar la descarga de placer se retorció y gimió. En ese momento, el vaivén de sus caderas cambió y Aemond los disfrutó sin control, comenzando a penetrarla y al sentir como su interior lo apretaba, no aguantó más y terminó eyaculando. La princesa también se corrió y su cuerpo cayó hacia delante quedando sobre el torso de Aemond, que seguía dentro de ella.

- Te amo Aemma - le dijo el príncipe acariciando sus sedosos cabellos.

- Yo también te amo Aemond - contestó la princesa y notó como aún en su interior, el miembro viril de su esposo se endureció sabiendo que esto solo había sido el principio de una larga noche de pasión.

Dragon's  Blood [Aemond Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora